Mauricio Vallejo Márquez
Escritor y Editor
suplemento Tres mil
Al poner un pie fuera de mi casa para enfrentar el día, veo que la vida sigue su rumbo en lo que denominamos patria. Y me pregunto: ¿amamos de verdad nuestro País? ¿Buscamos su bien? Cuestionamientos que me llegan porque vamos a celebrar de nuevo la gloriosa independencia de Centroamérica, ciento noventa y ocho años de haber dejado de ser colonia española; aunque en realidad El Salvador es Estado libre desde el 12 de junio de 1824. Con cuanta emoción he escuchado algunos llamarse nacionalistas y patriotas, pero cuando observamos sus actos y la consecución de sus cargos no se refleja coherencia entre lo dicho y lo hecho. Muy lejos de las acciones de los verdaderos patriotas que en 1811 iniciaron la insurrección en nuestras tierras.
Quizá sencillamente los salvadoreños en realidad no somos patriotas, no al menos como lo define la Real Academia Española de la lengua: “Persona que tiene amor a su patria y procura su bien”. Esto quiere decir que sean grandes o pequeñas sus acciones, la ama; no se limita a solo decir que la ama. ¿Amor? Verbo valioso que involucra a la vida, al crecimiento, al sacrificio y a tantas cosas más. Una madre ama a su hijo, le da a luz con dolor y con amor. Una madre se sacrifica por su descendencia. Un padre antecede sus deseos a las necesidades de su vástago. Un amor de pareja funda un hogar. Amor es entrega, es querer ver las cosas bien, es aportar para enmendar lo torcido y comprender las causas para mejorar. Amar es actuar como decía en una canción un cantante guatemalteco.
La mayoría estamos ausentes de corregir las líneas torcidas y no nos involucramos en proyectos de país. Aunque hablar o escribir resulta fácil. Cuando gana una elección un candidato que no es del partido de nuestra preferencia no lo apoyamos y viceversa. Recuerdo que hace una década, un vecino me dijo: “como ganaron los del partido X ahora vamos a ensuciar más”. Hasta la fecha me sigo cuestionando sobre esa afirmación, porque es lo que vemos a diario: una apatía y una confrontación. Cuando habitamos en la misma tierra. El destino de la ciudad en la que vivo debe interesarme, ya no se diga el país de donde el pasaporte dice que nací.
Definitivamente no amamos a nuestra nación. Ni siquiera lo suficiente para quererla, porque sabiéndola enferma y con tantos problemas apenas vegetamos en ella dejando pasar los días, sin involucrarnos para cambiar las cosas, y dejando que individuos sin moral y sin amor a la patria tengan puestos públicos y sean los que decidan nuestras leyes y el convulso destino de esta nación, muchas veces procurando saciar sus intereses personales y enriqueciendo sus cuentas bancarias.
Es posible que la modernidad y la globalización tengan la culpa, pero la verdadera culpable es el egoísmo y la apatía. La gente piensa únicamente en sus intereses, olvidan lo colectivo; mientras que otros pasan por alto que la gente tiene necesidades y hambre (y con el estómago vacío es difícil pensar). Y todo se resume a que cada bando le arroja la culpa al otro, como si buscar culpables es la solución a los problemas. Vaya ironía cultural.
Ser patriota no se resume con gritar a todo pulmón el Himno Nacional en un partido de fútbol o en gloriarnos de los datos negativos con los que se conoce en el exterior a nuestro convulso pulgarcito. Ser un patriota es amar a la patria, estar dispuesto a colaborar para que sea mejor. Ser un verdadero patriota es decir presente por la patria con el deseo genuino de erradicar la pobreza, la miseria, la delincuencia, los problemas ambientales juntos como lo que somos: compatriotas. Ser patriota es sembrar un árbol y contribuir en el lugar donde estás. Pero, sobre todo es educarse para aceptar lo bueno y no solo señalar lo malo sin buscar soluciones o generar propuestas.
Un patriota no despide a una persona por pensar diferente, aprende a avanzar junto a esta y a entenderse. El genuino amor a la patria consiste en aceptar y tolerar porque somos un colectivo diverso de colores y pensamientos que hemos nacido en este país para caminar juntos en lo que nos enseñaron a llamar patria. Entonces, seremos patriotas.