Por Kelly Velásaquez
Asís/AFP
El papa Francisco clausuró el martes la jornada por la paz en Asís, centro de Italia, con un llamado contra las guerras y la indiferencia ante la misma, la violencia y el terrorismo que sacuden al mundo, lanzado junto a líderes de diversas religiones.
«Tenemos sed de paz, queremos ser testigos de paz», clamó el papa argentino desde la ciudad medieval cuna de San Francisco, el santo de los pobres, que inspira su pontificado.
Como Juan Pablo II hace 30 años, cuando el mundo temía un holocausto nuclear, Francisco se reunió con los responsables de las grandes religiones del mundo para sacudir las conciencias de todo el planeta, independientemente de su credo.
«Nosotros no tenemos armas. Pero creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración. En esta jornada, la sed de paz se ha transformado en una invocación a Dios para que cesen las guerras, el terrorismo y la violencia», dijo el pontífice.
Sentado al lado del rabino argentino Abraham Skorka, del vicepresidente de la Universidad sunnita egipcia Al Azhar, Abbas Shuman, y de Sugitani Gijun, consejero de la Escuela budista japonesa Tendai, Francisco condenó «la indiferencia», «la gran enfermedad de nuestro tiempo», un virus que, dijo, nos «vuelve inertes e insensibles».
Sin citar el terrorismo islámico, el jefe de la iglesia católica volvió a condenar a aquellos que matan en nombre de Dios.
«No nos cansamos de repetir que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia», dijo.
Al término de la ceremonia, en la que participaron más de 500 líderes religiosos, fue firmado un llamado de paz, que resume en buena parte las palabras del papa latinoamericano.
«¡No a la guerra!»
«¡No a la guerra! Que no se quede sin escuchar el grito de dolor de tantos inocentes. Imploramos a los responsables de las naciones para que se desactiven las causas de las guerras: la avidez de poder y dinero, la avaricia de quien comercia con armas, los intereses partidarios, las venganzas por el pasado», reza el texto.
En el documento, los líderes religiosos, entre ellos musulmanes, judíos y budistas, además de cristianos de diversas iglesias como la ortodoxa, rechazaron también «la guerra en nombre de la religión que se convierte en una guerra a la religión misma».
Al encuentro, que contó con la presencia de seis premios Nobel de la paz, de la activista antiminas personales Jody Williams, asistieron unas 5.000 personas y se concluyó con un minuto silencio en recuerdo de todas las víctimas de las guerras.
Entre los invitados, que contaron su propia experiencia durante la ceremonia, figuraba la siria Tamar Mikalli, profesora de inglés en Alepo (norte de Siria).
«Cuando digo Alepo, la ciudad donde nací, crecí y me casé, mi corazón se quiebra», confesó tras haber perdido todo bajo los bombardeos.
Con un largo aplauso fue acogido el testimonio del rabino israelí David Brodman, deportado a los 7 años a un campo de concentración nazi.
«Quiero decirle al mundo que es posible ser amigos y vivir juntos en paz aún si somos diferentes», destacó.
Durante la visita se conmemoró también el 30º aniversario de los encuentros de Asís, inaugurados en 1986 por Juan Pablo II y en los que participan movimientos y asociaciones eclesiales, así como entidades civiles.
Desde Asís el papa polaco había pedido paz en los Balcanes, en 1993, y, en 2002, fue a homenajear a las víctimas el año anterior de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Francisco, que visitaba por tercera vez Asís, almorzó con los líderes religiosos y unos 25 refugiados de guerras de varios países, quienes contaron su testimonio de lo que es padecer un bombardeo o un saqueo.
«Estar unidos es la respuesta al terrorismo que quiere dividir. Porque el terrorismo quiere desestabilizar nuestras vidas, quiere llevar violencia a nuestra sociedad», explicó Marco Impagliazzo, presidente de la agrupación católica Comunidad de San Egidio, organizadora del evento.
«Hay mucha sed de paz, la piden los pobres, las víctimas del terrorismo y de las guerras en muchos países del mundo. Queremos ser su voz», afirmó.