el exigente
(a rené mazariego)
que te da picazón en el oído
y las vértebras te corroen como pulgas
el lomo de cuca de tus espaldas
cuando escuchás poemas de jóvenes absurdos
porque te enmarcás dentro de lo clásico
y sos exigente en la poesía
y leés y releés y te fascina
“el brindis del bohemio” y “la chacha micaila”
y no te da por perder los minutos
como humo de cigarrillos o gorgoritos de aire
leyendo a ese cortázar que tanto te menciono
y que no gastás tu saliva
platicando sobre la poesía nuestra
porque decís que no hay quien le llegue a las patas
a darío con su “marcha triunfal”
ah exigente
por exigente te meten gato por liebre
te vas al mar únicamente a emborrachar
y ocupás el día sólo para comer los tres tiempos
y la noche te sirve para cobijarte de pie a cabeza
y rezar para que no te asuste el diablo o la siguanaba
y a dios lo ocupás para limpiar el betún de tu hojarasca
y le pedís que no llueva cuando san pedro se orina
que cese el calor cuando hay vaho de infierno
te quite de penas
te dé el cinema
el estadio
y otros
y que no permita seás como nosotros
locos relocos que tanto chingamos con la protesta
ah exigente
por exigente te llevarán los cuervos
sin un hilito de amor en tu conversación
te reprenden las horas
y te ahogás en un vaso de agua
mientras leés a corín tellado
(Del libro: Al otro lado del espejo, capsule diagnosis Primer Premio Poesía, shop LVII Juegos Florales Centroamericanos, Quezaltenango-Guatemala 1972. Primera edición, Editorial José de Pineda Ibarra, Ministerio de Educación de Guatemala, 1973; Segunda edición, Colección Nuevapalabra, Dirección de Publicaciones, Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, El Salvador 1973).
COMO CUANDO UNO LLEGA A UN SANITARIO
como cuando uno llega a un sanitario
donde se siente fresco el detergente
y los azulejos ostentan un brillante orgullo
a pesar de la lluvia de orines que reciben
¡ah babosos!)
donde hasta el papel higiénico
se encuentra en un estado egocéntrico enrollado en sí mismo
y los depósitos de “usados” se dan el lujo
de creer que son otra cosa
y las tazas mantienen sus bocas en suspenso
¿esperando qué? ¿diciendo qué?
¡donde al ver tanta pulcritud y al sentirse solo
dan ganas de escribir MIERDA! en las paredes
así así he entrado a este momento
en que dan ganas de derrumbar los castillos
construidos en el viento
despenicar una a una las rosas de la ilusión
y pegar con todas la erupción de mis uñas
en la cabeza de un alfiler
o en la punta de un vello pendiente de una campana gigante
dan ganas de escribir en vez de un poema
un par de notas marciales
y gritar y gritar a través de una tuba
todo el DO-lor del mundo.
(Poema introductorio del libro “Tomo la palabra”, Colección Poesía-Volumen 39, Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación, El Salvador, 1977))
ANTE LA CARA TRISTE DE UNA ESTATUA
Después que te hayan hecho pasar muchas vergüenzas
conmemorándote en días festivos
Después que te hayan orinado perros y gatos en tu propia cara
Después que ya no aguantes tanta belleza puesta a tus muslos
y te acose el deambular de un pordiosero
con sus harapos al aire libre
Cuando ya no te des cuenta si de hierro o de bronce son tus cimientos
y al igual que el hombre de carne y hueso
tú también flaqueas
Cuando por razones obvias te aburras de estar sola
bajo la sucia sombra que te legaron ciertos historiadores
Cuando te hayas percatado que eres una solemne calamidad
así estéril inmutable sin qué hacer en un lugar público
donde cualquiera se espanta del estruendo ruido del desempleo
Entonces cuando ya nada te importe la corona de laurel
que viene rodando de a saber cuántas efigies embusteras
cuando al fin y al cabo le digas un basta ya a la inmortalidad
entonces verás el desmoronamiento de tu nostalgia.
(Del libro: Tomo la palabra, Primera edición, Colección Poesía-Volumen 39, Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación, El Salvador, 1977)
PURO GUANACO
Hoy me dijeron que la puesía nuestra es pura mierda,
que no hay tales puetas en este país rascuache
que más parece un arrimado a la humanidá que otra cosa.
Y me lo dijeron así como para llevarme de encuentro.
Hasta le rechinaban los dientes
al fulano que entonces hablaba con sus ojos, diciéndome:
«Vaya, vos, defendete, decí algo, apostá tu alma
y verás si no te vas derechito al infierno.
Decí si no es cierto que a ustedes les hace falta
la suerte que a otros les abundó en Italia, en Grecia, en Francia…
Ya me imagino cómo se verían con la corona de laurel de Petrarca
y cómo charranganearían la cítara en el Olimpo
y cómo menearían los jaiboles en las recepciones diplomáticas
en donde Darío estuvo a través de su marcha triunfal por esta vida.
