Toda tú eres bella
Tu piel río de leche, see
tus besos comiéndose
mi boca y tus dedos
son diez puñales blancos
que rasgan mi piel
y recorren mi talle.
Son heridas suaves
provocando éxtasis,
arrebato de santo.
No quiero que termine
la agonía, el jadeo
constante, delicioso.
Prefiero que el caudal
y fuerza de tu río
ebúrneo me hundan
y me ahoguen despacio,
sin prisa, a que retires
tus labios que destilan
leche y miel. Deseo
terminar la faena
satisfactoriamente.
Si por Adán y Eva
del Paraíso fuimos
desterrados, prefiero
mil veces el entierro
de la manzana en mi boca
que la tediosa, lenta
santificación. Me moriría
de aburrimiento, me mataría
el tedio y la desesperación
si tu piel ebúrnea me faltara.
Para H. Lammar
Domingo 12/04/2015, 4: 20 p.m.
La bella primavera bella te trajo,
ausente de vestiduras
y de inviernos que queman.
Tu madre, feliz,
Bárbara te nombró:
después del inclemente frío,
Bárbara te quedaba bien,
porque eres bárbaramente dulce,
tierna y no fría
como el níveo invierno.
Caminas por las avenidas
con tu andar menudo
y gallardo. En la escuela
florecen tus sueños
de asfalto. La Providencia
acompañe tus sueños
y despiertes con laureles
ceñidos en tus sienes.
Para Bárbara Rivera
Lunes 13/04/2015, 9: 40 a.m.
Soy yo tu roto silencio,
tu beso crepuscular
interminable,
el joven sueño
que tuviste en la verja
vecina
contemplando las vecinas rosas.
Soñaste, quizás,
con aquél hombre sin futuro,
desgraciado
que nada te ofrecería;
mas sin embargo,
el caudal de corazones
por las ventanas saldría,
como río de su curso
desbordado
y los cuatro o cinco
chicos
jugarían
al Ladrón librado
en el traspatio de la casa.
Todo sueño se cumple,
se pospone
o se aplaza.
Tú ya cumpliste el tuyo
no con cinco ni cuatro,
sino con dos niños
que son tu cruz,
tu martirio
y tu redención.
Para H. Lammar
Jueves 23/04/2015, 7: 14 p.m.
Llegaste cuando el invierno
agitaba su pañuelo blanco de despedida.
San Salvador era una pintura sombría
donde la tarde dio su último bostezo.
Galopaban los dioses
con destino a la guerra,
tirando rayos que se enredaban
en los ramajes del viento y como fusta,
restallaba en la espalda
del volcán echado.
El invierno se asomó
cual enjambre de gotas furiosas
que punzaban en la urbana aldea,
en el asfalto,
en los transeúntes.
San Salvador quedó hecha un asco,
una confusión.
Como en ríos indóciles
navegó la basura a los tragantes.
El atasco vehicular
y el claxon de los coches
con su zumbar de avispas africanas
estallaba en la cabeza de la ciudad.
Las avenidas y los centros comerciales
fueron el laberinto de Teseo
donde perdí mis pasos
y el Minotauro de la angustia
me devoraba el corazón.
El nosocomio tenía voz de mujer
e hizo impropio su dolor:
“No fue parto normal,
el bisturí tocó su cuerpo.
¡Pobrecita!”.
Esa noche fuiste la ausencia no deseada,
la aflicción presente,
la caricia retenida,
el beso que quise darte
y no pudo ser.
Sólo vi a tu madre que valiente,
venía de ganarle la batalla a la Muerte
y con voz de paloma herida,
dijo: “Fue niña”.
Para Andrea María Orellana Alas
Miércoles 29 de abril de 2015, 7: 25 a. m.