Tomado de Carta Económica
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La explotación del hombre por el hombre es una cruel realidad en El Salvador. Las duras jornadas de trabajo que la mayoría de hombres y mujeres tienen que soportar a diario no son compensadas con un salario digno, pills que cubra por lo menos, las necesidades básicas de la población. Esta situación no es de extrañar, porque en el sistema capitalista y en el modelo neoliberal que impera en el país, los intereses de una minoría se anteponen ante los intereses de las grandes mayorías, que viven entre la pobreza y miseria.
La historia muestra que la política salarial del Estado y las empresas privadas ha estado marcada por otorgar salarios mínimos paupérrimos, mientras que las grandes empresas obtienen altos excedentes que abonan a la concentración y acumulación del capital para la burguesía oligárquica del país y las grandes transnacionales.
Según el informe “Privilegios que niegan derechos. Desigualdad extrema y secuestro de la democracia en América Latina y el Caribe”, publicado recientemente por la organización Oxfam, el ingresos promedio de un multimillonario en El Salvador, de los cuales se estiman existen 160, es 4,000 veces superior al ingreso promedio que recibe el 20% de la población más pobre del país. Esta contradicción es la base del sistema capitalista, que se fundamenta de la explotación y sobre explotación de que los que generan la riqueza, o sea los trabajadores.
El término salario, proviene de la Antigua Roma donde se pagaba con sal, ya que ésta se usaba para preservar los alimentos, quien tenía más sal podía guardar más comida. Esta situación continúa siendo igual, ya que las personas con más salario pueden satisfacer las necesidades alimentarias y servicios básicos, mientras que los que tienen bajos salarios viven en condiciones de miseria y pobreza.
La política salarial dentro del modelo neoliberal siempre ha sido pagar lo menos posible al trabajador, aunado a esto que los salarios, resultado de la políticas neoliberales, se incrementan en menor proporción al aumento de precios, lo cual busca garantizar las altas tasas del gran capital nacional y transnacional, condenando a la población a vivir con salarios de hambre mientras que el costo de vida se incrementa día tras día. Actualmente se escucha como buena noticia que el país tiene una inflación negativa y, por lo tanto, los asalariados tendrán mayores ingresos. Pero ese índice global de inflación no implica necesariamente que el costo de vida de los sectores que viven del salario mínimo ha bajado, por ejemplo, se sabe que el precio del frijol y el maíz se ha incrementado, lo cual ha elevado el costo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA).
Como se puede ver en el cuadro No.1, la Canasta Básica Alimentaria para el sector urbano, durante el 2014 tuvo un costo de $184.72, mientras que para el área rural fue de $131.17, esto no resulta lógico ya que todos somos seres humanos y, por tanto, tenemos las mismas necesidades, no debería haber un valor diferenciado de la CBA. Se asume que en el campo los costos de la alimentación son menores pero esto no es compatible con la realidad, por ello los agricultores viven en condiciones más graves de pobreza que las existentes en las zonas urbanas.
Al analizar los salarios devengados durante el 2014 y relacionarlos con el costo de la Canasta Básica Alimentaria se puede evidenciar los diversos grados de pobreza que viven los asalariados en el país. Así, se tiene que los trabajadores agropecuarios son los que tienen los salarios más bajos ($114.00), los cuales no pueden cubrir ni el costo de la CBA.
Por otro lado, el sector formal, si logra cubrir la Canasta Básica Alimentaria, pues de todos los sectores es este, el que tiene un salario promedio más alto que los salarios mínimos. Cabe señalar que, aunque los trabajadores cubran la CBA, su condición de vida es precaria, porque de lo poco que les resta deben pagar trasporte para ir a sus centros de trabajo y otros rubros necesarios como la vivienda, salud, educación, etc.
