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Poesía de Jorge Madrid

Dado 11 de marzo en el estado de Jalisco

 en las inmediaciones de la línea del tren.

 

Algo humano se desprende de las piedras cuando escuchan el suplicio de una caravana 

Nos han contado sobre la travesía,

de las mujeres al velar el insomnio de los trenes.

Sus cuerpos acomodados a la exactitud del asfalto.

Los niños al calcar mapas con las llagas de sus pies.

La indescifrable caligrafía de una fosa común.

El aire ultrajado por las moscas

hasta la memoria.

La manera de cómo se abraza

una cicatriz.

La ferocidad de una bandera,

sin esperanza,

Pero bailamos sobre la intermitencia

de los semáforos,

y no hay tiempo para saber

que la noche,

se preña con el beso de un revólver.

Que una parábola es también

un retrato adiestrado

por la lengua de los perros.

 

Cinco de la tarde periférico sur 

No se marcha el que se va

sino el que se queda.

Un diente muerde la poesía.

El aire acumulado en la garganta

de los pájaros.

El carbón cortado al tiempo

de las maquinas.

Las fotos hechas una llaga

en los ojos.

¿Qué árbol cubre el insomnio de la diáspora?

No se marcha el que se va

Aun así sobre la lengua de los muertos,

se alza un muro que divide,

el silencio de mi patria.

 

Al igual que la sed de los muertos

Lo inapreciable de estos caminos

se desprende del pecho de los pájaros,

de la vigilia del Xoloescuimcle.

La resaca de la tierra adherida

al calzado del que se marcha.

(La diáspora es una patria alzada sobre los rieles de la bestia)

 

Nos hemos mirado en los ojos de los ciegos

Y no somos más que la infancia

tendida de una lágrima.

La noche es un evangelio

que muerde nuestros huesos.

La sombra por muy larga,

vuelve como un perro

amarrada de su olfato.

Delgada es la avenida,

cuando carece

del peso de la sangre.

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