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Poemas a la patria selección dePoetas salvadoreños

Wilfredo Arriola,

Escritor y poeta

La patria siempre es ese lugar en el que uno tiene esa entrañable manera de recordar los momentos inolvidables de la vida. Momentos, dolores, triunfos, derrotas en fin emociones, las mismas que hacen que surjan las más bellas palabras y así como bellas, nobles y dolorosas. El vinculo de la palabra es el que nos une a contar lo maravilloso del pasado con todo y sus tragedias e hidalguías. En esta pequeña selección, poetas memorables de nuestro país, reseñan esa misteriosa forma de tiempo, retratada en la patria. Sin duda toda selección siempre es poca, porque la poesía siempre tiene como raíz la tierra donde uno ha nacido y todo ese ensamble de vivencias a lo largo de la vida. En los siguientes cinco poemas, cada uno a su forma y manera nos dicen con su peculiar estilo que ha sido un poco para ellos la nación que los vio nacer. Algunos, su patria es un cuerpo, un momento, una bandera, sus hermanos, un mes, sus amores inolvidables, en fin, la patria es ese lugar en el que uno piensa cuando ya no le queda nada.

 

Oswaldo Escobar Velado

Oswaldo Escobar Velado (Santa Ana; 11 de septiembre de 1919 – San Salvador; 15 de julio de 1961) fue un poeta y abogado salvadoreño. Velado ejerció una gran influencia en los poetas salvadoreños de los años 1950. Entre sus obras: Poemas con los ojos abiertos, poesía, 10 sonetos para mil y más obreros, poesía, San Salvador, Árbol de lucha y esperanza, poesía, San Salvador, entre otros.

 

Patria exacta

Esta es mi Patria:

un montón de hombres: millones

de hombres; un panal de hombres

que no saben siquiera

de dónde viene el semen

de sus vidas

inmensamente amargas.

Esta es mi Patria:

un río de dolor que va en camisa

y un puño de ladrones

asaltando

en pleno día

la sangre de los pobres.

Cada gerente de las compañías

es un pirata a sueldo; cada

ministro del gobierno democrático

un demagogo

que hace discursos y que el pueblo

apenas los entiende.

Ayer oí decir a uno de los técnicos

expertos en cuestiones

económicas, que todo

marcha bien; que las divisas

en oro de la patria

iluminan las noches

de Washington; que nuestro crédito

es maravilloso; que la balanza

comercial es favorable; que el precio

del café se mantendrá

como un águila ascendiendo y que somos

un pueblo feliz que vive y canta.

Así marcha y camina la mentira entre nosotros.

Así las actitudes de los irresponsables.

Y así el mundo ficticio donde cantan

como canarios tísicos,

tres o cuatro poetas,

empleados del gobierno.

Digan, griten, poetas del alpiste.

Digan la verdad que nos asedia.

Digan que somos un pueblo desnutrido,

que la leche y la carne se la reparten

entre ustedes

después que se han hartado

los dirigentes de la cosa pública.

Digan que el rábano no llega

hasta las mesas pobres; que diariamente

mueren cientos sin asistencia médica

y que hay mujeres que dejan

la uva de su vientre

a plena flor de calle.

Digan que somos lo que somos:

un pueblo doloroso,

un pueblo analfabeto,

desnutrido y sin embargo fuerte

porque otro pueblo ya se habría muerto.

Digan que somos, eso sí, un pueblo excepcional

que ama la libertad muy a pesar del hambre

en que agoniza.

Yo grito, afirmo y aseguro.

En todas partes donde vivo, el cerro.

En todas partes donde canto, el hambre.

El hambre y el dolor junto a los hombres.

La miseria golpeándoles la vida

hasta quebrar el barro más cocido del alma.

Y a esto, amigo, se le llama Patria

y se le canta un himno

y hablamos de ella como cosa suave,

como dulce tierra

a la que hay que entregar el corazón hasta la muerte.

Mientras tanto al occidente de la casa que ocupo

hay una imagen encaramada en el mundo

(¡mayor razón para que viera claro!)

y allá junto a sus pies de frío mármol

una colonia alegre

se va en las tardes

cantando a los cinemas.