¡Ah igualados, ustedes están pior que nuestros futbolistas, aguacateros,
que cómo suspiran cuando ven que en los diarios
se habla a grandes titulares de Pelé y Kubala;
se les figura que son ellos, semejantes pelados
que nos han hecho perder la cara de vergüenza en los mundiales!
¡Ah babosos! ¡Si aquí no hay algo que valga la pena!
¡Ni científicos, ni técnicos, ni pintores, ni periodistas, ni nada!
Por último, los ladrones que podrían levantar cabeza por nosotros
son unos aprendices,
gáunsteres de a peseta que a la vuelta de la esquina
los está agarrando la cuilia con su gran botín
(un monedero con tres pesos y treinta centavitos),
sólo para darles una gran pijiada por pendejos.
¡Imaginate si no estamos para el tigre!
¡Y todavía aparece un aludo de ustedes
escribiendo que El Salvador ocupa en Latinoamérica:
el primer lugar en poesía,
el segundo en cuento,
el tercero en teatro,
y por último empatado en novela con Colombia y Argentina!
No creés que ya es tiempo de dejarse de tanto mambo,
que le digan de una vez por todas a la majada salvadoreña
que mejor se busque otro mapa;
que ya es mucho joder también con la enganchada que nos han dado
de que el Himno Nacional es el más cachimbón del mundo
después de la Marsellesa;
que se hagan así,
oí a Guillermo Tell
y te cagarás de la risa
al oír el mismo tara ra ta ta ta tata tan…
Pero ahí vamos, Juan vendeme la conserva,
o como dicen también “¿A dónde vas Vicente?,
¡adonde va toda la gente!”….
No hombré, si es cierto que por algo nos dicen Guanacos
no crean que todos estamos en pañales.
No somos tan dialtiro
chocos ni sordos, pues el hecho de que a veces
no decimos ni cuío cuando nos quieren meter goles
en todos los campos de la vida,
no significa que no sepamos quiénes son los contrincantes
ni quiénes son los réferis de este país,
que para qué seguir, si ya estamos hasta aquí
de tanta paja en los cafetines,
en los periódicos, en la radio, en la televisión,
en todos los lugares donde siempre hay un periquito,
feliz con su masita en el piquito…
Sí, pueta, para qué seguir,
si ya se me está yendo la lengua hasta bien lejos
y vos sabés que las paredes oyen
y no vaya a ser el diablo que mañana amanezca todo aserenado
por estar hablando babosadas,
que como dicen por ái “machete estate en tu vaina”,
que es lo mismo echate al lomo tu misma sombra.
No, pueta, no le busquemos tres pies al gato.
Mejor recitemos “Un rancho y un lucero” de Espino,
que nada nos cuesta;
o cantemos “El carbonero”,
pues al fin y al cabo el que canta su mal espanta….»
[Del libro: Puro guanaco, Primer Premio Universitario Latinoamericano de Poesía 1977. Primera edición, EDITORIAL UNIVERSITARIA, Universidad de Panamá 1979; Segunda edición, EDITORA ABRIL UNO, San Salvador 1983; de la Tercera edición (San Salvador, 2000) a la Séptima edición (San Salvador 2014), EDICIONES SALVADOR JUÁREZ]
PALABRAS MARCADAS
Dicen mis padres
que mis palabras fueron marcadas…
Que dos meses antes de nacer
grité “¡Mamáaaaaa!”
desde el túnel más soñado.
Dicen que entonces todos se murieron del susto
porque después del grito
la casa se inundó de un olor a reseda.
Dicen que mi abuelo
para celebrar la gran fecha
llevó marquesote, chocolate caliente
y guaro quemado con limón.
Luego llegó la Romilia,
mi mamá Lola,
Silverio y sus hijas,
la Catocha Sosa y todo su clan.
Dicen que esa noche
no hallaban qué hacer con tanta gente.
Sacaron las camas,
los canceles,
los cofres antiguos,
¡y ni así daban abasto los corredores!
Dicen que los niños se escondían detrás de los pilares
y espiaban aquel gentío que murmuraba,
que iba adentrándose como un mar de sombras
hasta el patio.
Dicen que el primero que llegó con su guitarra
fue Chepe Valencia,
quien felicitó a mi papá con Los Rosales.
Dicen que de ahí nadie respondió por su sano juicio.
Llovió guaro que fue maravilla.
Bailaron, cantaron
y fondearon bajo el palo de amate.
Y la Niña Lucía Navarro
–que era la partera oficial–
dicen que no hizo más que llorar toda la noche
por sus colochos hechos.
(Del libro: Tomo la palabra, op. cit.)
