A Patricia Salazar
ROQUE DALTON
Este día
antes de dormirme pensaba en él
en Roque
pensaba en cómo pudo ver la muerte
el peso de la bala en forma de lágrima
tatuada en la pared
es imposible
-lo juro-
domar las ojeras de las velas
al leer sus poemas
cuando se está solo
y la tinta se traga el latido del café
no dejo de pensar en la bala que lo mató
una bala con erecciones
una bala muerta de tedio a la hora de cegar la mirada
pesada como un aullido
todo el día pasé pensando
lo que pudo escribir
en ese poema tullido por el frío
por el hueco eterno en el estómago
-miedo le llaman algunos-
otros le llamarán silencio
como cuando la mirada cae dispersa
sobre la noche
como rocío flácido
en los senos de la mujer amada
cuando vas a penetrarla por primera vez
antes de acostarme he pensado más en su poesía
y en lo mucho que mis amigos quieren volver a matarlo
como un parpadeo en la neblina pegada sobre los muros
que llega y se evapora
es difícil no pensar en él
cuando en el barrio escucho un balazo.
CENIZA
A Otto René Castillo.
Quedó desnuda la ceniza
de mis huesos
la de mi mujer
en el plateado laurel
de trece voces
con sus oscuras lunas
en el rocío
y sus manantiales rotos por la melancolía
mi voz de ceniza también se desnuda
como una sepultura de papel
desde donde cantan
aves
árboles
lunares en el estómago
que se vuelven parche
a la hora de un balazo
quedó desnuda mi ceniza por el aire
en el gemido del machete
en la ceguera afilada del tiempo
en la blanca madrugada
en que Nora
llora
por los hijos que desterramos al silencio
se desnudaron también
las lágrimas
con sus gemidos
los ladridos de los perros
en el monte
el aire
con su arpa degollada por el grito
el crepúsculo bramando
como hembra desflorada
el esqueleto de las veredas
la piel del elefante
en que se convierte el cielo
en este mes de abril
quedó desnuda mi ceniza
como toro herido
con la osamenta de los mares
quedó desnuda como abecedario de hollín
cada vez que se acerca el invierno.
UN DÍA DE ESTOS
VOY A MATARTE
“Cinco minutos para morir
bastan para olvidar”
dice el viejo bolero afónico
de tanto rodar por las escaleras
las viejas paredes llenas de humo
donde el tiempo pasa tibio frente a la lámpara
y se hace corona de hollín sobre mi cabeza
Realmente no hay tal bolero
que diga que van a matarte
te mata siempre el destino sentado
cómodamente en tu sofá favorito
te mata un grito de saliva ahogado en la garganta
la cólera en el estómago en la hora pico
esa larga fila en el supermercado
el cuadro de tu amante que se cayó y desnudó sus alergias
sus manías por dominar el paso marino de tu sombra
No lo hay porque te lo inventas al ver esa pintura
más ciega que antes de que te la regalen
sin luz ajada hacia ningún lado donde lo pongas
y termine cediendo al hurgar en el color que todo es un espejismo
Un día de estos voy a matarte
me dice el viejo cuadro
con el rostro torcido por el polvo
antes que la luz se marche de su mirada.
EL OMBLIGO DE AMY
La frágil medianoche era una tumba
un epitafio en el hocico de los perros
era un proyecto submarino en una botella
para agitar los labios en cada cubo de hielo
(no puedo dormir
mis dientes son barrotes inquietos por el frío)
De golpe me acordé de tu muerte
Amy
de tu garganta de cera virgen
que siempre fulge cuando enciendo
y sintonizo
con el humo los inviernos
que han pasado llorándote
con todo el peso del cielo
por el silencio helado de tu boca
Y de golpe
la mariposa del sueño era un susurro
como blanca pluma que escribe
en medio de las venas como espigas
-drogadas por el sol triturado en la retina-
del hondo smog de Londres
de las leguas calladas del Támesis
como un trozo de cristal
que vaga herido por buscar tu risa
tu boca de diadema celeste
para atrapar la calavera naranja
en que se convierte el reloj del Big Ben
cuando el cielo rojo de otoño es una carcajada
en todas las vidrieras
La frágil media noche se parece a tu cintura
a tus pestañas de piano prostituido
por la lasciva piel de la heroína
si es que el líquido de la droga
es otro cuerpo que te posee
vacía
sin trapecios
que hagan más anchos tus senos
las piernas exactas
para medir la espesura de la niebla
ahora marchitas por la droga
por el enmascarado hueso del hambre
de las venas
Amy
como el perro que ladra y deja su aliento pegado
como legaña pegajosa en la bóveda acústica
en que se convierten las calles
al recordarte muerta
y que no eras tan buena para quitarme el insomnio.
NO SIEMPRE
FUI TAN FEO
No siempre fui tan feo
No siempre dejé mi ceniza tuerta al pie de los muros
Ni dejé de asomar la pupila del sol en la tibia escafandra de tu risa
No siempre fumé tanto para acariciarle las tetas a la muerte
ni para besar su coño frígido como una catedral vacía
sin sermones que pudieran agitar mis poros
No siempre quise tatuarle el silencio a mis pulmones
después de ver sangrar una imagen en los semáforos
No siempre fui tan feo
Ni dejé de sonreírle a mi amputada favorita
que cerraba de golpe mis pestañas afiladas
con un frío beso de despedida
No siempre lo fui para escribir tanto
Y desahogarme
Ni siquiera para tratar de asfixiar los gritos de mi semen
cuando apenas tenía pulso la tinta
y dibujaba tu cadera en el amplio bostezo de la noche
Ni si quiera lo fui cuando el coma etílico ahogó mi corazón
y pronunció la palabra desvelo en cada arteria
No siempre fui tan feo
insisto
cuando me enseñaron a ser un cadáver viviente
durante una guerra que no deja de golpearme
No siempre lo fui
hasta que apareció ese poema que navega entre tu sangre.