Rafael Lara-Martínez
Professor Emeritus, New Mexico Tech
rafael.laramartinez@nmt.edu
Desde Comala siempre…
Cogí, ergo sum (ya que) el sexo (está) en el/(mi) alma
=
I fucked, therefore I am (since) sex (is) in my soul …
- Indigenismo sin idioma materno
En cambio, Álvaro presupondría un enfoque más cercano a la antropología al entrevistar a Tata Higinio quien lo visita de Lamatepec. Transcribe varios relatos de su tradición oral en castellano coloquial. Sin ofrecer datos concretos, propone «las diferencias del pipil hablado en Izalco con respecto al de San Pedro Nonualco», así como «la Santa Alianza entre el Diablo y las mujeres». También piensa transmitirle a la lectura la mito-poética náhuat sin conocer el idioma ancestral, aun si reunirse con él le provoque un «contrasentido». Por desgracia, su escritura la efectúa el idioma nacional, puesto que hay una enorme distancia entre la mito-poética de Tata Higinio y el ambiente en casa de Álvaro, «en su exitosa carrera de escritor…cosmopolita». «Las cosas (la biblioteca universal) no hablaban el mismo lenguaje del viejo». El literato «habló de…la poesía náhuatl», pero desconoce la náhuat y, con mayor razón, los otros idiomas maternos del Occidente salvadoreño y, aún más, los del Oriente. Sólo testimonian los nombres de algunas Divinidades —»Tetecu» (¿Tu-Teku?); sin sorpresa de género, «Sihuelut-la-Traidora y Yeysún-el-Traicionado», «los Managuas», etc. — al igual que un rezo cristiano. En busca del «indio puro», Álvaro confunde el idioma náhuat con la herencia de los «proto-mayas arcaicos». Certifica que la literatura ignora la lingüística mesoamericana elemental: idiomas mayas ergativos (posesivo (mi) sujeto transitivo (yo) y sujeto intransitivo (yo bis) = objeto transitivo (me)) vs. yuto-nahuas acusativos.
Además, la clausura de su discurso refrenda la masculinidad que intenta abolir «la Santa Alianza» referida, Mujer-Demonio: ¿su antónimo sería Hombre-Dios? «La prueba del puro» exhibe el ritual del hombre «ladino» quien invoca la «seducción» de la mujer. La corta biografía de Álvaro reitera la hombría de Arturo. Pese a que Tata Higinio lo regaña por su deseo «urbano» de seductor, escribe el cuento «El Brujo». El «amor» que prodiga la mujer se percibe como el hechizo maligno que la trastorna: «te conjuro…en el nombre de Satanás, Lucifer y Luzbel (al) amor desesperado amor por mí».
A la Divinidad femenina traidora, Álvaro añade el rito masculino de la «conquista» de la mujer (ojo: conquista, hecho bélico y de acoso). Si en «Los poetas (Capítulos)» (1964) acepta…su interés vital (por) las divinidades pipiles…en una edad con olor a pólvora», años después ese aroma explosivo se mezcla de «olor a sexo». Antes de recibir la visita de Tata Higinio, él mismo comprueba que incluso la caligrafía distingue el género: «había recibido la noche antes la notita de su hermana. Escrita, sigilosamente, se diría, con aquella su letra menuda de muchacha virgen y temerosa».
Según el axioma fundacional de la nación salvadoreña, los idiomas maternos son innecesarios para instituir el patrimonio (pater/padre), sin matrimonio (mater/madre, voz de mujer). No existe un solo libro multilingüe de la mito-poética ancestral: xinca, poqomam, ch’ortí’, lenca, cacaopera, matagalpa. Sólo el nawat/náhuat se halla en revitalización, pero su relevancia no puede ocultar las hablas locales, los otros idiomas maternos, ni pretender que el Occidente unificado silencie el Oriente. Tampoco hay manifiestos políticos de los levantamientos indígenas, que la izquierda vindica sin palabras del agente histórico. La celebridad de Anastasio Aquino (1833) comprueba cómo el «testimonio» tardío de un enemigo —Juan Antonio Cevallos (1891)— degrada y «transcribe» la voz difunta del vencido. Es la misma —»cien arriba, cien abajo» (J. A. Cevallos, 1891/1961: XXI.VIII)— que luego se recita sin proveer la cita original.
Si la historiografía objetiva exige archivos primarios para reconstruir el pasado, la literatura propone la subjetividad presente al restituir el legado desconocido del progenitor «marxista» salvadoreño, antes de Karl Marx (1818-1883). «De los Planes de Renderos…Rachmaninoff baja desde la estrella gris para que le rezaran nuestro hijos y Anastasio Aquino cabalgando en una nube de polvo rojo desde los cerros desolados de Chalatenango hasta la lujuria simétrica del Valle del Jiboa dejando caer su grito como un rocío de sacrosanta violencia hasta la piel amarilla y seca de los aparceros» («Cine», 1962, antecitado). Los conceptos «marxistas» de «rezar» y de «resurrección» celeste guían el objetivo poético sobre el progenitor re-volucionario (re-cuérdese que re-volución significa re-vuelta sinódica hacia «las tierras comunales»).
