Myrna Solano
OH MUSA. OH DIOSA
Llegó un día como un caballero suave y elegante.
Febril y abstracto, for sale seek irresistiblemente suave.
Entre matices y arreboles danzó en la infancia.
Enloquecía su risa y su placer de juventud.
Era el más hermoso varón de la historia, capsule en todos los canales, en todas las esferas, entrañablemente en todas partes.
Rara mezcla de dios y de humano, arropado de talento y sensibilidad hasta desvestir en cada canto la poesía que solo él vivió en cada danza.
¡Él es el yo, que se ha ido con él!
¡Oh diosa! ¡Oh musa! En sus abismos yo descubro mis ausoles. La primavera nueva que siempre florece, aunque él ya se fue.
¡Oh musa! ¡Oh diosa! Llévame con el caballero de la historia y déjame darle un beso en el alma, para sentir que desde el infinito su amor continuara llegándonos.
COSTUMBRE
Me acostumbre a tu ausencia.
Al silencio nombrándote en todas partes.
A oírte, sin hablarme.
ESTA NOCHE
Octubre 28/2009.
Esta noche estuvieron juntos su corazón y el mío,
y en su malicioso ritmo me envolvió, dejándome salpicada de alegría.
Le vi más grande y distante, pero le sentí tan cerca. Era tan real y tan efímero a la vez.
Tenía la figura delgada, la voz alegre, la melodía perfecta, la escena hechizada, y el ansia llena.
Sólo quería cantar y con su danza mágica endiosar la atmósfera… sólo por vivir un poquito más.
Le vi renovar su pasado, vivir con inigualable alegría el presente y esperar con prisa el futuro. Estaba allí para iluminar pupilas, recrear fantasías, declarar su verdad y encantada en un abismo de plácida armonía
… mi estadía con él, se tornó grandiosa.
DESNUDA
Yo deshoje mil historias contadas
que no me quedan ya prejuicios,
pero como podría si esa verdad tuya no es para
mi una blasfemia, si juzgarte no me favorece
Me desprendí de tus memorias
hasta quedar desnuda a merced
de tus delirios sin morbo, de tu púbica
inocencia muy poco comprendida.
Y me sentí desnuda y pequeña entre tus manos,
cual flor sin un pétalo,
cual caudal sin su mar,
esperando el instante mismo
en que pudiera vestir mi alma con tu nombre
ESPERA
Mis oídos prestos al regreso te esperaban,
mi garganta tarareando tu canción se quedó,
y en el vaivén de los recuerdos
se tornó mi vida en desagravio;
aquella tarde de junio
en que sin saberlo, te perdiste.
CONTEMPLACIÓN
Tras el balcón de mi casa junto al cielo
Dibujé tu nombre en la luna
Y al compás de un suspiro
la luna bella de mi cielo sin su estrella
conectaba en mi interior
Un innato sentimiento musical
CUENTO
LA MUERTE DEL REY DEL POP.
“Era una persona gentil, genuina, maravillosa…”
Liza Minelli. Cantante.
Era muy de madrugada cuando el Rey del Pop engalanado en su traje emblemático y sus pies adoloridos de esfuerzo, se fue a su refugio para intentar conciliar un sueño más, pero se encontró de nueva cuenta con la muerte.
Èsta llego con sus uñas afiladas y su esquelética figura.
Era el principio del fin.
De sus dientes nauseabundos escapaba una tenue y pálida sonrisa, como un sosiego al final del tiempo. Sus pasos cadenciosos andaban en busca del atribulado rey.
Sus ojos al aire y sus huesos fríos ligeramente flexibles atravesaron muy quedamente el umbral hasta posarse sobre la blanca almohada, al tiempo que con su vieja vocecita exclamaba:
– Llego tu momento de partir, esta tarde vendrás conmigo.
El rey la miro con asombro, mientras que ésta apoyando su guadaña junto a la cama le susurraba al oído:
¡Ven! ¡Ven conmigo! ¡Descansa en mí!
El hombre de finos cabellos de seda brillante se sonrió, escondiendo en su voz sonora las últimas notas de sus más recientes ensayos.
Así pues, la muerte sentada a su lado, le canto aquella vieja cancioncita de cuna para acariciar su alma suave. Luego con sus finas y largas manos le acarició el rostro y los hombros, como para seducir su voluntad de partir y dejarlo todo, pero no su voluntad de emerger cual dios de la ceniza.
El instante llegó e hipnotizado por el embrujo de la muerte, se cobijó en sus brazos en silencio con su alma. Mientras tanto, al otro lado del universo el gran Dios al verle llegar suspiraba de alegría.
El rey que hacia un instante se había abrazado con la muerte, pudo fundirse con su sombra de paz, y descanso por fin.
Los ángeles celosos por tan excéntrico visitante extendieron sus alas jubilosos, para albergar un nuevo ritmo. Tras ellos las puertas del cielo se cerraron mientras una inmensa multitud dejaba oír sus aplausos en la distancia.
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