Bajo la sombra de “El Salvador del Mundo”

se mira el rostro de los explotadores.

Sus grandes residencias con ventanas que cantan.

La noche iluminada para besar en Cadillac

a una muchacha rubia.

Allá en el resto de la patria, un gran dolor

nocturno: allá y yo con ellos, están los explotados.

Los que nada tenemos como no sea un grito

universal y alto para espantar la noche.

Allá las mesas de pino; las paredes

húmedas; las pestañas de los tristes candiles;

la orilla de un marco de retrato apolillado; los porrones

donde el agua canta; la cómoda

donde se guardan las boletas

de empeño; las desesperadas

camisas; el escaso pan junto a los lunes

huérfanos de horizontes; el correr

de los amargos días; las casas

donde el desahucio llega y los muebles

se quedan en la calle

mientras los niños y las madres lloran.

Allá en todo esto, junto a todo esto,

como brasa mi corazón

denuncia al apretado mundo,

la desolada habitación del hombre que sostiene

el humo de las fábricas.

Esta es la realidad.

Esta es mi Patria: 14 explotadores

y millones que mueren sin sangre en las entrañas.

Esta es la realidad.

¡Yo no la callo aunque me cueste el alma!

 

 

Roque Dalton

Roque Antonio Dalton García (San Salvador, 14 de mayo de 1935- San Salvador, 10 de mayo de 1975), fue un poeta, ensayista, periodista, activista político e intelectual salvadoreño. Recordado por su vida bohemia y una personalidad jovial e irreverente. Dalton habría sido ejecutado en El Playón, una zona de restos volcánicos del volcán de San Salvador. Su cadáver y el de Pancho fueron dejados a la intemperie donde los animales salvajes los devoraron. Entre sus obras más importantes están: Pobrecito poeta que era yo…, novela, Las historias prohibidas del Pulgarcito, Siglo XXI, México, 1974. El Salvador, monografía, Casa de las Américas, La Habana, entre otras.

 

El Salvador será 

El Salvador será un lindo

y (sin exagerar) serio país

cuando la clase obrera y el campesinado

lo fertilicen lo peinen lo talqueen

le curen la goma historica

lo adecenten lo reconstituyan

y lo echen a andar.

El problema es que hoy El Salvador

tiene como mil puyas y cien mil desniveles

quinimil callos y algunas postemillas

cánceres cáscaras caspas shuquedades

llagas fracturas tembladeras tufos.

Habrá que darle un poco de machete

lija torno aguarrás penicilina

baños de asiento besos pólvora.

 

 

Roberto Armijo

Roberto Armijo (Chalatenango (El Salvador), 13 de diciembre de 1937-París, Francia 23 de marzo de 1997) fue un poeta salvadoreño. Armijo es la voz lírica de su generación, bautizada como «Generación Comprometida. Publicó desde 1956; su obra está marcada por un lirismo íntimo. Fue profesor de la Universidad de París en literatura latinoamericana. Entre su obra más destacada está: Los parajes de la luna y la sangre (poesía) 1996. Poesía contemporánea de Centroamérica, en coautoría con Rigoberto Paredes, antología publicada en Barcelona, 1983. Seis elegías y un poema, (poesía) 1965. El asma de Leviatán (narrativa).

 

