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Palabras ante un estanque

Álvaro Darío Lara

Escritor y poeta

 

Hace unos dos años, la poeta y periodista Lya Ayala Arteaga, puso en mis manos un conjunto de poemas inéditos, que formaban su libro “Rojas las palabras”. Quedé impresionado. Eran auténticas y genuinas piezas literarias de gran valor. Escribí, entonces, una brevísima presentación que sirvió como antesala  para publicarle algunas de estas luminosas y extrañas composiciones.  Su  voz me evocaba a otras mujeres como Dickinson, Ibarbourou, Pisarnik y a su admirada Eunice Odio.

Ahora, que el libro ha visto la luz pública, gracias a la Editorial del Gabo (2015), no puedo menos que sentirme profundamente regocijado ante este hecho que dejará, en la eternidad de lo impreso, la fina poesía de una de nuestras más grandes poetas nacionales.

Comparto, entonces, con los amables lectores mis palabras de ayer: “Cuando niño, frecuenté – muchísimo- el otrora Parque Infantil de San Salvador, con su pista central, sus gigantescos muñecos, su biblioteca infantil, su castillo, sus ruedas de avioncitos y lanchitas; por supuesto su legendario tren, su piscina de toboganes de cemento e islas de tortugas, y tantos y tantos encantos, perdidos ya por el mal llamado progreso, en cuyo nombre destruimos el ecosistema escaso, y cercenamos los sueños.

Sin embargo, había algo fantástico, misterioso, fantasmal, que me atraía enfermizamente de aquel lugar: un gran estanque, tenebroso, de aguas oscuras y quizá de gordos peces circulantes. Lleno de plantas también oscuras,  casi pútridas, o al menos, así las recuerdo.

Mi madre tenía que sostenerme, para poder disfrutar de esa maravilla, ya que sus contornos eran muy altos, para un niño de cuatro o cinco años. No había más deleite que lanzar una piedra, y ver las ondas concéntricas hasta que se extinguían. Pero era siempre ese silencio, esa húmeda y violenta quietud, la que me cautivaba al extremo.

Todo esto viene a mí, cuando leo los versos de Lya Ayala Arteaga (1973), una de nuestras más importantes voces femeninas, quien escribe una poesía susurrante, vegetal, y de una apasionada fuerza,  lumínica y oscura, sensual y extraña.

Y es ante esas hojas, y regresos; confesiones y sombras, que el alma, retorna a la inocencia primera, al prístino asombro, propio de los niños y de los poetas.

Dejamos en las manos de todos, estos versos, para salir a recibir al viento,  en el verde césped de los sutiles espíritus, o para asomarse –otra vez, curiosos y felices-  a las aguas –en mi caso- de aquel enigmático estanque”.

Debemos a la iniciativa feliz del poeta Mauricio Vallejo Márquez, Coordinador de “Tres Mil”, la noticia –en el número anterior- del lanzamiento del libro de Lya, mediante la publicación de algunos poemas tomados de dicho volumen, y de la interesantísima entrevista con la poeta, realizada por el escritor y editor colombiano Fredy Yezzed. En ella, Lya, despliega ideas muy firmes y certeras sobre la misión y el oficio del poeta.

Estamos frente a una hora nacional, donde es necesario un verdadero reencuentro en todos los ámbitos y sentidos. Y la poesía,  siempre nos lleva a ello ¡Gracias por recordárnoslo y felicidades, querida Lya!

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