Ética y Política
José M. Tojeira
Si solamente observamos el paso del tiempo, el año nuevo sería siempre más viejo que el que llamamos año viejo. La novedad la ponemos las personas que nos movemos en el tiempo. Pero solo lo conseguimos si logramos que el tiempo, en su sistemático devenir, sea cada vez más humano. Las guerras, el hambre, las desigualdades injustas, cualquier situación social en la que se rebaje la igual dignidad de la persona humana, convierten al tiempo en enemigo, en tiempo viejo y caduco.
El ser humano tiene la capacidad de rebrotar de las cenizas y convertir lo viejo en nuevo. Y por eso, tras un año viejo, podemos plantear aquellas actitudes y políticas que harían realmente nuevo al año que comienza. Si las políticas fracasan o no son tomadas en cuenta, siempre nos queda la esperanza de que nuestras actitudes generosas nos vayan renovando a cada uno y convirtiendo en personas nuevas, capaces de unirse a otras, e ir creando nuevas realidades que consigan al fin, aunque tengan que pasar varios años, que al fin llegue un año nuevo.
Si queremos que el año sea nuevo uno de los primeros aspectos a lograr sería el de que nadie pase hambre en El Salvador. La canasta básica está demasiado elevada para el ingreso de la mitad de los salvadoreños y la sequía del año pasado ha disminuido en el país los recursos alimentarios. La importación de alimentos será necesaria y los precios pueden subir. Pensar en subsidios alimentarios, en aumento del salario mínimo y en servicio de alimentación adecuado en las escuelas públicas, que el año pasado ha sido irregular, son elementos básicos para prevenir una hambruna en el país.
Las amenazas a la salud, con nuevas cepas de covid, con la multiplicación de las neumonías como causa de muerte en niños y ancianos, hace pensar en planes de vacunación universales contra las posibles enfermedades respiratorias. El hambre y la muerte convierten en viejo cualquier año, por nuevo que se le llame.
También haría nuevo al año la generación de un mayor diálogo entre sectores gubernamentales y la sociedad civil e incluso la política. El autoritarismo, la legislación poco debatida con la población, las reservas de información pública, el rechazo oficialista de cualquier crítica al ejercicio del poder envejecen y hacen retroceder al año nuevo a épocas oscuras, obsoletas y ajenas a la evolución democrática de nuestros pueblos.
La no renovación del régimen de excepción traería una novedad importante. Y un sistema judicial más fiel al texto constitucional y a principios jurídicos básicos nos liberaría de esas medidas tan arcaicas y de épocas predemocráticas, como son el invento de delitos no cometidos que se convierten en causa de órdenes de detención, mientras se da libertad a acusados de delitos realmente cometidos. El sistema judicial ha retrocedido en su campo propio, que es el de garantizar los derechos de las personas. Continuar así sería dejarnos en el año viejo.
Una de las grandes apuestas de El Salvador es la de avanzar hacia un sistema de pensiones universal. Sería novedoso que se dieran pasos reales hacia esa dirección. Y en general, tenemos todavía la deuda de impulsar una cultura de paz. La violencia es lo contrario a la cultura de paz. El rasgo más duro de la violencia es el homicidio. En ese campo hemos mejorado.
Pero al combatir la violencia con violencia en vez de con investigación y juicio justo, seguimos manteniendo una cultura que continúa agrediendo a mujeres y niñas, que golpea a los niños en el hogar, que insulta y agrede psicológicamente al que piensa distinto, que trata de superar las diferencias no a través de las leyes sino por medio de la influencia de la fuerza económica, política o militar. Crecer en cultura de paz, de diálogo y de respeto a los Derechos Humanos sería realmente gestionar adecuadamente la novedad del año nuevo.