Homenaje a mi padre 

Fragmento

Una vez más la patria que duele dentro de mí

y me sufre Porque así soy Tal vez sería otro

más locuaz perseverante y genial Pero confundido

de mí encuentro que no soy lo que pude ser

si hubiese nacido un momento de mayor felicidad

de dicha suprema cuando lloviera menos

de lo que llueve ahora sobre San Salvador

Mi madre no habría sido tan triste

ni mi padre habría estado junto a su alcohol

junto a sus achaques Aunque mi abuelo

siempre era madrugador y se comportaba

como un Dios yo habría dicho qué bella

la montaña el río que se precipita con sus estrellas

Pero fue en vano No soy lo que pude ser

Soy más pequeño que una brizna

más miserable que una hormiga

Soy un miserable que se desdice que se doblega

hasta el orgullo hasta la seriedad

y dice que no hay nada que lo mida

que lo abarque con holgura Yo no quisiera ser

el presuntuoso el afamado de mí Si hay poeta

bueno en el sentido admirable de la palabra

Quien lo niega Soy yo Pero la vida es así

Necesito la máscara El puño la palabra

cruel para sobrevivir Por eso sufro

Me siento el ladrón El que se ha robado todo

Esta camisa de nylon está llena de sangre

Yo la use impávido sin comprender sin oir

sus lágrimas Cuantas tristezas desgarros

afilaron sus hilos sus quiebres Yo la uso

con parsimonia con corbata de seda y olvidado

de todo salgo a la calle silbando una canción

Pero habrá un día cuando me digan qué he hecho

qué he aportado a la felicidad Nada tendré

ni nada diré porque estaré mudo Callado

como una baldosa Todo silencio Llegaron los

asesinados los muertos de tristeza a repudiarme

a blandir sus puños sobre mis ojos

y lloré porque fui cobarde porque callé

y tuve miedo de morir de entregarme a la lucha

como debía de ser

 

Alfonso Hernández

Alfonso Hernández. (Nació en San Vicente, El Salvador en 1948.- 10 de noviembre de 1988)

Fue un escritor, poeta social, militante combativo y comandante guerrillero durante la guerra civil salvadoreña. Entre su obra está: “País Memoria de muerte” (1978) “León de Piedra” (Ensayo testimonio de la lucha de clases en El Salvador, 1982) “Del Hombre al Corazón del mundo” (1976) entre otras.

 

Escrito en una culata de fusil

Ahora la montaña ha hecho reverberar nuestros sueños,

escucho tu voz en el trópico de las estrellas;

Vamos al combate por el mismo sendero que desbordaban

tus ojos.

Hermano:

mi lágrima torrente de fuego en Portillo del Norte

atrincheraste tu vida tras tu vida arrasada…

La patria nos dio su corazón y emprendimos la lucha,

Yo di mi vida, para que entre todos construyamos su futuro.

Reclínate sobre la piedra, estoy a tu lado

como en aquellos años

cuando descubríamos la muerte en la hoguera de las barricadas,

entre escombros, ríos, montañas y ciudades.

Alguien escribió mi nombre en el cielo, con un beso: fue Matilde,

la Matildita Villagra,

En la montaña estaban sus sueños

Y mi cadáver, para eterna memoria en sus lágrimas.

Nos está llamado el futuro! Pan Tierra Libertad.

En tropel la materia jubilosa: nuestros brazos cincahuite,

ojos de granadero, piel solar de malvita,

aliento de euforbio, voz atemperada de lluvia

desde la muerte hasta el montañoso Chalate

con el esplendor del sol, tu vivo ejemplo…

 

 

Serafín Quiteño

Serafín Quiteño (Santa Ana, 16 de septiembre de 1906 – San Salvador, 6 de junio de 1987) fue un poeta y periodista salvadoreño. fue director y propietario de la editorial Ir en Santa Ana; además trabajó en varios periódicos como el Diario de occidente, El salvadoreño (1926-1927) y Queremos (1927). Entre su obra esta: Corason con S, poesía, San Salvador, 1941. Tórrido Sueño, poesía, San Salvador, 1957.

 

Sonetos de Octubre II

Octubre azul, Octubre, primavera

de Cuzcatlán, espejo en que se posa

la imagen de la patria y de la rosa:

-aroma, brisa, mástil y bandera.

La mañana de blusa marinera

-luz de nácar, temblor de mariposa

con el aire de Octubre se desposa. . .

El ciervo espera ya su compañera.

Y ante una claridad de alto relieve

-nube de oro, catedral de espuma-

dice el jazmín su cántico de nieve,

la mar eleva su abanico de olas,

el pájaro el milagro de su pluma

y la tierra su escudo de amapolas.

Ver también

Ilustración de Iván Alvarenga. Sin título. Portada Suplemento Cultural Tres Mil, sábado 14 diciembre 2024