Por Kelly Velásquez
Ciudad del Vaticano/AFP
El papa Francisco sorprendió con un mensaje de Navidad a la vez sereno y severo en el que instó a los cardenales a hacerse un «examen de conciencia» ante las quince enfermedades que, dijo, padece la Curia Romana, entre ellas la rivalidad, los chismes o incluso el «Alzheimer espiritual».
Durante su tradicional mensaje navideño a los miembros de la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia, el papa latinoamericano volvió a quebrar moldes y usó sus dotes de pastor original, claro, directo, lleno de humor, para describir los mayores defectos y límites de la jerarquía de la Iglesia.
Como «cualquier cuerpo humano» la Curia sufre de «infidelidades» al Evangelio y de «enfermedades», que hay que aprender a «curar», advirtió Francisco.
Por veinte minutos, tras el saludo formal y tedioso del cardenal Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio, Francisco enumeró «las quince enfermedades» de la Curia, un catálogo de fallas y vicios con el fin de sacudir a la maquinaria de la Iglesia, por años protagonista de escándalos, tanto financieros como sexuales, para lograr así que sea «más armoniosa y unida».
A través de expresiones impactantes, que generaron inicialmente desconcierto entre los acartonados purpurados y altos funcionarios de la Santa Sede, el papa analizó las mayores patologías de la maquinaria central de la Iglesia católica y pidió «reflexión», «penitencia» y confesión», con ocasión del espíritu navideño.
La primera enfermedad que Francisco mencionó es la de «sentirse inmortal e insustituible», sin defectos, privado de autocrítica, que no se actualiza ni trata de mejorar.
«Hay que visitar los cementerios para ver los nombres de tantas personas que se consideraban inmunes e indispensables», comentó.
La segunda enfermedad que citó fue el «exceso de actividad», de trabajo y los invitó a respetar las vacaciones y a dedicar momentos de descanso con la familia, algo que él personalmente no respeta.
La Curia padece «Alzheimer espiritual»
La tercera enfermedad que acecha a los miembros de la Iglesia es la «petrificación mental y espiritual», le siguen el «exceso de planificación y funcionalismo», la «mala coordinación» y lo que llamó el «Alzheimer espiritual», que lleva a olvidar el fervor inicial.
Otra grave patología es la «rivalidad y vanagloria», el vivir en el mundo de las apariencias.
En la lista, el pontífice incluye la «esquizofrenia existencial» de quienes olvidan que están al servicio de personas concretas, que viven una doble vida, se limitan a realizar trámites burocráticos, dependen sólo de sus propias pasiones, caprichos y manías y «construyen a su alrededor muros y costumbres».
«Sanar esa enfermedad tan grave es urgente e indispensable», dijo.
El terrorismo de los chismes desprestigia a la Curia
El tono fue severo en cambio cuando mencionó la enfermedad de los «chismes», la «cizaña», invitándolos a protegerse de ese «terrorismo» por los destrozos que provoca.
Entre las enfermedades incluyó la de «divinizar a los jefes», el ser «víctimas del carrerismo y del oportunismo», de pensar «sólo en lo que se debe obtener y no en lo que se debe ofrecer».
Otra patología es «la enfermedad de la indiferencia hacia los demás» y la de la «cara fúnebre», ya que considera que el religioso «debe ser una persona amable, serena y entusiasta. Debe transmitir alegría», agregó.
«¡Qué bien hace una buena dosis de humor!», recomendó.
Francisco, que rechaza toda ostentación papal, incluyó entre los males de la Iglesia el de «acumular bienes materiales», de pertenecer «a círculos cerrados», así como «la mundanidad y el exhibicionismo».
Respetando el estilo singular de su discurso, el papa argentino recordó que un día leyó que «los sacerdotes son como los aviones, son noticia sólo cuando cuando se caen».
Y concluyó con una advertencia: «Cuánto mal puede causar a todo el cuerpo de la Iglesia un solo sacerdote que cae», dijo al mencionar indirectamente los escándalos sexuales y financieros así como las filtraciones de noticias por parte de miembros de la Curia que marcaron el pontificado de su predecesor Benedicto XVI.
«No tuvo piedad al darle nombre a las patologías que percibe en los ambientes cercanos a él», comentó el vaticanista Gianni Valente.
«Rompió con el estereotipo del ‘papa latinoamericano’ que no conoce la complejidad de la Curia y la cultura europea, críticas que provienen de sus detractores para neutralizarlo», sostiene Valente en Vatican Insider.
Después del discurso, recibido como una ducha fría, Francisco saludó uno a uno a todos los cardenales, en un ambiente tenso, pese a las amabilidades de fachada.
Francisco lleva a cabo desde su elección en marzo de 2013 una profunda reforma de la Curia, que se topa con numerosas oposiciones internas y suscita muchas inquietudes.