Pasó el tiempo y cantó el Jilguero, pasó el tiempo y lloró el río.
Pasó el tiempo y amaneció de nuevo, cascadas de luz estallaban en los arboles
Amaneció de nuevo, me vi al espejo, había envejecido mi cabello era blanco como la nieve, desperté, desperté y el tiempo me habló al oído; las flores de la juventud ya se fueron lloré, lloré por el tiempo perdido, las rosas de mi jardín me hablaron, una era blanca y decía: que venga la paz que venga el amor, otra que era roja: cuanta sangre, cuanta sangre los pericos pasan por las tardes y van alegres con sus jerigonzas de júbilo y de alegría como si nada estuviera pasando recordando a Alfredo Espino. Tu silencio es espada dolorosa y cruel para mi alma atormentada son cosas que el alma sueña por la poesía y sus rosas y mi alma se empeña.
Tus desprecios son puñales, tu silencio es cruel me lastima me hiere pero después de todo mi alma por ti, ni por nadie será domesticada.
Carlos Andrés Villacorta
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