Dado 11 de marzo en el estado de Jalisco
en las inmediaciones de la línea del tren.
Algo humano se desprende de las piedras cuando escuchan el suplicio de una caravana
Nos han contado sobre la travesía,
de las mujeres al velar el insomnio de los trenes.
Sus cuerpos acomodados a la exactitud del asfalto.
Los niños al calcar mapas con las llagas de sus pies.
La indescifrable caligrafía de una fosa común.
El aire ultrajado por las moscas
hasta la memoria.
La manera de cómo se abraza
una cicatriz.
La ferocidad de una bandera,
sin esperanza,
Pero bailamos sobre la intermitencia
de los semáforos,
y no hay tiempo para saber
que la noche,
se preña con el beso de un revólver.
Que una parábola es también
un retrato adiestrado
por la lengua de los perros.
Cinco de la tarde periférico sur
No se marcha el que se va
sino el que se queda.
Un diente muerde la poesía.
El aire acumulado en la garganta
de los pájaros.
El carbón cortado al tiempo
de las maquinas.
Las fotos hechas una llaga
en los ojos.
¿Qué árbol cubre el insomnio de la diáspora?
No se marcha el que se va
Aun así sobre la lengua de los muertos,
se alza un muro que divide,
el silencio de mi patria.
Al igual que la sed de los muertos
Lo inapreciable de estos caminos
se desprende del pecho de los pájaros,
de la vigilia del Xoloescuimcle.
La resaca de la tierra adherida
al calzado del que se marcha.
(La diáspora es una patria alzada sobre los rieles de la bestia)
Nos hemos mirado en los ojos de los ciegos
Y no somos más que la infancia
tendida de una lágrima.
La noche es un evangelio
que muerde nuestros huesos.
La sombra por muy larga,
vuelve como un perro
amarrada de su olfato.
Delgada es la avenida,
cuando carece
del peso de la sangre.