QuERIENDo SER
Errante entre la luz,
a tientas buscando
la rojiza oscuridad de la soma, donde habitar
mi felicidad,
futuro refugio de mis besos. Te imagino,
cariñito,
bebiendo los últimos
tragos del Leteo,
antes de abandonar
el habitáculo de mera potencia para empezar a ser
latido.
Te presiento,
queriendo ser.
LA vIDA ENTERA
La vida entera
y un rato más
destinamos a alimentar
las bocas de este sueño.
Entregando las noches,
los días y los mediodías,
a la noble causa
de arremangarse el alma
para meter los brazos
en la bosta cotidiana
y así sacar
algún que otro tesoro,
escondido entre tanto
espanto.
No nos asustaron
el hambre, ni el cansancio,
ni el desánimo,
ni la mirada réproba
de quienes nos señalaban con el dedo por no decidirnos a ser
conformes infelices
y ya.
Nos iluminó la sonrisa
una estrella de la que no teníamos
ni idea de su existencia,
pero que estaba.
Resistimos,
persistimos,
insistimos.
Por eso,
tampoco nos amedrentó
el temor que nos impusieron,
la paliza que nos prometieron,
ni el bozal con el que intentaron acallar todas las bocas todas
de nuestra idiosincrasia plural. Fuimos felices por el simple hecho de madrugar y prepararnos valientes para la batalla diaria
sin más armas
que la flor de nuestra juventud entregada.
La vida entera
y la de los nuestros,
convencidos
dedicamos a encontrarnos
en aquello que
aún mañana
seguramente vivos,
más allá de esta vida,
seguiremos soñando.
AMANECE
En sombras,
se acerca.
Se sienta a mi lado,
se toma un mate conmigo. Me despabila,
me ilumina, me zamarrea, apenas,
comienza el día. Cruzamos pocas palabras, estando a su lado
el silencio
cumple un protagonismo necesario,
permite el milagro. Entonces,
hacen su aparición
los versos, el verbo,
el canto.
La vida toda
parece un recuerdo confuso,
una noche más
entre las noches. Entonces
amanece
a mi lado
y yo solo
me dedico a ser feliz,
a describirla.
EL BAILE
Nunca logro ponerme de acuerdo,
ni ordenar bien mis ideas,
si Dios me vio bailar para ningún Dios o ningún Dios
me vio bailar para Dios.
No sé.
Lo cierto es que
sin proponérmelo o sí
se me está pasando la vida en ello, buscando un acuerdo,
acomodando nadas,
que solo me conducen
a la idea
de que tal vez
lo sobresaliente del hecho
no sea ni Dios ni no Dios,
sino
el mero hecho de bailar.
Conforme de saberse mirado,
pero bailar.
Atormentado por ideas absurdas,
pero bailar.
NIño
Cantando cada mañana
al despertar,
canciones que te cantaría al oído, con los brazos abiertos,
te espero.
Paciente y no,
haciendo crucecitas
a los días que quedan,
te espero.
Leyendo, creyendo,
escribiendo tu nombre
en mis versos,
te espero.
Conformándome a sabiendas
de que estaremos juntos
más tiempo
del que te estoy esperando,
te espero.
Bromeando, riendo,
apilando sueños
en los estantes vacíos de mi pecho, te espero.
Brindando a tu salud
y a la salud de todos
los presentes
en este entuerto,
te espero.
Con un sol en un bolsillo
y un racimo de poemas
bajo el sombrero, acariciando la fantasía
de tenerte en mis brazos, pero sin ser tu dueño.
Con los globos, la piñata, los pitos y las matracas, listos para el festejo.
Con la alegría indescriptible que solo tiene
un niño que espera
la llegada de otro niño.
En la puerta de la vida
para salir a jugar,
te espero,
hijo querido.
BACANAL
vestimos la mesa
con el delantal
cuadrillé
más limpio que tenemos. Sobre él desfilan
toda la variedad
de delicatessens y aperitivos para acompañar el pan,
que podamos imaginar. Sobran las sonrisas,
las risas, las anécdotas
y los gritos de “alegría alegría” cada vez
que alguna copa se vuelca.
Es una bacanal.
Es una fiesta continua
la casa
cada vez
que la poesía regresa.
AvENTuRA
Motivo de angustia fue
comprarnos la ilusión de creer
que,
en bandeja
venía servido.
Por eso,
a fuerza de llanto recibimos la alegría
de saber que no todo
era abulia y sinsentido. Envuelta en un manto
de justicia poética
triunfal
la vida
llegó con el vientre gordito de tanta esperanza.
No hizo falta
ni fórceps
ni inducción,
ni goteo.
Salvaje y naturalmente
se entregó a este parto,
a esta aventura
que fue
vivirnos,
sin más.
CóMPLICE
Escindidos, obviamente, de la biografía nuestra, por la misma futilidad de su existencia, justamente son
estos pequeños instantes inútiles
los que nos resignifican la vida.
Parecidos a la felicidad, pero sin la gran pompa de su sacro nombre, son los momentos inesperados, fugaces, ilógicos
y hasta ilícitos
que en nuestra cotidianidad
operan
a modo de desalienantes
naturales
y nos devuelven
a la humanidad
simplemente
para que podamos seguir habitándola con cierto grado
de complicidad.
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