Santiago Leiva
Redacción Co Latino
AOtilia le sobra vocación de servicio y bondad, pero le escasean recursos. Esta salvadoreña residente en Oklahoma, Estados Unidos, vuelve al país todos los años, para entregar canastas navideñas y atender familias de escasos recursos.
Fiel a su tradición, llegó a El Salvador en diciembre pasado, pero hoy no solo ha extendido su estadía por casi que tres meses, sino que ha ampliado su campo de ayuda para suplir otras necesidades que pasan inadvertidas.
“Siempre vengo para la entrega de canastas en la navidad y a visitar familias, pero ahora hemos estado conociendo personas que sufren insuficiencia renal y tenemos muchísimo trabajo con ellos”, dice mientras preparaba una de las 250 cenas que entregaron la noche del lunes a familiares que cuidan a sus enfermos en el Hospital Rosales y pacientes de emergencia.
La iniciativa de mitigar el hambre a esa gente que duerme en los pasillos del Rosales cerca de sus parientes enfermos recién ve la luz, pero Otilia Fuentes, como está registrada en los documentos legales, conoció la generosidad hacia el prójimo desde chica, y con el tiempo aumento su deseo y capacidad para tender una mano.
“Ayudar es algo que aprendí desde bien pequeñita por mi Mamá. Ella siempre nos estaba hablando de la palabra de Dios. Nos decía que debíamos ayudar porque eso era lo que Dios quería”, afirma.
Además, recuerda que recibió el nombre de Otilia gracias a Santa Otilia (Otilia significa: hija de la luz), personaje al que conoció por las historias de su abuela. También influyó en ella haber recibido la bendición de la Madre Teresa de Calcuta, en su histórica visita a El Salvador.
Antes de forjarse un nuevo destino en Estados Unidos, Otilia Fuentes perteneció a un grupo de la sociedad San Vicente de Paul, que visitaba a los niños de la calle todos los días. Esa rutina la mantuvo desde 1995 hasta casi 2000.
En 2013 que vino al país conoció a los hermanos Álvaro y David, dos niños de 14 y 9 años que sufren enfermedades terminales. Álvaro padece de leucemia y David heredó desde el vientre de su Mamá una enfermedad incurable que ya se llevó a su progenitora.
Estos infantes residen con su abuela en la zona San Juan Talpa, y el menor de ellos ya ha adoptado a Otilia como su madre.
“Yo quiero esos niños como si fueran parte de mi. Tanto así que David me dice Mamá. No lo voy a adoptar legalmente para tenerlo conmigo sino que voy a adoptar a la familia por si quieren estar viviendo conmigo”, dice. Hace menos de dos semanas Álvaro y David conocieron por primera vez la playa gracias a Otilia y su grupo de apoyo.
Recientemente, en su visitas al Rosales, Otilia conoció a Blanca y Don Leo, dos de cinco pacientes que reciben hemodiálisis y a quienes suple algunas necesidades como dinero para comida y pasajes para que puedan viajar del hospital a sus lugares. Además brinda hospedaje en la residencia de su familia situada en la zona de San Jacinto.
“La insuficiencia renal es una enfermedad cruel, ellos por las noches sufren de insomnio y calambres”, dice. Y lo afirma con argumentos pues “Blanquita” y Don Leo, que viven en el interior del país, se quedan con frecuencia en su casa después de recibir el tratamiento.
En un par de días Otilia tendrá que volver a Oklahoma donde ha creado la “Fundación Iris Violeta”, para dar atención a mujeres embarazadas. Allá hace actividades como venta de comida y fabrica marcos de cuadros para colocar posters, venderlos y recolectar fondos.
Eso sí, quizá pronto se tengan más noticias de ella puesto que tiene un local en la Av. Cuscatlán de esta capital en donde proyecta en el futuro construir un comedor para ancianos, habilitar un área de hospedaje para personas que reciben hemodiálisis y vienen de lejos. Así como una pequeña capilla. “Mi sueño es servir a quien lo necesite hasta el día que muera” concluye.
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