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Rosy Monterrosa, lidereza del caserío El Verdío, cantón San Antonio Grande, El Paisnal, San Salvador. Foto Diario Co Latino/Alfredo Carías

Participación organizada, la fortaleza de las mujeres el caserío El Verdío

Gloria Silvia Orellana
@GloriaCoLatino

Rosy Monterrosa es una lideresa nata; de 22 años, sin acudir a plataformas de Instagram, Snapchat o Tik Tok, y sin considerarse una youtuber o influencer, ella junto a un grupo de jóvenes y mujeres del caserío El Verdío, tomaron conciencia de que la “participación organizada” era la salida para los problemas en común de las más de 45 familias que habitan en su comunidad, en el cantón San Antonio Grande, municipio de El Paisnal, San Salvador.

“Estamos aquí las mujeres en este lugar que llamamos El Chorro (pileta y cantarera colectiva), donde recolectamos el agua, para construir nuestra casa comunal, que está avanzada pero aún falta. Antes, los jóvenes nos reuníamos en las calles y aquí en El Chorro nos reuníamos”, señaló, al comentar que este proyecto unió a la comunidad y en especial a las mujeres de todas las edades.

A 12 kilómetros del casco urbano de El Paisnal, el caserío El Verdío carece de algunos elementos de infraestructura colectiva como un sistema de agua domiciliaria o lugares de recreación colectiva. En plena zona rural, los derechos humanos como la educación, salud, desarrollo social, política y cultura continúan siendo altas aspiraciones para sus habitantes.

Rosy señaló que la situación de alejamiento y apatía de varios comités, al principio, dieron un giro de 90 grados, al conocerse de una donación de cinco mil dólares para la construcción de una “casa comunal”, que las enfrentó a una serie de retos como el económico, porque los fondos no eran suficientes; la división del trabajo por género debido a patrones culturales y soñar en grande por un lugar que les permitiera con dignidad reunirse para buscar soluciones consultadas a sus propósitos sociales.

La construcción de la Casa Comunal del caserío El Verdío, contó con la donación de 5,000 dólares, de las organizaciones UCRES-CRIPDES, y el trabajo de las jóvenes y mujeres de la comunidad. Foto Diario Co Latino/Alfredo Carías

“Hemos luchado y ha sido una experiencia bonita, porque luchamos en conjunto y por igual, y sentimos la motivación que la comunidad cuando quiere algo, nos podemos esforzar por ello. Y esta casa comunal, si bien tiene el aporte de CRIPDES, UCRES, pero también el esfuerzo de las mujeres, ha sido importante en la construcción. Todos los días trabajamos acarreando agua, porque nunca este sector desde que se fundó la comunidad ha tenido agua, que tomamos de un afluente natural. Todas donaron un espacio de tiempo de sus quehaceres para trabajar en la obra. Hemos tenido tropiezos, pero creo que, dentro de unos diez años, este caserío será otro, con la participación organizada de las mujeres”, explicó.

El derecho a la educación es una lucha constante de Ana Daysi Guillén, la maestra del caserío de El Verdío, quien reside en el lugar desde hace ocho años, luego de su traslado de Aguilares, por el Ministerio de Educación. Atiende del primero al sexto grado y la parvularia es atendida por otra maestra, cuyo salario lo paga la municipalidad. No obstante, si los adolescentes quieren estudiar su plan básico, deben caminar 3 kilómetros al centro escolar en San Antonio; y, para su bachillerato, son seis kilómetros a San Francisco, Dos Cerros. Reseña que su primera impresión fue de decepción al verificar que la comunidad estaba en situación de “olvido”, por lo que tomó como primera medida reunirse con las mujeres y la niñez del lugar, para buscar coincidencias en cuanto a la educación. “Muchas mujeres sufrían violencia intrafamiliar por parte de sus compañeros de vida, que no las dejaban salir a las reuniones, pero luego vino UCRES-CRIPDES, que dio las charlas de organización y todo el proceso de derechos de las mujeres, y comenzamos a pedir proyectos. Se logró una cancha e Iglesia que se logró en el 2015, lámparas en las calles en el 2016. Y, luego, fue la casa comunal, que nos vimos en la obligación de reunirnos y con el trabajo de todas se hizo una casa provisional. Con la donación de los 5,000 dólares de UCRES-CRIPDES empezamos a trabajar; claro, tuvimos que hacer rifas, ventas de comida y otras actividades para obtener más fondos y fue así como tenemos una obra casi terminada”, señaló.

Para Felicia Mijango, presidenta de UCRES-CRIPDES, la culminación de la casa comunal de El Verdío es el resultado de la organización que tienen las mujeres de la comunidad, quienes desafiaron la diversidad de obstáculos que se les presentaron a lo largo de la obra. “Aquí, en esta casa comunal, podrán las mujeres, los jóvenes y la ADESCO realizar sus reuniones en un lugar digno, también las formaciones colectivas en derechos humanos, que fue interesante por la violencia que vivían las mujeres en ese momento. El proyecto de Ciudadanía Activa y Fortalecida y Promoviendo una Cultura de Paz y la Prevención de Violencia se apoyó al caserío El Verdío y ahora la comunidad va desarrollándose”, manifestó. Las aspiraciones de los cambios a futuro para El Verdío, reflexionó Rosy, son respaldadas por un grupo de 30 jóvenes de la comunidad, quienes esperan un cambio en la calidad de vida de todas las familias.

“Existe una diferencia del antes y después en la comunidad, hay participación de hombres, pero la mayoría somos mujeres; y somos las mujeres las que gobernamos en el caserío. Estamos empoderadas y estamos luchando para sacar adelante nuestra comunidad, y son más jóvenes los que se están sumando, porque no perdemos el tiempo, buscamos desarrollo para la comunidad. Entre las metas que tenemos, es que los niños cuenten con un parque, un lugar recreativo y tenemos un sector por la casa comunal. Y en un futuro una cancha de básquetbol. Queremos, también, calles que no parezcan quebradas, sino pavimentadas; sabemos que estamos en la zona rural, pero nos merecemos esos derechos”, puntualizó.

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