Por Catherine Marciano
Ciudad del Vaticano/AFP
Mil detenidos acudieron el domingo al Vaticano, invitados por el papa Francisco, que aprovechó la visita para pedir a las autoridades civiles reducciones de pena y mejoras en la vida de los presos.
Los detenidos, de 12 nacionalidades distintas, estaban todos encarcelados en Italia, salvo 35 presos que viajaron desde España. Seguidos de una escolta muy discreta, participaron por la mañana en la Basílica de San Pedro a una misa especialmente dedicada a su «jubileo».
Aunque algunos de los presentes se hallaban en libertad vigilada o gozaban de un permiso penitenciario, otros cumplían cadena perpetua, como un hombre que tomó la palabra en la basílica sujetando por el hombro a la madre del joven de 15 años, Andrea, al que había asesinado.
«Soy un hombre condenado de por vida, encarcelado desde hace 25 años», anunció este preso de la cárcel de alta seguridad de Opera, cerca de Milán (norte).
«Tuve sentimientos de terror y de rabia hacia el que robó la vida de mi hijo», dijo la madre, Elisabetta, que participó en un programa de encuentros entre víctimas y condenados. «No fue sencillo», reconoció, conmovida.
«Vino a la cárcel a lanzarnos su rabia», contó el detenido. Pero su fe permitió que se acercaran en su «dolor». El pasado mes de marzo, para su primer permiso de salida en 24 años, el asesino de Andrea acudió a la tumba de su víctima y fue acogido por Elisabetta.
El Vaticano invitó a otras 3.000 personas a ese jubileo, incluidos familiares y empleados de prisiones.
El papa, que ha visitado muchas veces a presos, tanto en Italia como en el extranjero, recordó sus sentimientos durante esos encuentros.
«Cada vez que voy a una cárcel, me pregunto por qué ellos y no yo, todos tenemos la posibilidad de equivocarnos», afirmó.
Una sociedad presa del individualismo
«La esperanza es don de Dios», dijo en su homilía, en la que aconsejó a los condenados que «no se encerrasen en su pasado» y abogó por «la reconciliación» con las víctimas.
El pontífice también criticó el difícil recorrido hacia la reinserción. «A veces, cierta hipocresía quiere veros únicamente como personas que cometieron una falta, para las que el único camino es el de la cárcel».
«Se olvida que somos todos pecadores y que a menudo somos prisioneros sin darnos cuenta de ello», dijo el papa, que denunció las «contradicciones» de una sociedad «encerrada» en los prejuicios, los marcos ideológicos, la ley de los mercados financieros y el individualismo…
Pero, como es costumbre en él, el papa argentino guardó sus llamamientos a la sociedad civil para después del Ángelus, que celebró en la plaza de San Pedro tras la misa.
Ahí pidió a las autoridades civiles actos de «clemencia» hacia algunos detenidos con ocasión del Año Santo de la Misericordia y defendió una justicia que «no sea exclusivamente punitiva». También reclamó una mejora de las condiciones de vida en las cárceles para que «respete plenamente la dignidad humana de los detenidos».