PARA TODO EL SILENCIO DE ESTA MAÑANA
Poemas de Alfonso Kijadurías
Selección Suplemento 3000
A continuación, una selección del poeta Alfondo Kijadurías, quien hace de las letras algo más que una composición lírica, entre metáforas e imágenes pone en manifiesto su talento, del que ya todos sabemos. “Seres que no conozco me saludan, mientras contemplo el domo/y trato de asir tu espacio: cuerpo de la memoria”. Más que símbolos, sus letras se traducen en una escenificación de la realidad, su realidad la que siempre ha plasmado en su obra.
Alfonso Quijada Urías conocido como Alfonso Kijadurías es un poeta y narrador salvadoreño. Nació el 8 de diciembre de 1940 en Quezaltepeque, departamento de La Libertad (El Salvador). Urías ha publicado varios poemas, como la antología «De Aquí en adelante» (San Salvador). Muchas de sus obras son los efectos de la guerra y las realidades de la vida urbana en América Central.
Entre sus logros están, en 1962, ganó el segundo premio en el III Certamen Cultural de la Asociación de Estudiantes de Humanidades de la Universidad de El Salvador. En 1963, ganó el tercer premio en los Juegos Florales de Zacatecoluca. En 1967, ganó el primer premio de poesía en los Juegos Florales de Quetzaltenango en Guatemala. En 1971 ganó el primer premio en la Bienal Latinoamericana de Poesía en Panamá.
En 1981, se trasladó a Nicaragua, y más tarde a México, donde trabajó como periodista. En 2003, ganó el premio Cervantes, conocido como el «Premio de Poesía del Instituto Cervantes».
VERBA
(1998)
Lo que debes recordar es lo desconocido
UPANISHAD JAIMINIYA
OFICIO
Sólo dos cosas sabía hacer: perfeccionar la cenicienta pirámide
del cigarrillo,
y alcanzar la otra orilla del café,
a solas siempre a solas hablaba de la república, el resto era
disfraz calculado en soledad.
Siempre estaba detrás de las palabras.
Tiempo no tuvo, el tiempo se le fue en detener el tiempo,
domeñar la furia de las cosas
y sobre todo desdeñar el esplendor que ciega.
SOBRE UN POEMA DE FERNÁNDEZ DE ANDRADE
Si el tiempo ha de morir en nuestros brazos
en este tiempo moribundo
se cumpla al fin el fin del mundo
y en nosotros perduren sus pedazos.
A LAS DOS DE LA TARDE
Para todo el silencio de esta mañana basta la suciedad de los
corredores
Donde somos la víctima,
La amenaza de todos contra uno; puede que un día cuando todo
esto
/no sea más que el espejo roto
o el tedio de una pobreza honorable, recordar esta casa llena de
/flores y olor a lavanda
donde sufrimos a Rimbaud y nos acodamos en el árbol más viejo
/a aullar el dolor,
a sacar por la boca el corazón como trapo inservible,
donde arrancamos memorias y accidentes con la intención de
/procurarnos algo que no tuvimos.
Nos devoramos junto al hormiguero, nos comimos los ojos. No nos
/queda nada,
esto lo recordarás como la luz de una bombilla decentemente
apagada,
donde exhumamos nuestro aliento, cobijados como dos animales
rarísimos,
verdá que mañana cuando pongas el radio y escuchés aquellas
/canciones de otro país
que no es el nuestro sentirás una vociferación distinta a ésta con
que
trato de meterme y verás como es de pequeño todo esto: las sillas,
el basurero, las puertas, el espejo, y te darán ganas de regresar
/como al origen
de algún deseo dudoso, de algo reprimido por temor a no sé qué.
Estaré como otras veces en la silla de siempre donde suelo
esperarte
/con esa melancolía
aprendida en los corredores sucios, el árbol viejo junto al
hormiguero
y ese espejo limpio por tu mirada. Tantas veces.
ESCRIVIVIENDO
Escribo
Soy una lámpara en medio de la noche
No soy yo quien escribe
Sino la mano esclava de un pensamiento en fuga
Que inútilmente busca un desenlace
Cómo saberlo cuando la vida no termina de vivirse?
El hambre de vivir nunca se sacia
Pasa veloz un tres en la distancia
¿Será la vida misma?
Una muchacha también pasa
Rostro de esfinge
Un pájaro la sigue El Espíritu Santo
Así la vida pasa
Con ella el tiempo
Aunque esté detenido
Así la mano escribe
Sobre la mano esclava de un pensamiento
En fuga
Que inútilmente busca un desenlace!
AFUERA
Afuera el río arrastra las corrientes del tiempo:
hojas, flores y animales muertos.
En su rumor despierto. Lejos escucho los gritos de la gente,
aquellos que discuten de finanzas; aquellos que van
de un pasillo a otro pasillo
señalando el gran día que nunca llegó.
No soy yo quien regresa, sino el otro,
aquel que en le Café se sentaba bajo un árbol a contemplar las
gentes,
mientras sus manos desparramaban migajas sobre la mesa
para el decoro de las moscas pegadas en el vidrio
donde el tiempo reflejó su crisis. Una noticia alarmante.
Un crimen que nadie esclareció.
Afuera el río -no me importa su nombre- sigue su curso furioso.
Toda patria es tu patria. Pasan las gentes, todo un río de rostros.
¿Qué haces a esta hora, sentado y conmovido en este viejo
puente al mediodía?
Oyes voces antiguas diciéndote al oído: regresa.
A donde quiera que vayas es lo mismo.
Pero no seré yo quien regrese sino el otro.
Afuera corre el río, el mismo río, su nombre es diferente.
Seres que no conozco me saludan, mientras contemplo el domo
y trato de asir tu espacio: cuerpo de la memoria.
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