ANASTASIO AQUINO
Todavía es ajena la tierra en que reposas
Viejo abuelo de piedra. Tu raza indestructible
Todavía se afana bajo el yugo. Imposible
Es el grito que duras gargantas presurosas,
Bajo el amargo signo del trópico impasible,
Aprientan como gajo lacerante de rosas.
Se curvan las espaldas, sangrantes, dolorosas,
Surcadas por las huellas del látigo terrible.
Ya no duermas abuelo. Vencedor de la muerte,
Alza tu voz antigua, consoladora y fuerte,
Y que otra vez se escuche tu gran grito de guerra.
Erguida para siempre, alta en el sol la frente,
Repetirá tu raza de levante a poniente
El eco milenario de “Tierra, Tierra, Tierra”.
De: Cuadernos del exilio
(La compilación y selección de la presente muestra poética de Pedro Geoffroy Rivas, ha sido realizada por André Cruchaga)
Pedro Geoffroy-Rivas
http://www.artepoetica.net/Pedro_Geoffroy.pdf
INVOCACIÓN
ANDÁBAMOS AMANDO LAS viejas oropéndolas,
buscandoi establecidas mariposas
entre las sederías insondables,
aportando la voz para cubrir el llano originado
en el dolor universal del hombre.
El pueblo ahí, difuso, a las espaldas,
como un presentimiento de inquietudes ingratas,
como una agrupación de estímulos
de los que se podía prescindir sin ensuciarse.
El pueblo ahí.
Nosotros con los ángeles.
Padre Anastasio Aquino, descorredor de velos;
matador de prejuicios, padre Anastasio Vida;
padre Anastasio Pueblo, violador de la noche:
llegastes desde el centro de la historia,
desde el origen de la historia,
desde las proyecciones de la historia,
a colocarnos la verdad entre la garganta y vocación,
a colocarnos la verdad en la esperanza
como una hostia feraz, roja y gigante,
plena de amor al hombre matinal
que habremos de construir para la dicha.
Padre de la patria.
Comandante de la patria.
Corazón rebelde de la patria.
Honor, decoro, altiva dignidad, puño gigante
de la patria:
que se encarne en nosotros tu figura antigua;
que aparezca de nuevo tu manera silvestre
de reclamar la dicha;
que en cada pan haya un recuerdo de tu esencia;
que en cada día nuevo los muchachos
entonen la plegaria absoluta de tu nombre;
que se agigante tu voz en las ciudades estériles;
que se lancen tus flechas milenarias
para marcar la frente de los nuevos traidores
y que tu ejemplo altivo
haga hallar el camino a los poetas cobardes.
Que se incendien los campos y los pueblos
al recordar la altura de tu sangre de izquierda,
y que todos los nuevos,
los campesinos sólidos, los obreros en pie,
los que que estudiamos para el pueblo,
nos aunemos ardorosamente
en las jornadas agitadas de la lucha
y terminemos de construir tu gran mañana.
Roque Dalton
La ventana en el rostro (1962)
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