Por Catherine Marciano/Shatha Yaish
Ciudad del Vaticano/Belçen/AFP
El papa Francisco pidió el domingo el fin de la guerra en Siria y conciliación para Colombia y Venezuela, en su mensaje navideño «urbi et orbi», en el que recordó a las víctimas de los «viles actos terroristas».
«Es hora de que las armas callen definitivamente y la comunidad internacional se comprometa activamente para que se logre una solución negociable» en Siria, exhortó el papa desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, ante decenas de miles de personas congregadas en la plaza San Pedro de Roma, en su tradicional mensaje navideño «a la ciudad y al mundo».
El pontífice argentino, jefe espiritual de los 1.200 millones de católicos del planeta, pidió «paz» en la «martirizada Siria, donde demasiada sangre ha sido derramada».
«Valentía» en Colombia y Venezuela
Francisco deseó asimismo «concordia» para el «querido pueblo colombiano», inmerso en un proceso de paz para poner fin a más de 50 años de conflicto con la guerrilla.
«Pedimos concordia para el querido pueblo colombiano, que desea cumplir un nuevo y valiente camino de diálogo y reconciliación» dijo el pontífice.
Que «dicha valentía –invitó Francisco– anime también a la amada Venezuela para dar los pasos necesarios con vistas a poner fin a las tensiones actuales y a edificar conjuntamente un futuro de esperanza para la población entera».
Desde su cuenta de Twitter, el presidente colombiano Juan Manuel Santos agradeció al papa por sus palabras. «El diálogo y la reconciliación nos guiarán siempre hacia la paz. Gracias, @Pontifex_es por esas sabias palabras y su bendición para Colombia», escribió el mandatario.
La Santa Sede auspicia las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición, para intentar resolver la grave crisis política y económica de este país sudamericano.
Francisco, que acaba de cumplir 80 años, pronunció este cuarto mensaje «Urbi et orbi» en un contexto de grandes medidas de seguridad tomadas en Europa tras el atentado del pasado lunes contra un mercadillo navideño de Berlín, que dejó 12 muertos.
El pontífice deseó «paz» a quienes «han perdido a un ser querido debido a viles actos de terrorismo, que han sembrado miedo y muerte en el corazón de tantos países y ciudades».
También exhortó a los israelíes y palestinos –cuyas negociaciones de paz están totalmente paralizadas– a «escribir una nueva página de la historia» sin «odio ni venganza».
Tras el atentado terrorista con camión contra el mercadillo navideño de Berlín, reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), el temor a otros ataques marca las festividades de este año.
El sábado por la noche, la homilía para la Nochebuena del papa Francisco –en la que criticó el materialismo de quienes festejan Navidad pensando sólo en regalos– en la basílica de San Pedro se celebró entre fuertes pero discretas medidas de seguridad.
En Belén, lugar donde según la tradición cristiana nació Jesús, unos 2.500 fieles palestinos y extranjeros llenaron la basílica de la Natividad para la misa del gallo a la medianoche. El presidente Mahmud Abas y otros dignatarios palestinos estuvieron presentes.
El arzobispo Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarca latino de Jerusalén y jefe de la Iglesia católica en Tierra Santa, pidió compasión para los refugiados y el fin de la violencia que desangra a Medio Oriente.
Devastada catedral de Alepo
En el norte de Israel, más 25.000 personas participaron en las celebraciones de Navidad en Nazaret, ciudad donde Jesús habría pasado su infancia.
En Estados Unidos el presidente Barack Obama y su esposa Michelle enviaron su último mensaje de Navidad desde la Casa Blanca, subrayando los valores que unen a los estadounidenses, cualquiera sea su fe.
En Siria, la comunidad católica de Alepo celebró la primera misa en cinco años en la catedral maronita San Elías, en la ciudad vieja, dos días después del anuncio del régimen de Bashar al Asad de la reconquista total de los barrios controlados por los rebeldes en la segunda ciudad siria.
Igual que numerosos edificios de Alepo –ciudad convertida en símbolo de los estragos causados por la guerra en el país–, la catedral ofrece un espectáculo de desolación: techo derrumbado, escombros esparcidos en el suelo, bancos derribados…
Pero un pequeño grupo de personas decidió librarse a una tarea de limpieza e instalar un pesebre. «Todos tenemos recuerdos de este sitios, aquí hemos celebrado nuestras fiestas y alegrías. Queremos transformar los escombros en algo bello», explicó uno de los miembros de ese grupo, Bashir Badaoui.