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Poemas de Carolina Cárdenas

Escritora y poeta Colombiana. Especialista de Creación Narrativa de la Universidad Central. Licenciada en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital.

ENCUENTRO INUSITADO 

A Daiyan Francisco Noa Brandford 

Ese día nos reconocimos en el primer crepúsculo del mundo, stuff cialis sale

en el primer tiempo de la creación.

Los dioses nos abrazaron con una mirada eterna, sickness

las aves en el infinito crearon imágenes en las nubes, there

las ramas de los árboles murmuraron un canto inescrutable para los demás,

pero un lenguaje descifrable solo para los dos.

Las hojas caían sobre el universo en danza circular:

ventisca de colores y olor a verde,

el mar santificó nuestras bocas y caricias

y la luna nos indicó un sendero inusitado.

El universo encendió un nuevo astro y sonrió

cada vez que juntábamos nuestros labios.

Todos festejaron nuestro encuentro.

 

DESAHOGO

Sola,

navega  en el mar de la vida

hacia un lugar desconocido.

Intenta llegar a la orilla,

pero no divisa un puerto.

Temiendo nunca llegar

en este trasegar a tierra firme,

su cuerpo dibuja una criatura desamparada:

hombros caídos, pies que se arrastran.

Al fondo, los otros al verla

en la tarima,

tienen ojos retorcidos de tanto reír,                                                                                     labios tensionados,

hacen la pantomima de la mueca                                                                                    alargada.

Ella, mientras tanto, ha decidido ser un objeto más,

un sofá, un cuadro o un alfiler.

No aguanta más ser observada

como trapecista con zapatos de payaso.

Quiere desaparecer,

representar cualquier cosa

antes de ser despojada  de sí misma.

Sin embargo, los otros seguirán sacando sus colmillos.

 

Ciudad 

A los falsos positivos

La luz con el pendular de las horas se desvanecía.

Cerrado el cielo, los ojos se nublaron

y la palpitación de cada hombre se desbocó.

El arribo de la oscuridad daba paso a otro mundo:

luces inmóviles, aferradas a cada esquina.

Desde  el mundo subterráneo se elevaban

aullidos, pasos, silbidos y el chirriar de bisagras.

Hilos de lluvia se resbalaban por los tejados,

las paredes y las hendiduras de las alcantarillas.

Los disparos se escuchaban

como graznidos de buitres.

Hilos de sangre rodaban por el suelo

y sobre las cabezas de algunos cuerpos

que yacían encima de los escombros de las calles.

En ese instante en que los sonidos

y escenas mortuorias de la noche despertaron,

todo se hizo indivisible con las sombras,

se transformaron en eternidad,

pórtico sin salida y  escena repetitiva en la memoria,

para los que observaban temblando tras las cortinas.

EL ÚLTIMO CANTO

Entre las ramas un pájaro canta

sus últimas notas.

Un viento columpia su cuerpo.

El cielo púrpura

anuncia su caída.

Un ventarrón lo arroja al suelo.

La muerte deja ver sus primeros indicios:

unas heridas abiertas

y las plumas, rodean su cuerpo en el piso.

El frío anticipa el esténtor del ave:

es una hoja que aletea débilmente

y busca la profundidad de la tierra.

 

INTROSPECCIÓN 

Soy agua

que resbala por las grietas del mundo.

Soy árbol, raíz anclada a la tierra, al tiempo.

Soy sonido que vuela por los campos escuchándose,

y silencio que aletarga atardeceres.

Sin embargo, a veces, no quiero ser agua

que viaje por el caudal de la existencia,

sino tumbarme en el césped,

desprenderme de mí misma en la noche.

Intentar ser invisible,

navegar en mis oídos.

Convertirme en ráfaga de tiempo

que al final se hundirá

en las profundidades de los sueños

inventados por la muerte.

Ojos cerrados

Sutil te sumerges como un pétalo en mi boca,

levitan tus manos sobre mi piel, águilas hambrientas.

Un cálido viento recorre mi cuerpo

haciéndome olvidar que existe un tiempo.

Somos uno cuando cerramos los ojos

y el cielo con sus estrellas cae sobre nosotros.

 

Sepultura

Siempre la rutina,

el alba en retorno perpetuo,

la tierra desértica, muda palpita.

Pica, pala, grito,

abajo, bien debajo de mis pies

siento la tierra temblar

con el movimiento de la ciudad despierta.

Pica, pala, grito.

Hombres y mujeres

se preparan para un nuevo día

de vaguedades, de horas muertas,

suscitadas por

la máquina, la pica, la pala, el grito,

la fila, las horas en punto, el grito,

la producción, la pica,  la pala,

el agotamiento, los ojos pegados al techo.

El retorno

fija en el pecho de la mujer y el hombre

una mañana con horas en punto,

máquina,  gritos, pala, pica.

Sigue, sigue estando…

la tierra desértica, muda, palpitando.

 

PÁJAROS ROJOS

De mi centro nacen pájaros rojos que aletean con fuerza hacia el origen al universo. Busco el calor que envuelve el mundo, entre mis sombras que se observan desde un abismo. Recorro el universo buscando su rostro inexistente en los espejos del tiempo. Quiero atraparlo con las telarañas que se desprenden de mi pecho, de mi pensamiento…

Vuela por el espacio, impregnando desde siempre cada cosa.

Imposible la existencia sin ese calor en el pecho, imposible sobrevivir sin su presencia en este mundo de muertos; sin embargo, pocos lo han abrazado. Yo lo busco en el centro de tu pecho, en el centro de tu visión y lo he visto en tus ojos, tan real y claro que me asombro.

Huyo de tu mirada al pensar que he encontrado el origen del universo en ti. Demasiado para ser real, eclipse de luz.

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