Óscar Sánchez,
Epistemólogo e investigador
Max Weber (su apellido se pronuncia Véber), sociólogo e historiador alemán (1864 -1920), es considerado en la actualidad como uno de los fundadores de la sociología moderna, junto con su compatriota Karl Marx y el francés Emile Durkheim.
Para muchos estudiosos de las ciencias sociales no se descarta la influencia de Weber en el pensamiento de Gyorgy Lukács, uno de los filósofos marxistas más reconocidos que nos arrojó el siglo XX y el cual presentamos en varias entregas en este suplemento cultural el pasado mes de agosto de 2017 y el cual intitulamos: “Comentarios de la autocrítica de Lukács a su legado intelectual y político hasta llegar a su etapa marxista”.
“La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, publicado en 1905, se convertiría en su libro más importante leído hasta el momento.
Tomando apuntes de una de las clases que desarrolló en agosto de 2016 el profesor Juan Antonio Estrada Díaz, filósofo, teólogo maestro y sacerdote jesuita del cual he tenido el privilegio de ser su estudiante, para entender a Weber –específicamente su teoría sociológica de la religión- hay que penetrar a la crítica que le hace Weber a la teoría de la religión de Marx; discernir la relación establecida entre economía y religión (puntualmente la articulación entre capitalismo y protestantismo), la religión en China e India y finalmente, la religión como institución y carisma como formas de dominio social.
Para entender la teoría de la crítica de la religión hay que partir del marxismo, ya que el núcleo de la sociedad hay que buscarlo en la economía (no en lo social, ni en lo cultural u otras áreas o dimensiones de la realidad). La economía tiene que ver con la productividad, por lo tanto, un cambio en la economía afecta a la cultura, a la sociedad y a la religión.
Weber compara a la sociedad con un edificio (constituido por una infraestructura –fundación o base- y una superestructura). Toda la sociedad está montada en la economía (la base), por lo que podemos suprimir elementos de la sociedad (entre ellas la religión) sin dañar al edificio.
Para Weber la religión es un epifenómeno (cuyo significado etimológico es: fenómeno que se da “por encima” o “después” (epi) de otro al que consideramos principal, y al que se asocia sin que pueda afirmarse que forme parte esencial de él o que tenga influencia sobre él). Cuando se refiere a epifenómeno lo que Weber pretende decir es que la religión es un fenómeno secundario de la sociedad, lo primario es lo económico.
Según Weber la sociedad está mal organizada, si organizamos bien la sociedad desaparecería la religión.
Weber acepta el planteamiento de Marx de que lo fundamental en toda sociedad es lo económico. La cultura tiene un flujo limitado en la economía, por lo que hay que hacer es acelerar procesos de la sociedad. Weber identifica tres críticas del marxismo a la religión que son de tipo filosófico, político y económico.
En lo filosófico la religión es un saber subdesarrollado, pre-científico y por ende un mal conocimiento; en lo político supone influencia de la ilustración, la religión es alienación, el hombre pone interés en el más allá (sobrenatural), se olvida del más acá (natural), no hay interés de cambiar la realidad, hay un conformismo social. Cuando Marx hace referencia de que “la religión es el opio de los pueblos”, lo que intenta decir es que el opio no cura la enfermedad, sino más bien mitiga los dolores, por lo tanto la religión es determinante para la complicidad social. Respecto a la crítica económica, Weber es de la idea que la religión es una abstracción al igual que el dinero. El hombre abstracto está perfeccionado a Cristo.
Continuará en la próxima entrega.