Anna Delmy Amaya Aguilar,
Escritora y poeta
La cabellera negra, larga y sedosa de Lolita, sobre su caminar, atraía las miradas escruta-
doras de los hombres, Juan Matías no fue la excepción.
Desde el umbral de la catedral de la ciudad, la observé y quedé impresionado-“Vaya, ¡Qué mujer! ¿Quién será? ¿Dónde vivirá?” y decidí seguirla para cerciorarme hacia donde se dirigía”.
Ella caminó hasta un autobús. No pude resistirme y logré subirme al mismo autobús
Con mucha delicadeza me presenté y le expresé mi admiración por su belleza. Ella agradeció el cumplido: “Gracias, en la próxima parada me bajaré”
–Disculpe “señorita” voy a dejarle mi tarjeta personal y le ruego que, en cuanto tenga tiempo me llame. Lolita recibió la tarjeta y se comprometió a responderme.
Al llegar a su casa, Lolita leyó detenidamente la tarjeta donde se leía el nombre, Juan
M a t í… as, Ci…Ci..C- i- c a- ll… no se entiende…CICALLI, SÏI, Roma, Italia.
Guardó, automática y delicadamente la tarjeta en el lado izquierdo de su sostén, (“ noo”) y con un nuevo impulso la guardó en la gaveta de la mesa del comedor, donde guardaba las cucharas , cuchillos y llaves.
Al despertarse, el día martes por la mañana, su primer pensamiento: el Señor de la tarjeta
Y se le venía el perfume que él usa, los ojos grises, las mano que el pasó sobre sus hombros en el asiento del bus. ¡Ay Dios mío!, Bueno lo llamaré.
–Halóo soy la muchacha a la que le dio la tarjeta en el bus..
Concretaron el encuentro. La mañana era cálida, como suelen ser las mañanas cerca del mar, (ella habitaba cerca del malecón). Decidió asistir a la cita con el desconocido. Su caminar era rápido y ansioso, en cada paso divagaba con curiosidad sobre el extranjero; pensaba en un posible trabajo que le ofrecería, mientras el viento soplaba su cabellera espesa. Llegó al lugar de la cita; él la esperaba justo ahí, en una cafetería de la Plaza León. Cuando la vio se paró y le puso las manos en los hombres mientras ella se sentaba, un enorme corrientazo la invadió toda, toda, toda. Lolita sintió la suavidad de su gesto y de sus manos. A lo largo de la conversación notó un anillo de piedra amarilla en el dedo anular de su mano izquierda y un reloj de los que nunca había visto y pensó: Qué bonitas manos tiene. Juan Matías le ofreció un café. Y como era natural le agradeció su presencia y le preguntó su nombre, “ mmm no se lo pregunté la vez pasada” pensó.
Me llamo Dolores, pero en mi casa me dicen Lolita
–Dígame, ¿en qué puedo servirle?
–Mira, Dolores, estoy impresionado por tu belleza ¡Esa sencillez tuya me encanta! Y de manera modesta debo decirte que tú eres la mujer de mis sueños, la que siempre pensé encontrar en algún lugar del mundo, por eso me he atrevido a seguirte para ofrecerte mi amor y la felicidad que te mereces. Dentro de un mes regresaré a mi patria y te pido que te vengas conmigo, te daré todo lo que puedas desear,
Disculpe señor, pero yo no ando pensando en eso, si me decidí a venir fue porque pensé que se trataba de otra cosa. —él guardó silencio—y mirándola fijamente a los ojos le dijo:
— Vámonos, te haré feliz
–Disculpe, pero yo no me esperaba ésto, si me decidí a venir fue porque creí que se trataba de otra cosa, de algún trabajo. Él guardó silencio. y mirándola fijamente a los ojos le dijo:
Vámonos, te prometo hacerte la mujer más feliz del mundo, pero si te he ofendido, discúlpame. Perdóname hija, perdón
–Pídale perdón a Dios, Con su permiso, dejó la taza de café a la mitad. Él la vio alejarse con su característico caminar y su cabellera moviéndose rítmicamente, sobre la espalda
Juan Matías, se quedó lívido, cabizbajo, apretando los puños y las mandíbulas, ruborizado y nervioso…Perdóname Señor mío, dijo- con voz entrecortada; sin embargo se sentía más encendido, después del rechazo. Nunca había encontrado una mujer tan atractiva y dulce como ella.
Se habían cumplido 20 días después de la cita. Lolita sabía que sólo quedaban dos días para que Juan Matías regresara a su país.
De momento sonó el timbre del teléfono móvil de Juan Matías
Halooo – dijo con el corazón acelerado- Soy Lolita, he decidido aceptar su propuesta.
–Muy bien, te espero en el mismo lugar, para ultimar detalles sobre tu boleto, fechas y otras cosas.
–Ahí estaré dijo Lolita, impresionada
La mañana estaba luminosa y el sacerdote italiano también.