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Para una educación ecosocial de presente y futuro

Marta Guillaumes y Pibernat, Cataluña
Tomado de Agenda Latinoamérica

“Hay que vivir como si ya estuviéramos en el mundo que deseamos construir”. (Anna Bosch Pareras)

Estamos ante una crisis multidimensional en la que la crisis climática y ecológica adquieren especial relevancia. Ahora más que nunca es necesario hablar de descolonizar el mundo y la vida. Una crisis sistémica que refleja la ruptura de los lazos que nos conectan con la Naturaleza y la ruptura de los lazos que conectan a las personas entre sí. Ahora más que nunca es necesario trabajar para retener estos lazos.

¿Qué podemos hacer desde el ámbito educativo? En primer lugar, como decía Paulo Freire, evitando la ocultación de la realidad (desocultación) que impide a niños, jóvenes y adultos formarse de forma real en valores y ciudadanía democrática, tomando conciencia de los problemas reales, informándose con objetividad, opinando críticamente, debatiendo y participando en todo lo que les afecta. La labor no es fácil. Es necesario construir un nuevo horizonte de esperanza, una nueva utopía. No podemos esperar un colapso socioecológico. En lugar de pensar en un futuro distópico, es más que recomendable aprender de la historia y de los errores cometidos. Analizar las dificultades y oportunidades.

El camino es largo, pero el horizonte sigue siendo el mismo: emancipación y libertad. Es necesario explorar espacios entre la radicalidad y el pragmatismo. En nuestro mundo presente la sociedad valora a las personas competitivas, contribuyentes y consumidoras (mundo de las 3C). La educación debería contribuir a revertir esta situación y formar a personas con conciencia ecológica/ planetaria, conciencia de especie, capacidad crítica y capacidad de asumir el cambio (4C). Estos son los pilares para la necesaria educación ecosocial:

1. CONCIENCIA ECOLÓGICA. Niños, jóvenes y adultos deberíamos crecer con la idea de que somos ecodepen-dientes. Es decir, que todos los recursos y bienes que utilizamos para todas nuestras actividades proceden de la Naturaleza. Es necesario para garantizar la continuidad de la vida y tendremos que relacionarnos con la naturaleza de forma sostenible para obtener lo justo y necesario para la vida humana. Tendremos que vivir mejor con menos y donde el decrecimiento material y energético -que ya empieza a ser una realidad- marcará el futuro de nuestra especie. En este ámbito tiene una importancia primordial la educación ambiental.

2. CONCIENCIA DE ESPECIE. 

Niños, jóvenes y adultos deberíamos crecer con la idea de que somos interde-pendientes. Es decir, es imposible pensar en la vida de un ser humano sin ayuda de otro ser humano. Vivimos en cuerpos vulnerables, que hay que cuidar durante toda la vida y por eso se necesitan comunidades con unas relaciones fuertes que garanticen el cuidado. En este ámbito, es imprescindible educar para la convivencia y la paz (trabajo de las emociones y gestión de los conflictos).

3. CAPACIDAD CRÍTICA. 

Niños, jóvenes y adultos deberíamos comprender el pasado y el presente de forma sistémica. Educar para que las personas comprendan los grandes problemas que ya tenemos en el presente y adquiera valores, habilidades y conocimientos que les permitan moverse críticamente. En estos momentos de desorientación necesitamos más ciudadanía crítica y más democracia.

4. CAPACIDAD PARA ASUMIR LOS CAMBIOS. 

Niños, jóvenes y adultos deberíamos desarrollar al máximo la autonomía en nuestra capacidad de tomar decisiones. A través de un proceso permanente de liberación, adqui-sición de soberanía personal y posibilidades efectivas de participación relevante. El proceso educativo debería facilitar la formación personal.

Sólo la formación personal es garantía de: diversidad, divergencia, diferencia, pluralidad y heterogeneidad. En este ámbito es esencial educar para el cambio a través de la metacognición y la autorregulación.

Estos son los pilares para una educación ecosociales de presente y de futuro que debe ser una palanca de cambio. para conseguir un mundo para vivir y para vivir bien todo el mundo. Nosotros y las generaciones del futuro. Una educación que debe fomentar la esperanza, creer que pueden resolverse los retos, gestionar la incertidumbre y no desanimarse cuando las cosas no salen como habíamos previsto.

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