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Pedro Declerq tocó y transformó vidas en su paso por El Salvador. A ejemplo de Jesucristo, try capsule hizo vida el Evangelio que manda a amar al prójimo como a uno mismo, a través de su servicio, su solidaridad, su entrega y compromiso con cada persona que conoció.
Ayer, en el lugar conocido como El Despertar, en San Antonio Abad, cientos se dieron cita para decirle, no adiós, sino “estás presente siempre” a su amigo, maestro y ejemplo. Desde políticos, diplomáticos, funcionarios, hasta las comunidades que acompañó coincidieron en que tras su partida, el religioso está más vivo en los corazones de quienes le conocieron.
Nidia Díaz, diputada y miembro de la Comisión Política del partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), conoció al padre Pedro en los albores de los años setenta, en Acción Comunitaria Universitaria, posteriormente, se reencontraron hace 23 años y su amistad creció porque compartían el ideal de que un mejor país es posible por lo que el sacerdote estaba presente donde fuera necesario. “Lo encontrábamos en todos lados con su presencia humilde, sencilla, que transmitía serenidad y compromiso”, dijo Díaz
Según dijo, Declerq es una figura importante para ella y para los miembros del Frente que le conocieron: “para mi y para todos mis compañeros del FMLN, el padre significa vida y como él mismo dice, “no muero, entro a la vida” y ese es el compromiso de seguir su ejemplo, su compromiso, su amor profundo a El Salvador. En 47 años, que acompañó la lucha del pueblo salvadoreño, en sus distintas etapas, construyó una consciencia de identidad salvadoreña entre las comunidades, creó una espiritualidad de compromiso, de liberación”, indicó.
El religioso vivió persecuciones y en la lucha contra la dictadura, contra la opresión, él estuvo junto a las comunidades, acompañó en el proceso democrático, que inició con los Acuerdos de Paz, en la lucha de las comunidades, Declerq fue testigo y compañero, recordó la diputada. “Es un ejemplo, también nos ayudó a preservar la memoria histórica y estuvo en todos los eventos conmemorativos, pero también fue un gran internacionalista, solidario y el pueblo lo hace suyo, como salvadoreño”, indicó.
Liduvina Magarín, viceministra para los Salvadoreños en el Exterior, fue una de las sobrevivientes de la masacre de las Tres Calles, en 1975, recuerdo triste de hace 40 años que conmemoraron este 2015. Según recordó, fue el padre Declerq quien les animó a recobrar la memoria histórica de ese episodio y otros hechos de barbarie contra la población.
Para la funcionaria, este hecho y su testimonio de vida son irrepetibles: “Un gran legado que nos deja, nos deja una vara muy alta que es difícil superar, pero hay que tratar de seguir su ejemplo, su valentía, su alegría, sobre todo, tenía un espíritu tan alegre, tan feliz, tan satisfecho de haber hecho lo que consideraba lo justo, lo correcto, lo necesario, el estar con la gente, conocerlo para mi fue una gran bendición”, expresó.
Jorge Méndez, feligrés católico de 73 años, conoció al padre hace 40, llegó al Despertar para despedirse del hombre que le mostró por primera vez las palabras del evangelio. “Por eso vengo a verlo, porque con él empezamos a platicar de la Biblia y la empezamos a trabajar y me enseñó, yo no conocía la Biblia todavía y con él aprendí”, dijo.
Igualmente, llegó a despedir al padre, la embajadora de Cuba, Ileana Fonseca, quien se manifestó conmovida por el ejemplo de Declerq: “Por sus referencias, por el aporte y muy particularmente por su solidaridad con la causa de los pobres, con las causas justas de los pueblos, de nuestra Cuba, de nuestra revolución, el aporte que hizo por la liberación de nuestros cinco héroes y otros procesos asociados a la revolución cubana, nunca la vamos a olvidar”.
Con la partida de Declerq, el sacerdote Rogelio Ponceles no sólo perdió a un compañero, sino a un hermano: “él para mi ha sido un amigo, un hermano, y debo reconocer que ha sido una fuente de inspiración y motivación”. “También fue mi maestro, animándome a seguir en el camino del servicio al pueblo pobre”, dijo.
Ambos sacerdotes nacieron en la misma región, en Bélgica, pertenecían a la misma diócesis, donde gracias a la visión de un obispo progresista, entendieron que el Evangelio solo se hace vida en la medida que se sirve a los demás.
“Él decía que era obispo de la iglesia universal, a sus sacerdotes les daba luz verde para ir a cualquier continente del mundo, entonces, nosotros optamos por El Salvador y por las circunstancias de la vida otra vez los dos juntos, hemos trabajado muy cerca uno del otro, sirviendo al pueblo salvadoreño”, aseveró.
“Desde la fe vemos ahora al padre Pedro más presente que nunca, presente en nuestros corazones, en nuestra mente y sobre todo en nuestra práctica porque la mejor manera de homenajear al padre Pedro es siguiendo su ejemplo, atendiendo, apoyando y fortaleciendo a las comunidades eclesiales de base que constituyen una iglesia inserta en la realidad del pueblo, una iglesia comprometida con el pueblo, que anuncia, que hace presente el reino de Dios que nosotros entendemos como la transformación radical del mundo a partir de los valores del Evangelio”, concluyó.