EL PORTAL DE LA ACADEMIA SALVADOREÑA DE LA LENGUA.
Por Eduardo Badía Serra,
Miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
Existe el universo
existe la vida
existe el hombre.
¿Porqué? ¿Para qué?
Si damos respuesta a etas
preguntas, ese será el triunfo
definitivo de la razón humana.
Stephen Hawking.
¿Cómo se ha dado todo esto? ¿Qué razón hay para que se haya dado? ¿Tiene sentido que se haya dado? La ciencia no tiene una explicación para tales preguntas. La ciencia parece tener una respuesta para todo, menos para aquello que ha ocurrido antes de las constantes de Planck. A ese misterio científico se le suele llamar “Singularidades”. Singularidades son, pues, aquellos hechos que la ciencia no puede explicar.
Pero esto no es sólo cuestión de los científicos. Atañe también a los filósofos, a las religiones, e incluso al mito. Es un asunto del hombre en su totalidad, de su esencia misma. Por supuesto que están más en ella los astrónomos, por así decirlo, y los cosmólogos de igual manera. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo comenzó todo? ¿Fue cosa del big bang, o de las fluctuaciones? Se acepta que el satélite Cobe ha captado señales emitidas sólo 300,000 años después del big bang. ¿Es esto real? ¿Tiene sentido? Al hombre se le satura con informaciones de todo tipo, hasta que su mente se esclaviza y termina aceptándolo todo. ¿Fue el hombre, realmente, a la luna? Y si efectivamente fue, ¿Por qué no ha vuelto a ir?
En todo caso, hay una cosa que sí es segura: Los primeros momentos del universo serán siempre imposibles de conocer porque no son aun accesibles a nuestra ciencia. Sólo cuando el universo tenía menos de una millonésima de segundo, y cuando su temperatura descendió a mil millones de grados, la ciencia tiene algo que decir. Antes, no. Es decir, nunca retrocederemos más allá de un límite calculado por Planck, límite que es 1032 grados, (diez elevado a la potencia 32), un calor por encima del cual es imposible analizar nada, y 10-45 segundos, (diez elevado a la potencia menos cuarenta y cinco).
Dice la cosmología que en sus primeros instantes el universo era infinitamente pequeño, y sólo obedecía a la física cuántica; esto significa que no había objeto alguno definido y localizable. Todo objeto se encontraba aquí y allá, en uno y en otro lado. Todo era una ecuación de onda. ¿Cómo es, pues, que de tal caos pudiera generarse el universo tan ordenado que ahora conocemos? El universo, se dice, brotó de la nada; a partir de un “fermento cuántico” empezaron a inflarse unas burbujas en el espacio hasta llenar el inmenso vacío con energía, energía que se transformó en calor, y luego en una bola de fuego. La inflación se detuvo, pero había comenzado el big bang. El reloj indicaba 10-32 segundos, (es decir, menos de 0.1 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 segundos). El universo se infló, pues, y en opinión de Friedmann, en este momento nos encontramos a un tercio de la inflación. Si la edad del universo actual es de 15000 millones de años, ello significa que el universo seguirá inflándose por otros 30000 millones de años, luego se contraerá por 45000 millones de años hasta que se dé la “gran explosión”, el “big crunch”. Faltan, pues, para que se dé el gran colapso, unos setenta y cinco mil millones de años. ¡Mire usted qué cosas!
Claro, no debemos estar tan seguros. La naturaleza es sabia, no corre prisas, no escucha tantas tonterías dichas por los hombres, no se distrae en basuras como eso del cambio climático, y menos cando se dice que lo ha originado el hombre. ¡Desmedido y ridículo antropocentrismo! Pero, como bien decía Hawking, sí pudiera darse el desarrollo de una plaga mundial de microorganismos que destruyera todo, o, lo que parece más probable, que a uno de esos dementes desmedidos que suelen pulular en los ambientes políticos demostrando su poder, se le ocurriera lanzar unas cuantas bombitas sobre la tierra, acabando así con todo en un instante, incluido en ese todo, él mismo, entonces sí, todo terminaría.
Y así quedemos.