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Pichincha: la batalla de la unidad americana

Universi Zambrano Romero

Hace 192 años, remedy rx en las laderas del Pichincha, sickness cuyos riscos nevados decoran el entorno de Quito, capital de Los Shyris, se bañó de gloria inmarcesible  – una vez más – el Gran Mariscal de Ayacucho, el célebre prócer cumanense Don Antonio José de Sucre y Alcalá.

Cuando el libertador tuvo conocimiento de que el Perú proyectaba tomar para sí el Puerto de Guayaquil, envía a Sucre hacia el Sur, no solo para retener el primer puerto del Pacífico en América del Sur,  si no para que concluya la campaña libertaria de la Real Audiencia de Quito y luego la del Perú y Bolivia.

Esta delicada misión – solo confiable a Sucre – concluye con el gran triunfo de los ejércitos patriotas en la Batalla del Pichincha, donde el General Aymerich que era el comandante de las tropas ibérica, se vio obligado a capitular incondicionalmente en horas de la tarde de aquel glorioso día 24 de mayo de 1822.

Pichincha significa el triunfo de LA UNIDAD AMERICANA por la libertad, porque en Pichincha combatieron y triunfaron: venezolanos, bolivianos, colombianos, argentinos, chilenos, peruanos y ecuatorianos.

Pichincha constituye por tanto el primer hito histórico en la forja de la conciencia americana, de aquella conciencia americanista por la que tanto se desveló el libertador.

Sucre no solo fue un gran guerrero, un estratega militar,  a sus escasos 35 años fue estadista, legislador, escritor, ideólogo, jurista, el padre del Derecho Internacional Americano y autor de la célebre doctrina por la cual LA VICTORIA NO DA DERECHOS TERRITORIALES DEL VENCEDOR FRENTE AL VENCIDO. La mejor demostración de su alma magnánima lo constituye el hecho que después de la palmaria derrota del ejército en el Portete de Tarqui, no cobró ninguna prenda territorial, si no que tan solo obligó al Perú a desocupar las provincias que había invadido: Azuay y Loja. En esta oportunidad Ecuador, que aún formaba parte de la Gran Colombia perdió el derecho de fijar para siempre sus límites con el Perú, como correspondía a la margen izquierda del Río Marañón o Amazonas.

Sucre fue humanista, pero por sobre todo es ejemplo permanente de lealtad. Su lealtad hacia el libertador fue ejemplar e incorruptible. Mientras otros traicionaron impunemente el ideal bolivariano, Sucre se mantuvo firme y leal hasta el final. Así se comprende por qué durante la charla que mantuvo con el Libertador con Tomás Cipriano Mosquera al pie del salto del Tequendama, Bolívar le expresara:”si la Divinidad me hubiera dado la potestad de seleccionar a mi familia, yo hubiera escogido a don José Mosquera como mi padre y al General Sucre como mi hijo”. En Ecuador veneramos como algo propio la memoria de Sucre y lo consideramos como el Padre de la Patria. Por esto, nuestra moneda honra su nombre.

Sucre escogió a la quiteña Mariana Carcelén para convertirla en su esposa. En una carta dirigida a ella, presintiendo su muerte, le decía en una de sus cartas postreras:”quiero que mis huesos se entierren en Quito o que se tiren dentro del volcán Pichincha”.

Cuando Sucre retornaba desde Bogotá a Quito para el fin de integrase a su familia, luego de presidir el Congreso de Colombia, es asesinado a mansalva en las solitarias y lóbregas montañas de Berruecos, víctima de una confabulación en la que comparecen ensangrentados ante la historia las figuras de Obando, Santander, Flores y López, autores intelectuales del magnicidio que utilizaron la mano mercenaria de Obando Apolonar. Así, la ambición especialmente del barbero de Puerto Cabello, impidió que Sucre asuma el mando del Departamento del Sur, ahora Ecuador.

Sucre muere en la lóbregas e inhóspitas selva de Berrueco, el 4 de junio de 1830, año fatídico en que también concluye la vida del Libertador y la misma Gran Colombia.

Cuando Bolívar en su viaje final, camino a Santa Martha recibe la noticia de este horrendo crimen, exclamó: “Ha vuelto a derramarse la sangre de Abel, del Abel de América”.

Al decir de O’Leary, el fiel edecán de Bolívar, “Sucre fue el mejor General de Colombia, tenía bravura personal, adivinaba a simple vista, era infatigable”. González Suárez dijo:”Si Sucre hubiera podido hablar en Berruecos, no temo asegurar que sus últimas palabras habían sido para perdonar a sus asesinos”.

Simón Bolívar se expresa de Sucre en los siguientes términos: “El General Sucre, es el Padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posterioridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y otro en Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Cápac y contemplando las cadenas de Quito, Perú y Bolivia, rotas por su espada.

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