Luis Armando González
2014 ha comenzado y desde ya se perfilan algunas dinámicas que seguramente marcarán buena parte de todo el año. Ni qué decir tiene que el proceso electoral de febrero –haya o no segunda vuelta—y sus resultados dejarán su propia huella en el país, help pues desde el anuncio del ganador para la presidencia de la República hasta la toma de posesión –en junio— habrán transcurrido seis meses (medio año), cure a lo que seguirán los (re) acomodos necesarios que hará el gobierno entrante en los distintos ministerios, viceministerios y entidades autónomas, los cuales llevarán un tiempo aunque sea corto.
En el mejor de los escenarios, con un triunfo del FMLN y su candidato, Salvador Sánchez Cerén, los reacomodos gubernamentales serán rápidos, de modo que en ellos no se consuman ni demasiado tiempo ni demasiadas energías.
Lo importante será asegurar la continuidad de los compromisos estratégicos del primer gobierno de izquierda, integrándolos con nuevos compromisos orientados hacia la construcción de una sociedad más inclusiva y democrática.
Para ello, se tendrán que realizar ajustes y correcciones en aquellas instancias que así lo requieran, partiendo de lo que ha sido su desempeño en el quinquenio 2009-2014 y de su responsabilidad en el cumplimiento de las metas estratégicas que les fueron asignadas y de las nuevas que recaerán sobre ellas.
En el peor de los escenarios (hipotético, pero plausible), un triunfo de ARENA y su candidato, Norman Quijano, podría dar la pauta a un drástico cambio de rumbo en el aparato gubernamental.
De ser este el caso, es probable que el segundo semestre del año se consuma no sólo en nombramientos de nuevos titulares, sino en la dedicación exclusiva de éstos a revisión/evaluación de los mandos medios institucionales, con miras a removerlos, así como a la elaboración de nuevas agendas de gestión institucional, que reviertan las agendas vigentes y que conduzcan, en definitiva, a una reversión de las políticas pública y de los compromisos estratégicos diseñados por el gobierno saliente.
En fin, en este escenario el gobierno viviría una especie de parálisis (no exenta de tensiones institucionales y de conflictos laborales) después de junio, de la cual quizás sólo comenzaría a salir en 2015, cuando entronizados los nuevos funcionarios y “depuradas” las instituciones a su cargo, se podrán dedicar a lo que les mande el nuevo presidente, su partido y los grupos de interés que los sostienen.
Como quiera que sea, el proceso electoral presidencial y sus resultados se harán sentir en la realidad nacional a lo largo de 2014. E, inmediatamente, se entrará en otra dinámica electoral, la que llevará a la elección de diputados y alcaldes en 2015, que igualmente dará su tono particular al año que recién comienza.
Como quiera que sea, el proceso electoral presidencial y sus resultados se harán sentir en la realidad nacional a lo largo de 2014
No es descabellado suponer que las elecciones presidenciales de febrero y sus resultados se convertirán en un factor incidente en la campaña (y en los resultados) para las elecciones legislativas y municipales de 2015. En vistas a este proceso electoral, tanto en el ánimo de los partidos y sus militantes, como en el ánimo ciudadano en general, será decisivo el resultado de las elecciones presidenciales de febrero de 2014.
Ahora bien, lo político electoral, con todo y estar llamado a marcar la realidad nacional en 2014, no es lo único que dejará su impronta en el país. Sin duda, la dinámica económica será determinante para no sólo para la gestión del nuevo gobierno, sino para las posibilidades de vida de la población. Para el gobierno entrante será crucial el tema de las finanzas públicas; a lo mejor no será viable, en 2014, implementar una nueva estructura fiscal, pero sí será necesario discutir a fondo el asunto, de modo que en 2015 sí se pueda realizar esa implementación.
El esquema de tributación regresivo es insostenible, además de injusto. Se impone un esquema progresivo. De otra forma, el gobierno entrante no podrá atender con solvencia los graves desafíos sociales de El Salvador. Del lado de la población, su vida no mejorará mientras el actual aparato económico no sea sometido a reformas estructurales, que lo reorienten desde los servicios hacia la producción industrial y agrícola.
Esa reorientación económica hacia la producción –al igual que sucedió con la reorientación que se hizo, desde 1989, hacia los servicios— requiere de la participación del Estado, para lo cual este debe ser fortalecido en la lógica seguida desde 2009.
Y es que sin un Estado fuerte el país no tendrá rumbo social y económico. Este rumbo se ha comenzado a encontrar, pero falta mucho camino por recorrer, pues un quinquenio, desde todo punto de vista, es insuficiente para revertir lógicas estructurales de exclusión, deterioro social, anomia y desarraigo.
2014 será un año crucial para los salvadoreños y salvadoreñas, ya que en el mismo o bien se afianzarán los cambios iniciados en 2009 o bien se generarán dinámicas de reversión de los mismos y de reafirmación de un aparato económico terciarizado, un Estado debilitado y una lógica de exclusión socio-económica.