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Plancton diezmado, peces espantados por contaminación sonora de origen humano

Washington/ AFP

Ivan Couronne

Los ruidos subacuáticos creados por la actividad humana están en la agenda de una reunión internacional bajo los auspicios de  Naciones Unidas esta semana en Nueva York, una victoria para las ONG que hacen campaña para el reconocimiento mundial de este problema aún poco cuantificado.

¿Cuáles son los orígenes del ruido?

El ruido humano se genera principalmente por los buques de transporte, los portacontenedores y los petroleros, con sus motores y sus hélices. Las explosiones desencadenadas para desmontar las plataformas petrolíferas en el mar producen los sonidos más fuertes, pero son más inusuales.

Las ONG se centran en los cañones de aire usados por las compañías petroleras para detectar las reservas submarinas. Un barco remolca un cañón, y con frecuencia decenas de ellos a la vez, que envían olas al fondo del mar que, al rebotar más o menos profundamente en función de los sedimentos y las rocas, dibujan un mapa en 3D de eventuales reservas de petróleo.

Estas descargas de cañones de aire pueden sucederse en intervalos de quince segundos, en áreas inmensas durante semanas a un volumen muy alto.

El plancton

La ONG OceanCare, con sede en Zurich, Suiza, recopiló en mayo 115 estudios realizados desde hace varios años que mostraron efectos más o menos graves sobre 66 especies de peces y 36 especies de invertebrados.

El plancton parece ser muy vulnerable a los cañones de aire. Un estudio de 2017 mostró que una sola descarga de baja potencia de los cañones utilizados generalmente por los buques de prospección petrolera podría diezmar la mitad del plancton en el área explorada. Algunas especies de zooplancton han muerto en un 95%. El plancton se encuentra en la base de la cadena alimentaria, especialmente para las ballenas y muchos invertebrados como las ostras y los camarones.

– Las reservas de bacalao –

Los peces pueden sufrir lesiones internas y cambiar su comportamiento, como confundidos por el ruido, llevando a algunos a la inmovilidad y a otros a huir.

En los estudios de 1996 y 2012, los disparos de cañones de aire provocaron la huida de bancos de eglefinos y bacalaos hasta hacer que la tasa de captura se redujera entre 20 y 70% según el área. Algunos peces descendieron a zonas donde eran más vulnerables; otros fueron pescados con el estómago vacío, una señal aparente de que habían dejado de alimentarse.

¿Qué soluciones puede haber?

La solución más directa consistiría en limitar el número y la intensidad de las prospecciones acústicas. Pero, al menos en Estados Unidos, se ha tomado la dirección opuesta: la administración de Donald Trump anunció la próxima apertura de la plataforma continental de la costa atlántica a tales «estudios sísmicos» con miras, finalmente, a la perforación.

La industria petrolera argumenta que la evidencia científica no es determinante. «Además, los estudios sísmicos son frecuentemente utilizados por el Servicio Geológico de Estados Unidos, la Fundación Nacional de las Ciencias y la industria eólica marina», dijo a AFP Michael Tadeo, portavoz del Instituto Estadounidense del Petróleo, una federación profesional.

El sector se defiende también afirmando que los barcos toman precauciones, en especial lanzando tiros de baja intensidad para hacer partir a las ballenas, o cesando sus operaciones si los cetáceos están presentes.

«No son más que intentos cosméticos que probablemente no valgan nada», dice a la AFP, Lindy Weilgart, de la Universidad Dalhousie, consultora en OceanCare.

En cuanto a los barcos, una disminución en la velocidad reduciría el volumen de ruido. El Puerto de Vancouver ha estado llevando a cabo experimentos con este fin desde el año pasado, como parte de un proyecto llamado «ECHO».

Las ONG están trabajando para que la noción de contaminación acústica producida por el hombre sea incluida en una resolución de la ONU sobre los océanos a finales de este año.

Si bien inicialmente lo que se propuso se centraba sobre todo en el efecto sobre los delfines y las ballenas, las ONG quieren generar conciencia sobre la perturbación general de la fauna submarina, con la posible reducción de las poblaciones de peces.

«Es realmente un problema de cadena alimentaria», dijo AFP Nicolas Entrup, de OceanCare. Pero se congratula: «El problema del ruido en los océanos está subiendo rápidamente en la agenda, como amenaza ambiental».

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