ABRIÉNDOME CAMINO VOY
Abriéndome camino voy con mi mirada que me aparta de los estercoleros
en los andenes mugrientos de los suburbios,
y me alerta a no dar el paso en falso a la vuelta de cualquier esquina en las calles-sin-tragantes del Centro Histórico de San Salvador.
También me ultravioletiza las intuiciones
al venir de La Libertad viendo el negocio que han hecho de sus balsamares;
y, al transitar por la Gran Vía
y Santa Elena,
me envuelve tiernamente para acorazar mis adentros
y me vuelve invisible entre esas clonadas zonas del progreso.
Es decir, así como el Yo Soy,
como el Yavé del Éxodo le dio a Moisés su espíritu para dividir el mar
y atravesarlo ya seco
en su perspectiva infinita de liberación…
Igual mi creador me va dictando dónde ir poniendo mis pies
y pasar de largo ante ese ámbito, opulento pero vacío,
pujante pero alienado;
capeando la untazón que hace el sistema con sus surtidores de mierda
por todos lados,
donde mantiene bien irrigadas sus estructuras,
instituciones e intereses;
intereses como parásitos
que, de tan pegados a sus intestinales sueños,
no hay tiro-seguro que dé en el blanco como flecha en la cabeza de lombriz,
tal esa publicidad hecha a machete,
sin subliminales ni na’;
pues -según el criterio creativo de ese marketing-,
esa imagen,
esa imagen como cebo nada más,
va dirigida estrictamente a los lombricientos del Tercer Mundo.
¡Qué solución más fantástica sería que el oportunismo, la impunidad y la corrupción
tuvieran el final que apunta esa publicidad tan patética que, entre ceja y ceja,
acierta la puntería del eunuco mercante,
¡tánto que el flechazo le salta los ojos a las lombrices!
¡y la flecha queda vibrando aún,
con un going reverberante como de audio de muñequitos animados!
¡Pero qué carajo va a andar siendo así de facilito su exterminio!,
y ¿por qué ver como en chiquilladas el planeta invadido por esa especie de gusanos?,
si son gérmenes que se caracterizan por su ´adaptación vil y lacayuna’,
de fácil reproducción, hostilidad y resistencia…
¡Mucho cuidado con fantasear en este otro período de la historia,
mirá que con nadita tienen el intelectual y el poeta pequeñoburgueses
para devenir ideológicamente contrarrevolucionarios!
Que en tiempos de guerra copian de libros sus teorías
diciendo que dan el salto de calidad en el movimiento popular,
pero con funciones de periferia nomás,
imaginando que ojalá haya un traje-entero bélico
con todo y antifaz blindado a prueba de láser.
Y que, cual máscara de hierro,
los puntitos para ver sean como ojitos de ratón
pa’ que de retache no quepa ni una bala 22.
Y, con posiciones coquetas de opositores y no de beligerantes,
ruegan porque termine antes de empezar la lucha
y se negocie rapidito la revolución…
Con razón en tiempos post revolucionarios,
y de mayor infección imperialista como los actuales,
los mismos incendiarios de ayer
lisonjean el «arte por el arte»,
enarbolan el esteticismo lejos de la vida
y ausente de esa realidad,
que dizque no hay que acercarse a ella
porque apacha el aura
y rustiquea la metáfora.
Y si tocan la situación histórica
es hasta donde aguanta el concepto social-chovinista
o sea ‘socialismo de palabra y chovinismo de hecho’,
revolucionismo en apariencia y oportunismo en evidencia,
marxistas hasta donde consiente la burguesía.
(Véase El Estado y la Revolución
de V.I. Lenin, en nuestra misión…
Y léase el último Romanticismo de la Historia Social de la Literatura,
sin cuestionar pretenciosamente “¿y éste todavía hojea a Hauser?”,
pues ahí no es novedoso que ‘por todas partes
la lucha termina con el abandono de la realidad
y la renuncia a modificar la estructura de la sociedad existente’.
Es como si ahí se describiera la misma desbandada ideológica
de a finales del XX y a principios del XXI
ante el anuncio del fin de la historia,
esa ‘histeria contrarrevolucionaria que ha envenenado ahora la atmósfera intelectual.’
Véase que esta Estética como Panfleto es parte de la Poesía como la Vida,
que se resiste a doblegar su palabra
y a morir con el espíritu que mata el neoliberalismo.
Y, como seguimos en lucha por la sobrevivencia,
¡que viva la verdad de este panfleto!)
(Del libro ¿Y QUIÉN DIJO SILENCIO? de Salvador Juárez.
Primera edición 2010. Segunda Edición 2015.
Concepto editorial y publicaciones:
EDICIONES SALVADOR JUÁREZ)
EL SALPULLIDO DEL TRUNCADO SOCIALISMO*
XII.
