Rafael Lara-Martínez
Professor Emeritus, New Mexico Tech
rafael.laramartinez@nmt.edu
Desde Comala siempre…
Cogí, ergo sum (ya que) el sexo (está) en el/(mi) alma
=
I fucked, therefore I am (since) sex (is) in my soul …
- El pasado en Réquiem
La presencia constante de la utopía —siempre disímil— se proyecta hacia dos tiempos inexistentes: pasado y futuro. Si en el pretérito imagina raíces soterradas, el futuro vislumbra el fruto. Pero ni los rizomas admiran la flor (Anthos), tampoco los pétalos desgajados maduran en el porvenir. Al afirmar la vigencia de un legado, la palabra suele sustituir la experiencia, hoy opaca. La herencia de Dalton confirma cómo «la poesía revolucionaria» ya sólo produce «poetas», excepto tal vez en los recitales que practican acciones de combate entre cada verso. Ante una revolución inexistente, afloran palabras sin acción guerrillera: «poesía, estás hecha de palabras» sin conflicto armado y «por la vía de la poesía podrás llegar a la (palabra) revolución» sin vivencia. Por su parte, a Salarrué lo reitera el rechazo de sus propios seguidores por impartir cursos de teosofía y por negarse a organizar talleres prácticos de viajes astrales. La falta de diálogo entre la filosofía latinoamericana —la literatura monolingüe— y los idiomas maternos confirma el reemplazo del dicho castellano/español por el hecho «(latino)americano».
Todo juicio que evalúe la distancia radical entre las ideas pretéritas y las presentes se excluye del debate democrático y académico en su Te-Deum anual por las almas de los Muertos. No interesa que se opaque la voz de la mujer hasta el silencio, mientras el coro declame «a ti, Poeta, te alabamos». Esta religiosidad literaria demuestra que el concepto fundacional del «marxismo» no lo expresa la «lucha de clases»: «la guerra de guerrilla, tas a verga, hombre» (nótese la referencia fálica). En cambio, desde las «Guerras Floridas (Xóchitl, Anthos)» mexicas, al «Memorial Day» en EE. UU., «la Teoría General» declara «el sacrificio (sacrum-facere/hacer lo sagrado)» como acto necesario para «alcanza(r) la divinidad» de verdadero «héroe de…la pluma».
El «martirio» no define un concepto teórico «marxista»; en cambio, la fe revolucionaria instituye ese ritual milenarista que clausura el compromiso: “ver realizado mi mayor anhelo: la revolución socialista en El Salvador […] yo sé que se cumplirá […] con verlo funcionar una semana me bastaría”. Vislumbrar la tierra prometida y luego “morir contento” («Miguel Mármol», testimonio redactado de 1966-1972). Si Miguel Mármol «anhela» la inminente llegada, Oswaldo Escobar Velado «canta a la adivinación de una revolución que vendrá», sin un «canto a la lucha concreta». «La fe y la esperanza» en el «advenimiento» las completa la verdadera «caridad», al ofrendar su propio cuerpo. Así se clausura la trinidad de las virtudes cristo-marxistas. La vigencia real la conserva el lema «revolución o muerte (sacrum-facere)», dado que «El Partido» exige que la militancia lo acepte como «un lugar propicio…para el sacrificio…tienes que ser…el primero en morir» e incluso bajo captura «el suicidio constituye…un gesto heroico» (Ana Guadalupe Martínez, «Las cárceles clandestinas de El Salvador», 1978).
La conmemoración anual acepta que el giro de los astros instituya la única revolución posible, la revolución sinódica. Durante este eterno retorno, debe identificarse a quiénes se aplica el verso «de las mujeres mejor no hay que hablar». En verdad, a menudo, la «guerra» define el torneo bélico de la pareja: «mi verdadero conflicto…fue con una muchacha». Si «el mal» que «me cae (d)el amor» posee nombres propios—sin mención oficial ni crítica— en 2024, dos vertientes reclaman el derecho de habla. Múltiples ojos de agua observan cómo las Guardianas de los idiomas maternos no reciben la palabra, ya que el canon literario monolingüe adrede olvida su legado. Inventa una po-Ética del compromiso sin Ética de diálogo con la diferencia (véanse ensayos sobre «la primera cuentista, poeta salvadoreña» como si sólo el español/castellano supiera «contar, hablar, versificar»). Otras tantas vivencias también confiesan la dificultad gobernar su propio cuerpo. Dictado por leyes ajenas, el organismo de la mujer lo regula la potestad masculina. A la espera de que su voz adquiera poder legislativo sobre su embarazo, en su doble sentido de «preñez» y de «obstáculo» a ejercer su voluntad (véase: «en 2022, un total de 1521 niña y adolescentes (0-19 años) fueron atendidas…por aborto espontáneo» y «8300 embarazos en niñas en 2023», https://www.laprensagrafica.com, 29 de abril de 2024). Sin sus voces no hay compromiso contemporáneo.
«El amor me cae más mal que la primavera» (1973), «A Miriam (¿Lezcano?)»… «el amor» no representa un acto que dirige la voluntad del sujeto (Yo). En cambio, su acontecer «me cae» tal cual un acontecimiento inusitado que «no controlo», sino «lo vivo» como un hecho que llega «a mí («me»)».