Según lo declara el poemario «El Otro Mundo. A Eraclio Zepeda» (Ed. Universitaria, 1963), los poemas indigenistas de Dalton son «intentos de reproducir, un fondo mágico y alucinante…esquemas mentales de los pueblos mesoamericanos». Se «basa(n) en grabaciones hechas por antropólogos del Instituto Nacional Indigenista de México…entre brujos de Chiapas y Yucatán», es decir, se trata de una reescritura de la oralidad ajena, sin idiomas maternos del país. Inclusive, para la fecha clave de 1932, no existen manifiestos náhuat que refrenden el levantamiento indígena desde su mito-poética ancestral. El «cosmopolitismo» de Álvaro predice la enorme disyunción entre esa perspectiva —conceptos universales, tal cual la «lucha de clases»— y la cosmovisión étnica regional en el olvido.
III. «Satisfacción espiritual»
Basta releer el capítulo «La llama» de la novela «Catleya luna» (1974) de Salarrué para comprender la experiencia que el «prólogo» de la novela califica de «rechoncha satisfacción espiritual». La antesala del viaje astral —legado espiritual vigente, dicen— la predice el encuentro del personaje masculino principal con dos mujeres a la vez: Clara y Selva Mahagony. No sólo el hombre sabe que la mujer es una simple proyección de su deseo: «yo te inventé a ti». También la absorbe como una bebida embriagante: «tu desnudez era mi vino delicioso…te besaba…¡con qué delicia! …explorador del alma…tenía yo que descubrirte, que penetrarte, que explorarte, que poseerte…hundía su frente entre las piernas de la amada», mientras «ella parecía abrirse como una flor…sinfonía del tacto» y él «parecía volar…le unía a Dios». La pareja astral era «llamitas espectrales» como «los dragones legendarios». En «el trío», «Clara simbolizaba la flor y Selva el agua», por lo cual «se llevaba abrazadas por la cintura a las dos hermanas», luego de «vibrar en la garganta del Verbo» (Logos). Siempre «el fuego armónico de la Materia…sostiene el Espíritu», según «el orden divino de las cosas».
Acaso, al ilustrar el prefijo (re-), la re-volución duplica el número de mujeres necesario para engendrar la verdadera poesía (2×2): «hoy amo con todas mis fuerzas a cuatro mujeres a la vez» cuyo «amor cae como una lluvia generosa» («Bosquejo de adiós»). «Su cuerpo es todas las cosas» («Poema jubiloso»), la totalidad del mundo. Cual réplica de lo real, su «desnudez» desciende de «la eternidad» para «escribir (graphos) la tierra (geo)» que sustenta la vida social. No en vano, existe un vínculo estrecho entre la sexualidad y la poesía: «la palabra debía ser como la mujer en el momento del amor» («Profecía sobre los profetas»). Su antónimo —»la castidad, vieja hedionda»— la «confundiremos con la muerte» («35 años»).
Se trata de un tema recurrente en su mención, bajo la censura constante de la historiografía nacional. Sólo en una época anterior al auge de los estudios de género, Luis Gallegos Valdés anota la temática de la sexualidad como arista básica de la fantasía viril («Panorama de la literatura salvadoreña», 1989: 242, «el sexo…lo erótico»). En efecto, en 1932, el relato de quien «remota el Uluán» testifica que su viaje astral de hombre blanco lo estimula el cuerpo sexuado de la «mujer negra desnuda». La unión de los contrarios —alma-cuerpo, hombre blanco-mujer negra— constituye el núcleo central de la imaginación masculina. Los estudios culturales aplican la recomendación de «Roberto» en la novela. «Tácheme todo lo de arriba», ya que no hay escritura de la historia que no borre los temas incómodos para su perspectiva.
La interrogante principal queda sin respuesta hasta aclarar en qué medida el espíritu del hombre necesita el cuerpo de la mujer para remontarse al empíreo poético y, también, a su compromiso político. De tal manera, se juzga que toda creencia actual en «almas sin cuerpo ni pena» censura la mención sobre el arraigo biológico del ser humano en el Reino material de este Mundo. Aun si la crítica literaria se renueve en los estudios culturales, el axioma fundacional estipula «honrarás a tu padre y a tu madre». Debe omitirse la sexualidad de las acciones pasadas que la escritura masculina proyecta hacia el presente. La historiografía cultural pervive en el Réquiem cíclico que cada año ofrenda un homenaje a los Muertos en «la castidad» prescrita de antemano.
A continuar…
.
Parte I: https://www.diariocolatino.com/pobrecita-poeta-que-no-era-yo-sin-derecho-de-habla-rafael-lara-martinez/