Álvaro Darío Lara
Publicados muchos años después de haber sido escritos nos llegan estos poemas de Víctor Acevedo (1965), ahora bajo el título de “Piedra de sacrificio” (El Salvador, Patria Exacta editorial, 2022).
Un sentido poemario que consta de un Preámbulo (dedicado al poeta Alfonso Hernández, 1949-1988) y cuatro apartados: Guazapa irredenta; Primavera del Xiquilite (voz que proviene del náhuatl y que designa al añil); Florecerás mañana…Inevitablemente…; y Cuando noviembre Despierta. El volumen cuenta, además, con un prólogo del académico de la Universidad de El Salvador, Carlos Paz.
Todo el conjunto poético se encuentra ambientado en el marco de la pasada guerra civil, teniendo como escenario preferente el legendario cerro de Guazapa, bastión de las fuerzas rebeldes y símbolo de la lucha y resistencia heroica del pueblo salvadoreño. Pero también la ciudad emerge en esta poesía, nombrada apenas, estableciendo esa relación con la montaña, no de malentendida oposición sino de mismo corredor libertario y existencial.
Ámbito especial, familiar, lo representa la localidad de Jiquilisco (Xiquiite) la bahía primaveral, donde la sangre derramada nutre la esperanza del nuevo país por el que se lucha.
Esta es una poesía que revela un cuido formal a través del tiempo. Técnicamente el trozado de los versos y el tono y el lenguaje han sido trabajados con esmero. En ningún momento se trata de un canto incendiario, de tantos y tantos que se escribieron y rodaron de mano en mano, de plaza en plaza, en aquellos tiempos. No, la poesía de Víctor Acevedo fue escrita para que viajara a través de las décadas y se nos mostrara, con la frescura y el dolor, con que fue dictada por el joven corazón del entonces poeta combatiente.
Poesía de homenaje al gran Alfonso Hernández, “poeta mayor de la revolución salvadoreña”, lo llama el autor. Veamos un inicial fragmento del poema “Preámbulo”: “Comandante de la primavera, / jamás podremos revelar, / que en cada hueco de Guazapa hirviendo, / quedaron tus milímetros de presencia, / en cada hoja, / un espacio de tu sonrisa transparente, / en cada compañero, / una flor gritando tu silencio eterno, / desgarrado”.
Y es que “la primavera” es una constante en esta poesía. Primavera del renacimiento, de la resurrección, de la luz prometedora del mañana, de la utopía revolucionaria. De igual manera, Acevedo retoma y eleva “la piedra”, como altar ancestral del sacrificio inmemorial que los habitantes de esta zona del mundo han ofrecido en aras de su liberación.
Es una poesía inconfundiblemente vital, la de Víctor Acevedo. Esa es la razón de toda su simbología metafórica enraizada en la realidad de la naturaleza, del amor colectivo y personal, aun en el contexto del dolor y de la muerte de esa época. Por ello la reiteración de los vocablos: primavera, vegetal, maizal, esperma, hojas, piedra… Frente a: mutilación, podredumbre, acero, sangre, que connotan la oscuridad; más que la muere física, la maldad, el odio, la muerte del alma.
Es una poesía que convoca, que habla con los muertos, que se une al coro de los espíritus que trascendieron; que los nombra uno a uno, con el sitio y año de su caída, para que nunca sean olvidados. Así dice: “Sigo pensando en tu futuro/ de piedra olvidada/en tu agonía de ocelote herido/en tu fe de hombre mutilado/y cuando amanece me encuentro/ con esas horribles pesadillas de tu muerte/ que no terminan/ que se funden en el viento desbocado/ de noviembre/ en este maizal eterno y violento” (Poema: III Jorge Mejía; Primavera del Xiquilite).
El indescriptible horror de la guerra, la humana impotencia, se testimonia en estas imágenes rescatadas del tiempo por el milagro de la poesía: “Tengo las manos y las piernas/ abatidas de seca sangre,/derramando su resistencia material/ y no encuentran primaveras que las hagan libres,/ no hay palabras que subsistan,/ que recojan y acomoden su espumosa victoria,/ en el grito ciego de la noche/donde dejan grabadas sus iniciales mortuorias/las sierras del Quezaltepec…” (Poema: V Lucía…; Cuando noviembre despierta).
La poesía de “Piedra de sacrificio” me remitió a la musicalidad de Pablo Neruda, Octavio Paz, Oswaldo Escobar Velado y acaso a algunos poetas de la guerra civil española. Y esto es así, ya que la poesía y sus intérpretes constituyen una larga cadena a través de los siglos. Cadena de préstamos, herencias y deudas.
Durante la guerra se produjo –como ahora- toneladas de versos; pero poca, muy poca poesía. Hubo poca y sobrevivió poca. Tengo la certeza que este libro de Víctor Acevedo es de lo poco de valía que perdura, de ese tiempo de crueldad y de primaveras.
Conocí a Víctor Acevedo hacia fines de 1985 o inicios de 1986. No lo recuerdo exactamente. Pero sí recuerdo su entusiasmo, dedicación y entrega a las luchas libertarias del pueblo salvadoreño, y desde luego, a la poesía. Esa poesía que se quedará, aun cuando su autor haya partido.
Un abrazo Víctor Acevedo, por la publicación de “Piedra de sacrificio”.
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