- Cierre viril
En su referencia vulgar a la hombría, el falo despliega una gran variedad de sentidos. Cualquier salvadoreño conoce tanto o mejor que yo el idioma coloquial, por lo cual no se menciona su amplitud para la masculinidad en boga. Basta dar un salto en la lectura hacia el capítulo «III. Todos. El Party» para advertir su alusión constante e ineludible (ojo: este capítulo no aparece en las versiones de 1964). Al epígrafe inicial se agregan «a punto de verga (golpear)», «vergazos», «la paloma», «verguiar», sólo «palabras» cuya violencia vincula lo «biológico…natural» a la hombría cultural. En cambio, la mujer remite a los glúteos —»qué buena nalga la de la hembrita», «nalgas al hombro», «cueros», «que nos rempuje un par de hembras». Así, el hombre obtiene la plenitud que le ofrece «la clientela femenina». De esa degradación de la mujer no se salva «Consuelito de Saint-Exupery, el cuerito salvadoreño más cosmopolita y culto», ni «la vieja loca…Claudia Lars» quien ojalá no «abr(a) el hocico». A ellas las precede un sinnúmero de nombres de «las muchachas que trabajan en la cantina de La Chele» al servicio del «soberano cliente» masculino cuya mención merecería el «Premio Nóbel».
Asimismo, esa sección posterior del cuerpo distingue la visión «comprometida» de la «homosexualidad pre-gay/LGBTIQ»: «culeradas», «cultura culera», «hacer de su culo un florero». El enfoque sado-masoquista legitima la violencia como modalidad del goce sexual contra el «indio trompudo…cholero…maricón»: «es culis-pipian…estos pisecos sólo de una manera entienden, a patadas, por el fundis, o sea el colmo del placer». En la palabra. extraña que «los poetas» ejerzan las misma acciones represivas que condenan en sus enemigos militares contra la izquierda. «A los comunistas…les daban patadas en el fundis», es decir, los degradan de su hombría. Sin embargo,
otro poeta plantea la duda al «proletarizar a la intelectualidad nacional. A punta de verga», según la jerarquía social que identifica el falo al poder.
La simple revisión del título definitivo —»Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno» según Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979)— unifica esa época de «oruga de terrateniente» con el género femenino —»canario de solterona beata»— como si el compromiso incitara el ascenso hacia su antónimo: la actividad cantante de varón irreverente. De asumir una posición masculina, «el poeta burgués» confirma que la palabra legal —»espermatozoide de abogado»— engendra la escritura cuyo contrato precede la poesía.
El poeta: un idiota…
Es posible que todas las citas anteriores transcriban «el error» craso de interpretación, pero ese desliz «ratifica…la humana imperfectibilidad» de aquel dicho que siempre construye los hechos por el derecho de su potestad, masculina por supuesto. «Errare Humanum Est». En cambio, en su ideal redentor, el reciclaje sublime de la hombría niega la dualidad. Los opuestos complementarios —día-noche; sol-luna— los reduce a la unidad de su arbitrio dominante. Así, el despegue de esa generación comprometida expondría su «vigencia» según las siguientes paradojas: hombre sin mujer, palabras sin cosas, dichos sin hechos, guerrilla sin guerra, alma sin cuerpo, espíritu sin materia, etc. Sólo «el error» restituye el diálogo con la diferencia, con su opuesto complementario. A la inversa, sin un compromiso guerrillero revolucionario —sin teosofía, viajes astrales ni archivos de los diversos idiomas maternos— sólo queda la palabra sin vivencia. Vivimos en el país donde «de la palabra ya sólo queda el sonido coral sin el sentido político actual, ni el referente utópico por venir».
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P.D.: existe un mínimo de dos versiones antecedente de la edición final (1976): «Los poetas (novela). A Mauricio» por Juan de la Lluvia, 1964. «X Certamen Nacional de Cultura / República El Salvador» y «Capítulos de la novela Los poetas», 1964. Sólo el desinterés por los archivos primarios omite toda mención de esos manuscritos esenciales, los cuales no incluyen el «Prólogo», «III. Todos. El Party», «Intermedio apendicular» ni «V. José». Además de la Lluvia expresa su intención truncada de incluir voces de la mujer, sin comentarios hasta el presente. Resultan tan básicos que en ellos, anhela concederle una voz directa a la mujer, truncada por la violencia (ø; véase mi ensayo «Por la puerta del fuego…» en academia.edu). Asimismo, ambas versiones originales (1964) no incluyen las horas del día —de 7am a 1am— incluidas posteriormente en «I. Álvaro y Arturo», al igual que el orden de los capítulos no parece altera el conjunto. Hasta 2024, otro silencio olvida ofrecer el acceso al acervo bibliotecario del autor, sea en papel o digital. Los archivos primarios se juzgan secundarios para legitimar la investigación de su legado. Así lo refrenda el «bestseller» de «Historias prohibidas del Pulgarcito» (1974) cuyas innumerables reseñas jamás identifican los documentos primarios que el libro recita sin cita.