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Poemas de Gabriel Quintanilla

LETARGO DE CARICIAS

Quiero encontrar

una palabra

que te ame a los cuatro vientos

que suene en esas campanas

que se esconda en esos moteles

que camine con esa gente

que te desnude esta noche

No quiero encontrar esa palabra

prohibida

como tu nombre.

Camino y este silencio se me cruza

como perro dormitado

como cadejo perdido

como calle sin transitar

y se me cruza como

pasado sin dueño

con ese letargo

de caricias

con un par de amontonadas en cada esquina

y se me cruza

con esos moteles sin estrenar

con esas faldas enseñando mas de la cuenta

y tus caricias a medio desnudar.

Este silencio invade los libros

y entierra sus raíces

en esa lluvia muerta.

No te vayas esta vez

aun cabes en ese libro

aun tienes espacio en esa metáfora clandestina

aun caben tus pasos y el peso de todo un siglo

aun cabes en esta vida

no te vayas esta vez

y siembra otro siglo

con el santo rosario

con la camándula en tu pecho

y esas tardes prohibidas

no te vayas esta vez

aun cabes

en esa música

aun cabes

en esa lluvia

no te vayas esta vez

que hay suficiente espacio en esta vida.

Tal vez

cuando crezca la lluvia

cuando crezcan los años

cuando crezca el silencio,

y vuelva la muerte a colgarse en esa viga

tal vez entonces vuelvas

y te sientes de nuevo en ese banco de madera

y reces de nuevo el ave maría

tal vez entonces sembremos otra vida.

Te vas en ese ataúd

pero te quedas en esta casa y sus años

regados en esta vida.

 

EL NEGRO CANTO DE LOS BÚHOS

 

Te puedo ver a esta hora,

con el día saliendo por la ventana,

con el perro arrimado a esta tarde.

Te puedo ver

libre de pecado,

callando mis deseos.

Te puedo ver

arrullando tus gemidos,

explorando mi silencio,

callando estas ganas.

Puedo ver esta noche arrimada a tus pies

y me puedo quedar abrazando su negra quietud.

Quisiera sentarme en un rincón de la vida

y dejar que el tiempo se aleje con todas sus cosas

Quisiera detener esta tarde

antes de que se arrincone en esta casa

y se acomode en tu sonrisa.

Había visto la brisa de las seis de la tarde,

había caminado la noche de un lado a otro

y todo estaba en su lugar:

la vida,

el ataúd,

el jardín.

Todo parecía quieto

pero hacía falta algo,

quizá tu ruido en estos años.

Es difícil dejarte junto a la tarde

con ese jardín asomándose por la ventana.

Afuera el tiempo se va con la lluvia,

yo te espero junto a los libros.

 

EL RUIDO DE LA NOCHE

Llegamos

y armamos una historia,

con tu mirada,

con tu cabellera

perdida en estas manos.

Solo nos dividen

esa gente cómplice

los libros y metáforas tristes.

Solo nos dividen estas paredes

y el tiempo estancado

sobre las agujas.

En tus manos busqué una caricia clandestina

y juntos dejamos este verso inconcluso.

Juntos creamos esa poesía

prohibida

y nuestros labios se ahogaron

con el ruido de la madrugada.

A veces te busco

en este rincón de mis manos.

Se me ocurre dejar tu mirada

para esos días tristes.

Sos esa lluvia

que se cuela en esta poesía.

El ruido de la lluvia ahoga esta casa

y se queda ese verso sin terminar.

¿Y si nos llevamos aquella noche

y regamos esos pétalos

en la oscuridad de sus rincones?

 

 

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