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Rolando Alvarenga
@Bachiboxx55
Sin mucho ruido en los medios, pero dejando un gran vacío en la familia del Levantamiento de Pesas salvadoreño, hace unos días murió Don Marco Antonio Garay, a los 80 años.
Garay, quien falleció tras un padecimiento terminal, fue un destacado campeón nacional, entrenador y, sobre todo, un hombre noble.
No obstante, su muerte causó indignación debido a que sus últimos días los vivió abandonado por su familia y por la patria a la que le dio tantas alegrías.
Incluso, por su delicado estado de salud, el exatleta vivió atado a una silla de ruedas en la bodega metalúrgica número 137 ubicada sobre la 11a. calle Oriente de esta capital.
Allí, Garay estuvo recibiendo el apoyo, hasta su último suspiro, de Valerio Fontanals; Raquel Artiga, gerente de la Federación de Pesas, y de trabajadores de la citada bodega, en donde se conservan varios afiches y posters alusivos a su destacada trayectoria.
Su muerte, en la más indignante de las pobrezas, se constituye en un llamado de atención sobre cómo mueren en este país atletas que, en sus mejores años, se rompieron el alma por los colores patrios, pero al retirarse quedaron abandonados por la patria querida y sin un seguro de vida para sobrevivir con dignidad sus últimos años.
La última vez que Marco Garay se vio animado y se sintió recompensado, fue el 11 de diciembre de 2010, cuando la Federación de Pesas le dedicó el Campeonato Nacional. Ese día, Garay se sintió la estrella de la jornada, estrechando manos, dando abrazos y recibiendo felicitaciones por su ejemplar legado de humildad y mucho corazón..