Para ver de manera más clara la precariedad en que viven los trabajadores salvadoreños, relacionaremos el costo de la Canasta Ampliada de Mercado (CAM) con el salario. En este sentido, se tiene que ninguno de los asalariados estaba en la capacidad de cubrir el costo de la CAM, que en 2014 era de $747.70. Como es de esperar, los trabajadores agropecuarios son los que estuvieron y aún siguen alejados, de poder cubrir dicha canasta, lo cual indica que no tienen posibilidades de acceder a los servicios y otros bienes básicos fuera de los alimentos, para ello se necesitaría que en la familia de un agricultor trabajaran 6.6 personas.
En cuanto a la maquila, comercio y la industria, el salario escasamente les cubrió las necesidades de alimentación y solo les quedó una pequeña proporción de su salario para cancelar sus facturas de servicios como el agua, la energía eléctrica, teléfono, transporte, salud, educación y vivienda.
Por otra parte, hay que tomar en cuenta que los salarios que indica el Cuadro No.1 no son los montos reales que recibieron los trabajadores, debido a que las personas que cotizan les descuentan el 6% para las AFP y 3% del Seguro Social, por lo que efectivamente lo que recibieron para enfrentar los costos de vida son montos inferiores, es decir, que la situación es más crítica. El cuadro siguiente muestra los rangos salariales de los cotizantes.
Según los datos oficiales (2013) que se presentan en este cuadro, de 1,511,144.00 personas que estaban registradas en las AFP como activas, de estas 673,294.00 personas devengaban un salario menor o igual a los $242.00, es decir, el 45% de los asalariados del país, definidos como formales, escasamente lograban cubrir la Canasta Básica Alimentaria y carecían de los servicios básicos y otros bienes esenciales como el vestido, etc.; 511,408.00 recibían un salario entre $242.00 y $484.00; mientras que 153,324.00 trabajadores tenían un ingreso salarial que ronda entre los $484.00 y $726.00. En total 1,338,026.00 personas no alcanzaron a cubrir la Canasta Ampliada de Mercado (CAM) porque sus salarios se los impidió, es grave darse cuenta que solamente 173,118 personas del universo de asalariados formales del país en 2013, pudieron satisfacer todas sus necesidades. Sin duda el mercado laboral del país, como ya lo hemos explicado está sustentado en la sobre explotación del trabajo, a partir que sólo el 11.4% del universo de asalariados en El Salvador tenían salarios iguales o superiores al costo de la Canasta Básica de Mercado. Esto además nos permite concluir, que la fuerza laboral del país vive entre la miseria y la pobreza.
El análisis anterior se vuelve más alarmante desde el punto de vista de los derechos laborales y sociales de la población, al incorporar que son los hogares de los asalariados y no asalariados pobres, lo que pagan la mayor carga tributaria del país. Como un dato básico que confirma lo dicho, sabemos que sólo el Impuesto al Valor Agregado (IVA), significa quitarle a esos salarios analizados el 13% de sus ingresos devengados, es decir, que el poder adquisitivo del trabajo es todavía menor al que refleja el salario. En el artículo anterior de esta Carta Económica, se hizo un análisis sobre quién paga los impuestos, y se logró sustentar que los hogares tienen una carga tributaria del 25%, o sea, la situación es más precaria, por el carácter regresivo e injusto de la política salarial.
Está claro que los trabajadores atraviesan una difícil situación económica, y si bien es cierto que en enero del año en curso hubo un aumento salarial del 4%, éste no cambia sustancialmente las condiciones de vida de los salvadoreños. Así se tiene, que los salarios mínimos actuales son: en el sector comercio y servicios, $251.70; industria, $246.60; maquila, textil y confección, $210.90; corta de café, $129.00; sector agrícola, $118.20; zafra de caña de azúcar, $109.20; y, cosecha de algodón, $98.70. ¿Quién puede vivir dignamente con estos salarios de hambre?
Como puede advertirse el incremento es insignificante en un país donde cada vez más surgen nuevas necesidades. Es urgente la redefinición de la política salarial y tributaria de El Salvador, así como la generación masiva de empleo, para revertir la situación de pobreza y miseria, en la cual se encuentra el 80% de la población salvadoreña.