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¡Papá cambió el mundo!

Iosu Perales

Si la historia de Estados Unidos está jalonada por multitud de actos heroicos por su independencia y libertad, y muchas de sus figuras referenciales son hombres y mujeres de ciencia, de arte, de la literatura, de la democracia, podemos decir también que su biografía está llena de brutalidad racial, primero contra los pueblos originarios y más tarde contra el pueblo afroamericano. Me pregunto si puede calificarse de democrático un país dotado de unos cuerpos policiales que violan sistemáticamente los derechos humanos y matan a la gente por su color de piel. Yo que siempre he creído que democracia es libertad, no puedo aceptar que un país donde se practica la persecución racista con el amparo del propio presidente pueda considerarse democrático.

Dice la politóloga Simona Violetta Yagenova: Cuando el color de tu piel es el factor decisivo que puede decidir si puedes ser asesinado, agredido, violentado, humillado y al Presidente no se le ocurre nada mejor que llamar terroristas a quienes protestan contra un nuevo asesinato, la frustración y el dolor se acumulan y estallan en las calles de Estado Unidos.

El asesinato de Geoge Floyd es un episodio más. No será desde luego el último.

George Floyd fue asesinado el lunes 25 de mayo 2020 por un policía blanco en la ciudad de Minneapolis, Minesota. Floyd es la última víctima de una larga lista de hombres, mujeres y niños afroamericanos asesinados por fuerzas policiales en los EEUU. Nada menos que 1949 vidas se perdieron por la brutalidad de policías racistas entre 2013 y 2019. Entre ellos el asesino de Floyd, Dereck Chauvin, es un policía muy conocido por su trayectoria de violencia contra los negros. Él clavó su rodilla contra el cuello de la víctima hasta bastante después de que Floyd dejara de respirar. Mientras, otros tres policías protegían al asesino y el asesinato. Chauvin tiene 17 denuncias por violencia racista sin que haya prosperado ninguna en los juzgados. Tal vez, ahora, en un escenario de manifestaciones ciudadanas continuadas, y con el mundo mirando a Estados Unidos, algún tribunal lo condene junto a sus cómplices detenidos.

Apropósito del racismo, Marguerite Annie Johnson, más conocida como Maya Angelou, fue una escritora, poeta, cantante y activista por los derechos civiles, fallecida en mayo de 2014. Ella escribió: Puedes dispararme con tus palabras/ puedes herirme con tus ojos/ puedes matarme con tu odio/ y aun así, como el aire/ me levanto. Aun así, me levanto.

El racismo en Estados Unidos ha cruzado ya todas las líneas rojas. El asesinato de Floyd ha desatado las mayores olas de protesta desde el asesinato de Martin Luther King. El poema de Maya Angelou es una vez más profético, muchas personas de todos los colores de piel se han levantado en Estados Unidos. Lo hacen contra el racismo y la xenofobia, contra la discriminación y persecuciones que sufren los afroamericanos que son un 14 % de la sociedad.

Los nombres de los hombres, mujeres y niños asesinados por ser negros, a manos de unos cuerpos policiales en los que están instalados agentes supremacistas y violentos, empapan la conciencia colectiva de la comunidad afroamericana. ¿Saben ustedes que además de los asesinatos antes citados, 10.885 actos de odio racial contra afroamericanos se registraron entre los años 2013 al 2019?, ¿y que en buen número de ellos participaron agentes de policía?

Pero el problema no podrá ser erradicado mientras los cuerpos policiales no sean depurados. Sobre muchos agentes tiene influencia el Ku Klus Klan -cuyo jefe llamó a Santiago Abascal para felicitarle por los resultados de VOX en Andalucía, la llamada está documentada y ya es pública, dicho sea de paso-.  En las policías de Estados Unidos hay un serio problema sistémico derivado del modo de reclutamiento, de formación, y de protocolos de facto que discriminan y penalizan a detenidos afroamericanos. Desde luego los derechos humanos no es una asignatura que ocupe algún lugar en la formación. En cambio, un policía supremacista ahoga y mata a un detenido al que acusa de haber intentado comprar unas golosinas con dinero falso.

Estados Unidos tiene varias pandemias. La del coronavirus se ha cobrado más de 100.000 vidas. Con más de 30 millones de desempleados, altísimas desigualdades en salarios e ingresos y una polarización política que está destrozando al país, la pandemia social va en aumento. La pandemia de la pobreza que se extiende ya al 12 % de la población, a cerca de 40 millones de personas. Y la pandemia racista, que es también sistémica y no para.

Ojalá tenga razón Gianna, hija de George Floyd, de seis años, quién desde los hombros del exjugador de la NBA, Stephen Jackson, miró hacia la multitud y exclamó ¡Papá cambió el mundo!

¿Podrán estas manifestaciones cambiar el curso de la historia del racismo norteamericano?

Cuando en noviembre de 2015 la policía mató a tiros a un hombre negro desarmado, en Ferguson, las protestas condujeron a la creación de “Black Lives Matter” (en español: Las Vidas Negras Importan), un movimiento dedicado a concientizar sobre el racismo sistémico y a luchar contra los prejuicios individuales y colectivos que lo perpetúan. Fue un salto cualitativo en la lucha contra la lacra del supremacismo blanco.

Nelson Mandela sufrió en primera persona el racismo del apartheid. Desde su experiencia de vida y altura moral escribió: “Nadie nace odiando al otro por el color de su piel, su origen o su religión. El odio se enseña, y si se puede aprender a odiar, también se puede enseñar a amar, pues el amor es más connatural al corazón humano que lo opuesto”.

¿El asesinato de George Floyd traerá un nuevo cambio en Estados Unidos?, ¿el odio será derrotado por una nueva generación que estos días grita en las calles? ¿las conciencias traducirán la indignación en resultados políticos? Si en el mes de noviembre cae Donald Trump no cabe duda que algo habrá cambiado.

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