Por Kelly Velásquez/Jordi Miró
Cartagena/AFP
El papa Francisco clamó por una solución para la crisis en Venezuela y el fin de la «cultura de la muerte» en Colombia al cerrar este domingo una visita de cinco días en la que por accidente terminó con un ojo morado en Cartagena.
Durante intensas jornadas, Francisco abogó por un pacto de reconciliación en Colombia que incluya verdad y justicia para las millones de víctimas del único conflicto armado en América.
«A la cultura de la muerte, de la violencia, responder con la cultura de la vida», proclamó Francisco en la última de las cuatro misas a cielo abierto que ofició y que, junto con los recorridos, movilizaron a unos 4,5 millones de fieles.
Francisco eligió Cartagena, un puerto turístico con una profunda brecha entre ricos y pobres, para terminar su periplo por Bogotá, Villavicencio y Medellín.
A su paso por esas ciudades apoyó el acuerdo que condujo al desarme y transformación en partido político de los rebeldes de las FARC. Además, la Iglesia ha respaldado los diálogos de paz en curso con el ELN.
Francisco, que sostuvo emotivos encuentros con víctimas y verdugos arrepentidos, exhortó a evitar la venganza y el odio, y animó a los colombianos a dar el primer paso hacia la reconciliación, el lema que englobó su visita.
«Si Colombia quiere una paz estable y duradera tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia», dijo este domingo antes de emprender el vuelo de regreso hacia el Vaticano.
«Grave crisis»
El pontífice de 80 años, que ha apoyado los intentos infructuosos de diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y los opositores, elevó una plegaria frente a la deteriorada situación política y económica en la vecina Venezuela.
Desde la iglesia San Pedro Claver de Cartagena, formuló un llamado para que se «rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos» en ese país.
Fue justamente antes de dirigir su mensaje a los venezolanos, incluidos los migrantes que huyeron a Colombia, que el papa sufrió el único percance público durante sus largas jornadas.
Mientras saludaba a la multitud que se agolpaba en las calles, el papamóvil frenó súbitamente. Francisco se golpeó el rostro contra el vidrio, y uno de los agentes de seguridad lo asistió al momento y le limpió con un pañuelo blanco el sudor y la sangre, que le alcanzó a manchar el simar (capa de la túnica blanca).
Al final terminó con un ojo negro. «El papa está bien (…) Se le aplicó hielo y se medicó», dijo a medios el vocero del Vaticano, Greg Burke.
Prédica franciscana y contra el narcotráfico
El líder de los católicos quiso dedicar su última jornada para entrar en contacto con los negros y pobres de Cartagena.
Allí visitó por corto tiempo San Francisco, un suburbio pegado a la pista del aeropuerto internacional, con desordenadas calles y casas precarias, donde bendijo la primera piedra de un hogar de acogida.
Este es un «barrio de olvidados. Aquí hay mucha gente de los de ‘un solo tren’, que comen una vez al día», dijo a la AFP Willy Martínez, un albañil de 43 años.
Pero lo más grave aquí, agregó, «es la corrupción, es peor que las balas de la guerrilla y los paramilitares».
El alcalde y otras autoridades del puerto están presos por manejo irregular de fondos públicos, y casi un tercio del millón de sus habitantes vive en la pobreza o en la calle, según la organización privada Cartagena Cómo Vamos.
La visita del papa «ha sido un reconocimiento a esta parte tan vulnerable de la ciudad, un aviso a los políticos para decirles que esta desigualdad tan grande no es buena para nadie», manifestó Carlos Acevedo, un aprendiz de informática de 23 años, mientras se secaba las lágrimas.
Con su ya famosa prédica a favor de los más pobres y la defensa de la naturaleza, Francisco cerró su quinta visita a América Latina, esta vez centrada en la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Sin embargo, no desaprovechó su estadía en el país que más produce y exporta cocaína en el mundo para condenar con «firmeza» la que llamó «lacra» del narcotráfico y pedirle al clero que se aleje del confort y el afán de lucro.