Sé que este tema (caso de Noruega) es tan viejo como el mundo y cada quien tiene una concepción personal de ello. Es un concepto que ciertamente nos obliga a reflexionar y a meditar acerca del sentido de la existencia y de nuestras relaciones interhumanas e incluso más allá de éstas.
Ningún religioso, ningún teósofo, ningún ser pensante escapa de esta reflexión. Incluso aquellos que llamamos ateos, desde muy temprana edad, se han enfrentado a esta noción del perdón, de un lado o de otro de la línea. Eso forma parte de la condición humana, de nuestra naturaleza y muy a menudo, nuestras convicciones se mezclan, se relacionan una con otra, o una deriva de la otra.
Pensamos: perdón-venganza y disculpas-rencor / separación-reencuentro / incomprensión-comuni-cación / odio-amor, etc. Quizá deberíamos saber hacer una selección y tener en cuenta las cosas en lugar de reducir todo en el perdón, aunque éste puede revelarse como un medicamento que alivia. ¿No podemos simplemente no dañar, incluso a quien fue o es el enemigo del momento o de siempre, sin evocar por eso el perdón? Por mi parte, creo que podemos ser neutrales, y dejar que la vida y el karma se encarguen de eso. De cualquier manera, eso es lo que sucederá, se utilice o no la palabra “perdón”.
Pienso que el perdón concedido, incluso muy sincero, y viniendo de lo más profundo de nuestro ser interno, de nuestra parte más benévola, no borra nada o casi nada. Si una verdadera toma de consciencia podría cambiar a alguien que cometió un acto grave o malévolo, él se queda solo en este nuevo camino: el de la redención. Lo que no hay que hacer, para nuestro propio bienestar y el de los que nos rodean, es mantener pensamientos de odio o proferir palabras de la misma naturaleza. Actuando de esta manera arruinamos nuestra vida y la de las personas que queremos, generando vibraciones negativas que contaminan nuestro entorno. Este envenenamiento mental es una victoria más en el haber de aquel o aquella que nos ha dañado.
Por sus frutos los conoceréis
Se dice que se juzga a un árbol por sus frutos; eso es a menudo verdad. Entonces la mejor réplica a los insultos, la mejor respuesta a la injusticia –crean en mi experiencia—es lo que podemos globalmente llamar “la fuerza del alma”. El tiempo pasa, las pruebas de la vida nos forjan, y si sabemos hacer frente, avanzar con rectitud y valentía, entonces la imagen que daremos a nuestro enemigo será tan perturbadora como cualquier otro acto de venganza, y posiblemente lo lleve a reflexionar sobre su propia vida, incluso en sus fracasos. ¿Tal vez entonces se perdonará a sí mismo por sus pasos en falso, sus maldades, inclusive su crueldad?
El ejemplo que ustedes darán a su alrededor, su comportamiento en general, su plenitud, incluso su éxito en uno o en varios aspectos, serán tantos testigos que abogarán a su favor, en caso de necesidad. Mientras más estén bien interiormente, más grande será su victoria sobre el mal, y esto sin violencia, sin gritos, sin actos de venganza.
Para volver más directamente al famoso perdón, pienso que no estamos en la obligación de perdonar, tal como se entiende en general, pero que nuestro comportamiento debe ser lo más neutro posible para que se cumpla la Ley Cósmica de manera natural. Además, si la persona que espera nuestro perdón se siente un poco incómoda porque no lo ha obtenido, quizás sea mejor así para el trabajo interior que ella debe realizar. Algunas dificultades u obstáculos pueden ser interesantes e incluso una ayuda.
Queridos amigos, espero que no los haya disgustado por mis palabras que sólo son reflexiones personales, los frutos de mis observaciones y, en ningún caso, impuestas como verdades absolutas.
Sé que esta opinión del perdón, sabiduría eterna, y siempre presente en la mente humana en general y en la mente del místico en particular, no es muy ortodoxa, ni conforme con lo que están acostumbrados a escuchar o podrían haber aprendido, incluso dentro de nuestra Orden.