DAR
Arthur C. Piepienbrink, pharm click F.R.C.
(La aplicación del contenido de este trabajo es más que oportuna para todos nosotros en esta época de Navidad, prescription cuando afloran al corazón los mejores y más puros y nobles sentimiento).
Dando retribuimos al Cósmico
Como seres humanos, hechos a imagen y semejanza de nuestro Creador, tenemos por excelencia la facultad de hacer uso de nuestro propio libre albedrío para disponer de aquello que el Cósmico ha puesto a nuestro servicio, no sólo utilizándolo para nuestro beneficio personal, sino también compartiéndolo o cediéndolo para beneficio de otros.
La acción que comprende esta segunda alternativa, potestad que poseemos por naturaleza, se expresa con la breve palabra de tres letras: Dar.
Dar es compartir las bendiciones que disfrutamos en la vida con otros a quienes también pueden serle de utilidad. Dar es entregar parte de aquello que nos es permitido gozar, con quienes quizá no disfrutan de semejante privilegio. Dar es conferir el gusto, el agrado, la satisfacción de algo personal que hemos recibido, con otros que de lo mismo, tal vez carezcan.
Y siendo aquellos otros con los que podemos compartir los dones recibidos, parte del Cósmico, tal como lo somos nosotros mismos, lo que realmente hacemos al dar algo es retribuir al Cósmico, a través de sus criaturas, parte de lo mucho que nos ha brindado. En otras palabras, al retribuir al Cósmico con verdadero desinterés, con sincera complacencia, estamos obrando en armonía con la Ley natural.
La naturaleza a su vez nos a abundantemente, con esponåtaneidad, sin escatimarnos nada; nos provee sin restricción con la amorosa ofrenda de todos sus dones y maravillas. Nos da por igual de la más generosa de las maneras que es la que el Cósmico utiliza para dar a sus criaturas, a fin de que nosotros, estudiosos observadores de sus leyes, la emulemos aplicándolas personalmente, cada uno en su medio y en su ambiente…
Sin embargo, hay quienes afirman que no ejercen la potestad de dar por no tener nada que ofrecer. ¡Qué lejos están ellos de la verdad! No necesariamente la acción de dar se refiere al patrimonio o peculio del donante, que bien puede ser escaso o insuficiente.
¡Hay mucho dentro de nosotros mismos que podemos dar!
Cosas simples que todos podemos dar
La palabra de aliento, la mirada de comprensión o compasión, la palmada de estimulo, la sonrisa de entendimiento, la caricia de afecto, son algunos de los actos casi intangibles que, usados amorosa y adecuadamente, tienen un valor mayor que el de cualquier bien material, sin tener siquiera un costo de esa índole. Adicionalmente, poseen en sí mismos el efecto que da lugar a una sensible reacción –intrínseca–, pues al darlos provocan mínimamente un íntimo brote de simpatía por parte de quien los recibe, que no es otra cosa más que la armoniosa resonancia de la ley… aunque a veces el humano sentimiento del orgullo, hace que ese brote aflore bajo el disfraz de un gesto de desconcierto o de una cierta expresión de indiferencia o incredulidad.
Y asimismo, a imagen y semejanza del Creador, de cuyo pensamiento finalmente somos manifestación, nos es dado como seres pensantes, vivientes y semejantes, poder dar para otros los mejores, más sutiles y más elevados pensamientos, tal como lo acostumbramos a hacer desde a intimidad de nuestro santuario o durante los sagrados rituales que se imparten los templos, enviando a todos lo mejor, lo más positivo que haya en nuestro interior o en nuestra mente.
Si bien al dar, en sí mismo es ya un importante elemento del mecanismo para el cumplimiento de la ley natural, hacerlo con desinterés, con verdadero y natural desprendimiento, sin mayor pretensión ni espera de respuesta alguna, tal como lo hace el donador anónimo, es como vibrar en la más altas octavas de la escala del teclado Cósmico.
“Sal y busca donde aquello que puedes dar o hacer sea una bendición para alguien o para muchos”, se dice en uno de los preceptos del Código Rosacruz de Vida. “Aprovecha cada oportunidad que se te presente de dar con el máximo de impulsividad”, afirma otro precepto del mismo código.
El dar purifica el corazón y alimenta el amor a Dios. Quien da silenciosamente, sin esperar ningún resultado, emula al Cósmico con su acción, acercándose más al Dios de su corazón, al que mora dentro de cada uno de nosotros.