Ciudad Vaticano/Prensa Latina
El papa Francisco hizo, durante las solemnes celebraciones del Domingo de Pascua, un llamado “a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita”.
“Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad”, expresó el Sumo Pontífice en su bendición Urbi et Orbi dirigida a la ciudad de Roma y al mundo entero, que inició a las 12:00 hora local en Logia Central la Basílica de San Pedro, precedida por la tradicional misa efectuada dos horas antes en el patio de ese templo católico.
“Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca, entre las personas, entre los pueblos y las naciones”, dijo, y pidió que la comunidad internacional se esfuerce por poner fin al conflicto en Ucrania, y todos los que ensangrientan al mundo, “comenzando por Siria, que aún espera la paz”.
Manifestó su preocupación por “los ataques de estos últimos días, que amenazan el deseado clima de confianza y respeto recíproco, necesario para retomar el diálogo entre israelíes y palestinos”, y habló además acerca de la situación en Haití, “que está sufriendo desde hace varios años una grave crisis sociopolítica y humanitaria”. El Obispo de Roma abogó por la consolidación de los procesos de paz y reconciliación emprendidos en Etiopía y en Sudán del Sur, el cese la violencia en la República Democrática del Congo, y la concesión de “consuelo a las víctimas del terrorismo internacional, especialmente en Burkina Faso, Malí, Mozambique y Nigeria”.
Deseó que encuentren justicia “los martirizados Rohinyá” en Myanmar y demandó ayudar “al Líbano, todavía en busca de estabilidad y unidad, para que supere las divisiones y todos los ciudadanos trabajen juntos por el bien común del país”
Pidió sostén para “cuantos han sido afectados por el violento terremoto en Turquía y en la misma Siria”, y no olvidar al pueblo de Túnez, que “sufre a causa de los problemas sociales y económicos”, para que su pueblo, en especial los jóvenes “no pierdan la esperanza y colaboren en la construcción de un futuro de paz y fraternidad”.
El Papa elevó su plegaria a favor de los refugiados, los deportados, los prisioneros políticos y los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como de “todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud”.
Apeló a la inspiración “de los responsables de las naciones, para que ningún hombre o mujer sea discriminado ni pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales”.
También para que “se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica” y, a tal fin, anheló Francisco que “obtengamos hoy la fuerza para perseverar en el bien, hacia el encuentro del bien, que no defrauda”.