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Panamá y Rubén Darío

Francisco Javier Bautista Lara

En el 150 aniversario del nacimiento de nuestro compatriota ineludible, presentamos, con similar esquema de la primera parte (septiembre 2015; feb. 2016), el libro Último año de Rubén Darío, Parte II, Honduras y Panamá (enero 2017, Editorial La Salle Siglo XXI). Es un aprendizaje que comparto y que completa los seis países de Centroamérica.

El Capítulo III del segundo libro: Último año de Rubén Darío en Panamá. Era un departamento de Colombia, por aquí Darío pasó por primera vez en tránsito hacia Chile (1886), el apellido García lo heredó del abuelo paterno Domingo García, quien nació en la emblemática provincia de Veragua, la que el Rey de España concedió, a inicios del siglo XVI, a los descendientes de Cristóbal Colón como Ducado, señorío territorial hereditario. Domingo -Rubén no lo conoció-, nació en 1800, contrajo matrimonio en León (1819) con Petronila Rojas de cuya unión nació Manuel García Rojas, padre del poeta. En Panamá, viejas publicaciones mencionan este origen, ven con agrado que en Rubén Darío corra sangre panameña. Darío no lo supo; conoció poco de esa rama de la familia paterna; se enteró en su adolescencia quién era su padre, con él mantuvo relación distante. En Chile, en el año de la publicación de Azul… (1888), supo de su muerte. No escribió ningún poema dedicado a él.

Aunque estuvo en la capital panameña siete veces, el poeta, narrador, cronista y diplomático nicaragüense inauguró su presencia pública en Panamá en la tercera visita (julio, 1892), cuando fue enviado por el presidente Roberto Sacasa como secretario de la delegación de Nicaragua que participaría en la celebración del IV centenario del descubrimiento de América. Fue su oportunidad para cruzar el Atlántico y visitar España. Ya la fama del joven había trascendido después del éxito de su obra primigenia. La Estrella de Panamá, El Heraldo (Bogotá) y otros impresos, se refirieron a él. Darío observó el fracaso de la construcción del canal por la compañía francesa de Lesseps. Escribió un artículo en el que señalaba la suciedad y el desorden, el desamparo de los operarios de raza negra en las obras abandonadas, el espectáculo conmovedor del “cementerio de construcciones y osario de maquinarias”, lo que generó disgusto entre algunos panameños. ¿Fue la franqueza espontánea y la falta de tacto del joven que apenas se abría al mundo? Por tal motivo, al regresar de España, no quería pasar por aquel puerto, pero no fue posible variar la ruta y regresó por cuarta vez (diciembre 1892), observó la Navidad y escribió, por recomendación del diplomático y poeta Darío Herrera, el artículo Santa Claus en Panamá, que introduce a este personaje –llevado al Istmo por los franceses-, en Centroamérica. El nuevo artículo cambió la impresión del anterior, recibió muestras de aprecio. ¡Aprendió el hábil escritor –al menos en aquel momento-, a conquistar con la palabra escrita! Estuvo en la capital del Istmo hasta iniciar el año 1893.

La quinta visita a Panamá (abril, 1893), después de la muerte en San Salvador de Rafaela Contreras y el matrimonio con Rosario Emelina en Managua, fue para retirar documentación y dinero por el nombramiento de cónsul de Colombia en Buenos Aires. Lo acompañaba su segunda esposa. Los periódicos refieren su llegada; los círculos políticos e intelectuales lo acogieron. En El Cronista publicó tres hermosos textos titulados Croquis de Panamá: I) Sanguina, II) La marea y III) A una bogotana. Aquí permaneció mes y medio, la más prolongada estadía, su esposa regresó a Nicaragua una semana después por problemas de salud, estaba embaraza, el niño murió a los pocos día de nacer (diciembre 1893). La despedida fue amorosa; en la correspondencia que le dirigió en la ruta que escogió para su destino, expresó que ansiaba el reencuentro; ya no fue posible, se esfumó la pasión desde la circunstancial separaron ocurrida en Panamá.

A pesar de la brevedad, marcó a la generación literaria de la época. Tuvo cercanía con Darío Herrera, precursor modernista, con Guillermo Andreve, destacado intelectual y político, promotor de la recepción de 1907 en el viaje de Rubén a Nicaragua, firmante de la Independencia de Panamá de Colombia (1903), escribió (1918): “Rubén desafió con su inmenso talento las tempestades y surgió incólume de ellas de tal manera que su figura poética se destaca por encima de toda una generación, y aparece en la historia como un innovador, como el poeta cumbre…”. El prolífero escritor Ricardo Miró, nombre del Premio Nacional de Literatura de Panamá, le guardó veneración. González Scarpetta dijo: “el astro luminoso del enorme e incomparable Rubén”.

Sus estadías suman doce semanas, los artículos que escribió sobre la “benjamina de Hispanoamérica”, el reconocimiento de prosperidad de la reciente República y la crítica sobre “la presencia yanqui en el canal”, dejaron profunda huella. Hay, en lo universal de su vigencia, un Rubén Darío panameño que debemos recordar.

(Presentación: martes 25 de abril, 6.30 p.m., INCH)

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