Giovanni Sebastián Chávez Cuesta (1993) es un escritor, poeta, músico y chef ecuatoriano. Apasionado lector y escritor desde temprana edad. Creció en Quito donde entrega su primer libro “El Verano Invertido” en 2016 y su segundo libro “Por Todos Lados” en 2018. Realiza enlaces y vinculaciones con la gastronomía, la música y la literatura potenciando el valor cultural de estas tres áreas.
Poema al final del mar.
Caminar contra la brisa
en el terror de las olas que gritan
una advertencia y la condescendencia.
Y luego encontrar una flor
con un talante lleno de nervios
he llegado al final que es el inicio.
Contemplar con medios ojos
todos los colores de su acercamiento
que se me ha quedado agarrado al subconsciente.
Y luego abrir la afluente en la mente,
con una sonrisa ladeada,
escondiendo la euforia azul estrella.
Y luego buscar tres temas
con un recuerdo que se me ha quedado
en un cuento que me resulta prohibido.
Y este poema no es más que otra excusa
que se compone con el actual tiempo
de imaginarme ver
esa sonrisa vestida de puesta de sol,
tan grande como el horizonte.
Olvido
Es una doctrina especial
con la práctica diaria de un dogma.
Es encontrarse en la primera fase,
la de siempre buscar una excusa
que satíricamente provoque
un encuentro especial
con el recuerdo endemoniado.
Escudriñar en el fondo más recóndito
por una señal, una carta, una foto
y hasta una justificación
para tanta investigación.
Indagar en el subconsciente,
con sueños indescifrables
y un poco espirituales,
razones decisivas pero ilógicas
para seguir rastreando el corazón.
Imprescindible es el vino,
los amigos y las estrellas,
para que la remembranza
imagine la ya perdida presencia
y nos regrese al principio.
Serendipias
El color, el estudio, la lectura,
el sabor, el café y mil tés,
la concentración, el pajaro,
el caminar, el correr y contemplar.
El olor, el sentir, su tesitura
en las tardes que se creen madrugadas,
en las noches que parecen vidas.
El correr, el sentir, el escuchar,
el abrazar, el tocar, el besar,
el terrón de su sonrisa
en el azúcar de su cara.
El poema de los colores
Hoy te dibuje así, indescifrable,
entre lienzos y poemas de media tarde:
un color así en la hipérbole de tu sonrisa,
más claro en la alegoría de tu nariz y
una diéresis acuarela en tus ojos capulí.
Cómo azul en el símil de tu cabello,
hasta el hipérbaton rojo de tu cuello,
como puntos y comas tus claviculas,
la métrica perfecta en tus brazos que me abrazan amarillo.
Así te tengo aquí,
verde azulado como yo te quiero,
sencilla en la complejidad
contradictoria blanco y negro.
Para siempre te invento así,
en la madrugada impostora
de epifanías de media tarde.
Si escribirte y describirte
siempre ha sido mi obra maestra,
¿qué puedo decirte?
¿Cómo puedo entender?
Presente en mi lienzo de palabras,
mi paisaje principal,
óleo de la puesta de luna morado.
El vino corazón que me ilumina las horas
y me regala una pluma tecnicolor.
Que tus ríos castaños y mesetas
sean el mural que pinta la imaginación
de quien te mira con caleidoscopio escondido,
pinta con palabras
y
ti voglio tanto bene.
Contemplación y sueño.
Duerme,
con ese desdén de planta marchita,
con la paz que me contagias
al ritmo de tu corazón en tus párpados.
Duerme el movimiento fuerte,
una ráfaga y un gemido incómodo,
viento y tu cabello que me inunda la cama,
tus pies, siameses, espasmos y yo.
Duerme,
angular en tus muñecas y rotulas,
en la coordillera que forma tu cuerpo,
desnudo bajo tanta ropa, sabana y pensamiento.
Duerme y el calor,
de todas formas y todo color,
llena mi cama de despiraciones desiguales
y euforia contenida a mordida de puño.
Duerme,
que el que sueña soy yo.
Te quiero de poema.
Te quiero de poema,
de cara doblada
al encuentro de flor,
té y lluvia violeta.
Al tiempo del sol
que sale de tus ojos cafés
que han topado el fondo
del querer ser dos.
Te quiero de poema
porque el martirio de creación
me ha desarmado el corazón
y el vicio de mi costumbre.
Te quiero de poema
porque me falla la métrica
porque estas en la pluma
que te dibuja un sueño que rima.
De novela es desazón,
de cuento eres humo negro
y en teatro decanto en ser
quien te besa las pestañas.
De poema es el problema,
que no soy poeta
y te quiero de poema.
Perpetuidad.
Casi siempre eres tus manos hermosas,
que, ya rotas de tanto maltrato,
me peinan al revés y se ríen.
Casi siempre eres tus labios
secos, por la falta de un beso sucio,
que no quieres acercarte hoy,
que te tiemplan hasta las uñas.
Casi siempre eres tu voz
que llora y que discute en un cuento
que te sabes de memoria.
Casi siempre eres tus piernas
que me abrazan a favor de tus brazos
que tiemblan sobre mis hombros
cuando me gritas el amor eterno.
Casi siempre eres eso que no quiero
y cuando me gusta escucharte
salto de la atención
por el placer ambiguo de contemplarte.
El amor de fuego.
Se han quemado.
Los árboles que rodean la cabaña,
se han caído como antorchas
dejando rupturas desordenadas.
No se han escuchado gritos,
no se han visto cuerpos que corren,
sólo esqueletos calcinados
de dos viejitos abrazados.
Todavía human sus negras sonrisas
y sus dedos entrelazados se abren
por petición familiar
de enterrarlos separados.
De su casa no queda más que
un terreno gris que es disputa.
En los periódicos su suceso es conmoción
y los poetas se llenan de tardía emoción.
Se han quemado juntos,
de manos arrugadas y anillos rotos,
de compañía sin reconocerse
abrazados y de beso a las cenizas.
Separación
¿Qué has encontrado
esta noche de piedrecillas rodantes,
de un canto desafinado,
de humo que viene y va
de perjurio y maldiciones?
Te has encontrado
un centenar de oprobios,
falsos desde los ojos,
gritos de auxilio.
¿Qué pretendes encontrar
en un día de malas decisiones,
de exigencia creando recuerdos,
de un beso que no se ha completado,
ni se completará?
De las estrellas al asfalto,
con tu cuerpo en medio tránsito.
Te has encontrado
un viaje etílico a la pena.
Te has encontrado
el río que llega a la laguna
cuando has perdido el compás,
el talante y la cordura.
Ruptura
Tú, que vienes sobre tus pies,
haciendo volar tu blusa a rayas,
con colecta y uñas rojas,
me saludas de medio beso seco.
Corren ríos morenos a tus labios
y tu boca se curva en llanto
con un gemido,
con un silencio.
En tus ojos se escucha el requinto
del bolero sinfín.
Tus pisadas dejan huellas cálidas,
de este amor que nos ha faltado.
Tu cabello tinturado,
sobre tu cabeza que descansa,
la década en mi hombro
que te rechaza en silencio.
Corren tus dedos a mi rostro
Y mi boca ahora se curva en llanto,
con un silencio,
con un odio.