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Poemas de Julio Torres-Recinos

Julio Torres-Recinos (Chalatenango, El Salvador, 1962) escribe poesía y cuento. Ha publicado los libros de poesía “Crisol del tiempo”, “Nosotros”, “Fronteras”, “Una tierra extraña”, “Hojas de aire”, “Noventa poemas de amor”, “Entonces”, “El loco”, “El tiste”, “¿Y si mañana?”, “La voz del viento” y “Los rostros del miedo” (libro bilingüe que apareció con el título “The Faces of Fear”). Su poesía ha aparecido en revistas, periódicos y antologías, canadienses,  latinoamericanas y españolas. En 2004 la Editorial L’Harmattan de Francia publicó “Crisol del tiempo y Nosotros en un libro bilingüe titulado Creuset du temps et Nous autres”. Julio Torres, en 2017 y 2019 participó en el Festival Internacional “Noches de Poesía de Curtea de Arges en Rumania”, donde lanzó su libro bilingüe rumano-español “Nebunul”, “tristul” (El loco, el triste).  Su ultimo libro  de poesia “Lo cortés y lo valiente”. Ha coeditado cuatro antologías de literatura hispano canadiense: tres de cuento y una de poesía. “Con Aurora después y otros cuentos” publicado por Niram Art en Madrid, España, en 2013 y 2017 edición canadiense, publicada por Lugar Común Editorial. Es Catedrático de la Universidad de Saskatchewan, donde enseña lengua y literatura.

 

EL GATO IGNORA

 

El gato ignora

que hace frío afuera,

que aunque hace sol

y es un día claro y limpio,

inocente,

que aunque es otoño,

el invierno saluda

con su mano cruel.

Desde el calor de la casa

el gato ignora

lo que pasa en el mundo,

cree que en el mundo

hay sol y comida,

que hay calor y cobijo,

que a todos les sirven

la comida a tiempo,

que hay donde pasar la noche,

que si lloras, mamas.

 

LA GENTE QUEDA

 

La gente queda

en las fotografías

con ojos sombríos

o con el cuello torcido,

sin sospechar

que el tiempo

los olvidará

tal como quedaron,

con una sonrisa pícara,

con una mirada

dirigida hacia

la parte que no está

enmarcada en la foto.

La gente queda seria

porque un zapato que les molesta

a veces con un dolor

de estómago,

a veces melancólicos

enojados

desesperados

porque les hacen

perder el tiempo,

huraños,

pensando

(a veces llorando)

en las canas

que cada día se ven más.

La gente, a veces, queda

en las fotografías

con el último gesto

con que podemos burlar

a la muerte.

 

SOLES QUE PÁRTENSE

 

En la vida hay crepúsculos

                       que nos hacen llorar,

                       porque hay soles que pártense

                       y no vuelven jamás.

Rubén Darío

 

 

Las tardes de montar a caballo quedaron

perdidas en los cerros,

el pueblo que contemplábamos a lo lejos

existe sólo en el recuerdo;

igual los amigos que no responden cartas

que dicen si te conocí no me acuerdo;

los paseos por el río

mientras el sol de la tarde

se dibujaba con las hojas de los árboles,

todo se ha ido.

 

La mañana volverá como volverán las hojas

otras horas otros amigos otras tardes,

pero sabemos que el mar

que baña la playa se va y no vuelve,

que la luna que se va llorando por los árboles

no vuelve, que la felicidad no vuelve,

se va como una frente

que no quiere dejar besarse más,

se va como los pájaros emprenden

el largo vuelo sin saber

si los espera un puerto

o si las alas los traicionarán

en la inmensa travesía por el mar.

 

 

 

QUÉ SERÍA DE LA NIEVE

 

¿Qué sería de la sombra

sin el árbol que la protege?

¿Qué sería del nido

sin el pájaro?

¿Qué será del cauce

sin el río

que lo habita?

¿Qué sería del sol

sin el día

de la nube

sin la tarde?

¿Qué sería del mar

sin la espuma

sin los peces;

del agua

sin la sed

que la busca?

¿Qué sería de los juegos

sin los niños?

¿Qué sería de la nieve

sin el misterio

sin la oscuridad

sin el viento

de mano suave?

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