Carlos Girón S.
Entre las tantas falsas, vacuas y utópicas ideas y promesas que se barajan en las campañas previas a elecciones de las que sean, presidenciales, parlamentarias o de concejos municipales, se está escuchando y leyendo en las propagandas impresas, radiales y televisivas para atraer el voto ciudadano, la de hacer de nuestro país, El Salvador, “un país nuevo”. Es ridícula simplemente tal propuesta o promesa, por lo inconcebible de que ese “nuevo país” tuviera “gente nueva”, territorio nuevo, recursos naturales nuevos, establecer relaciones diplomáticas y económicas nuevas con otras naciones; una agricultura y otros medios de producción de bienes para el uso y beneficio de las personas, en fin. Eso sería crear o hacer un “nuevo país”, algo así como sacarlo de la nada.
Con esa clase de ofrecimientos y promesas falsas y ridículas, quienes las enarbolan y van blandiéndolas por todos lados, queriendo engañar a la gente, parecen querer presentarse como nuevos mesías que vienen a despertar entre la gente nuevas esperanzas de un nuevo amanecer y un mañana más promisorio y feliz para todos.
Ofrecer trabajos “nuevos” es también otro ofrecimiento y promesa vacíos al dar la idea de que nuestra gente no trabaja, que se la pasa en la holganza, o esperando que lleguen a buscarla y rogarle que vaya a un trabajo. Todo el mundo tiene la inteligencia suficiente como para idear formas de ganarse la vida, si no le es o no le ha sido posible estudiar una carrera profesional o técnica, y este es el caso de la inmensa mayoría de personas. Sin embargo, se las ingenian para buscar y encontrar un empleo o crear una propia ocupación, un negocio incipiente que no requiera una mayor inversión de dinero. Y en todo caso, hay ahora en nuestro país cantidad de instituciones financieras y bancarias que posibilitan la obtención de un crédito con bajos réditos, para establecer un negocio o fortalecer el que ya se tenga. Por eso no tiene ningún sentido ni razón el triste caso de las grandes caravanas de inmigrantes que se aventuran a viajar hacia el Norte con la pretensión de penetrar en los países de esa región y lograr fácilmente medios de vida abundante. El precio que están pagando los integrantes de esas caravanas humanas es totalmente desproporcional con las utópicas ganancias que sueñan alcanzar. Los niños principalmente son una lástima por el tremendo sufrimiento que están pasando.
Ahora bien, para que se trate de un “nuevo país” sería preciso formular una Constitución Fundamental en la que se basen las normas para regir los destinos del “nuevo país”: asimismo, integrar nuevos órganos institucionales que lo rigieran: crear organizaciones de atención a las necesidades públicas, como son infraestructura, entidades que velen por la salud, que beneficiaran a los sectores mayoritarios más necesitados, como una Ciudad Mujer… sistemas de jubilación y pensiones novedosos.
Antes de todo eso, tal vez sería necesario, imprescindible y urgente crear una escuela para la formación de políticos e impartirles cátedras de rectitud, honradez, probidad, de escrupulosidad, que sean capaces de resistir la tentación de robarse los tesoros de la Nación que pertenezcan a los habitantes; despertarles o inocularles células de una vocación legítima y auténtica, sólida, de servir, servir a los intereses de los ciudadanos y del Estado y no prevalerse de sus posiciones para imponer sus caprichos y veleidades en la conducción y decisiones que encaminen al país en la dirección correcta.
Como “nuevo país” sus imaginarios gobernantes tendrían que acudir de inmediato a buscar el reconocimiento de los demás países del mundo, y también gestionar su inclusión en las organizaciones internacionales como la ONU, la UNICEF, la OPS y OMS, etc.
Si no fueran pura cháchara las promesas, propuestas y planteamientos que los aspirantes a gobernar nuestro país, ellos podrían primero que todo sentarse a reflexionar en todas estas cuestiones que implica el querer cumplir después lo ofrecido, las promesas.
Además, que se toquen la conciencia y vean si tendrían derecho legítimo a ser gobernantes de un pueblo como el salvadoreño, digno, inteligente, valiente, espartano, es decir, si se sienten verdaderamente conciudadanos natos, oriundos del terruño y no foráneos, postizos, advenedizos. Para ello hay que insistir en que debería exigírseles que presenten públicamente su partida de nacimiento debidamente certificada por abogados honestos, que no se vendan ni plieguen ante el brillo del oro…
No, no es así nomás ni fácil pretender hacer una nueva Nación como lo anuncian los falsos candidatos mesiánicos.