Fernando Bossi
El 20 de mayo los venezolanos y venezolanas elegiremos, por la vía constitucional y democrática, al nuevo presidente por el período 2019-2025. Por un lado Nicolás Maduro, representando al chavismo, la Revolución Bolivariana y al Plan de la Patria, por otro, los candidatos de la contrarrevolución, aquellos que aspiran a poner freno al proceso de liberación nacional y social que abrió el Comandante Chávez hace ya casi 20 años. No es poco lo que se juega entonces. O la continuidad de la revolución o la vuelta al coloniaje.
Los ataques al gobierno y al pueblo venezolano en su conjunto han sido descomunales en los últimos años, y se acentuaron aún más en lo que va del 2018. Desde afuera y desde adentro la ofensiva ha impactado fuerte, hay que reconocerlo. Los efectos del alza de los precios de los artículos de primera necesidad, el bloqueo financiero, la especulación, el desabastecimiento, el contrabando y la corrupción de la burguesía apátrida –y también de altos funcionarios en puestos claves, como es el caso de PDVSA–, ha deteriorado la calidad de vida del pueblo, más allá de los esfuerzos que hace el gobierno para paliar la situación.
Pero ante esta adversidad, y gracias a la conciencia del pueblo, los enemigos de la Revolución están identificados. Cuando la oposición quiere responsabilizar al gobierno por los males que estamos padeciendo, miles de voces se levantan señalando que los principales responsables de la crisis son los empresarios inescrupulosos, la burguesía importadora y bancaria, el bloqueo imperialista, cierta quintacolumna enquistada en el gobierno y la oposición fascista y vendepatria que no deja gobernar, ni producir, ni convivir en el marco constitucional.
La agresión contrarrevolucionaria ha debilitado al gobierno, le ha hecho perder maniobrabilidad al arrinconarlo bajo el permanente acoso económico financiero. Así, los dueños del gran capital, los políticos venales y una franja de la sociedad permeable al discurso reaccionario, pretenden endilgar todos los males al chavismo evadiendo responsabilidades, como si no fueran ellos los verdaderos gestores del sabotaje económico.
Tal vez lo que se le pueda atribuir al gobierno es la falta de contundencia para atacar a esos sectores parasitarios y expoliadores del trabajo y sacrificio del pueblo, pero precisamente para eso es que la Revolución necesita del voto popular, para relegitimarse y fortalecerse. Los enemigos son poderosos y tienen el apoyo de las grandes potencias imperialistas, más allá del que les brindan los gobiernos entreguistas de la región. No es un enemigo pequeño, sino que es una suerte de Santa Alianza del siglo XXI contra la marcha de la revolución venezolana.
Maduro y el gobierno revolucionario necesitan de un triunfo contundente el domingo próximo. Un triunfo que dé fuerza y musculatura a la Revolución para encarar con decisión las medidas necesarias que pongan freno a la agresión de los enemigos de la Patria y el pueblo. No es que con la victoria electoral se solucionarán de manera mágica los problemas existentes, pero sí, al cambiar la correlación de fuerzas, estaremos en mejores condiciones para enfrentar a los enemigos internos y externos.
Después del 20 de mayo, y de acuerdo a los resultados de la elección, entendiendo que las fuerzas patrióticas se impondrán categóricamente, comenzará una nueva etapa de la Revolución Bolivariana, con bríos renovados y con mayor fuerza y vitalidad para enfrentar a aquellos que priorizan sus privilegios a costa del sufrimiento del pueblo.
Nuevas y duras batallas se avecinan, y es insoslayable acumular poder político para encararlas exitosamente. Desde esta tribuna, el Portal del Alba, recordamos a nuestros compatriotas aquello que señalaba Gramsci: “Instrúyanse, porque necesitaremos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”.