El salpullido del truncado socialismo
¡ah revolucionarios de mentol!,
no se quita con aguarrás ¡qué va!
Ni con las cobas del sana sana
culito de rana.
Y mucho menos con los discursos duroblanditos
que prometen que desde adentro
se irán transformando las estructuras
hasta cuando el sistema actual, cansado y agotado, diga:
“¡Vaya, ya colapsé por mis contradicciones internas,
ahora es vuestro turno, colegas socialistas!”
¡Con que ni con salivita quiso darle chance
el elefante a la hormiguita! ¡Contimás!…
Pero ustedes sigan dándole a la pajística florida,
que ya llegaron otra vez el chingolingo,
la rueda de caballitos, la carpa y los malabaristas
en la gran parafernalia de la democracia.
Ahí armen sus chanchullos como les ronque la gana.
Hagan sus micos y pericos,
sus vainas y chanfainas,
sus trucos y trabucos,
las sospechosas selecciones
de encontradas sensaciones
e increíbles manipulaciones
en sus amañadas imposiciones,
total ya llegaron las elecciones
con sus tribunas y alocuciones,
proclamando las más exóticas aleaciones:
la derecha popular,
la izquierda oligárquica,
el socialismo liberal,
el centro radical,
la extrema ponderada,
el pacifismo foquista,
el terrorismo constitucional,
la dialéctica pragmática,
la empresa privada proletaria,
la Sociedad Anónima revolucionaria,
Etcétera, etcétera, etcétera…
Enero 2009
(Del libro ¿Y quién dijo silencio, Salvador Juárez, op. cit.)
POEMA DE LOS MÁS BAJOS FONDOS
(Al Che ¿y por qué al Che? Si sólo un acto providencial podía levantarme
de mi caso desesperado, en mi situación de moribundo; para ahora cantar,
ya restituido, al amor y la esperanza, y anunciar que “sí se puede salir de esos fondos despiadados!”)
¿Y qué ando haciendo aquí,
en plena madrugada,
sin rumbo en estas calles solas,
¡tremendamente solas!?…
¿Hacia dónde me encaminan
estos pasos que más me entristecen
cuando ni huellas dejan
por mi cuerpo sin su estatura,
sin el peso que disecó el choche-bomba,
que se chupó la pipa de un solo jalón?
¿Qué suerte me espera
en este cantón donde me he apoltronado,
si esta angustia
por tal de saciarse
es capaz de empeñar mi alma
y vender a mi familia?
¿Qué fortuna me he quedado buscando
a tientas en el suelo,
como ciego desesperado
queriendo tactar una migaja no sé de qué
que me exaspera hasta el delirio.
Y en el desatino
confundo una micra de indigencia
con el pedacito de sustancia que rastreo enloquecido?
¿Qué me hace clavarme tras las champas,
en el fondo donde terminan las gradas del suburbio,
a la orilla del Acelhuate,
en los linderos de la peor marginalidad?
¿Qué fuerza me impide dar un paso
hacia la verdadera realidad,
aunque las ganas de salir del infierno
también sean poderosas?
Hay una impotencia hasta el tuétano del alma
que acurruca al hombre más pintado
y a mí me hace esconderme de todo y de nada,
sombristo en la esquina de los tétricos callejones.
¡Es el pánico que transpiran
las imaginaciones peregueteadas a mil!
Y allí, ¡bufa esa desesperación indescriptible!
Y cualquiera llora al verse topado al cerco del infortunio.
Más si se repara en que su alado ser
ha quedado completamente chuña.
Así como vengo por estas calles
barrileando con la esperanza de hallar aunque sea
un par de cachos,
que aunque no sean a mi medida está bien,
y aunque un zapato no sea igual que el otro
me da lo mismo!
Al menos quisiera oír el ruido de mis pasos
para espantar mi soledad en estas calles
y que la vergüenza no entre como el frío por mis talones.
Pues sentado en esta cuneta
siento que mis dedos se esconden de pena
al recordar aquellos otros pies de hombres en las Higueras.
Aquel hombre que hasta sus pies fulguraron tan bellos
al caer en el arrojo de sus caminos soñados
y no estos designios de los más bajos fondos,
ni esta vida desperdiciada inútilmente.
¡Oh cristo de los pobres,
apiádate de estas otras víctimas del sistema que tánto combatiste!
¿Qué no ves que con mi cabeza agachada
entre los brazos sobre mis rodillas estoy llorando?
Y tú no inculcaste esta calamitosa especie,
sino la conciencia ascendiendo a los más altos escalones humanos.
¡Vuélveme a dar tus luces,
que esta madrugada sin lucero
hace más oscuro el trecho en la deriva!
Así, no quisiera pronunciar ningún mañana,
ni que amaneciera nunca.
¡Mira las fachas en que me va encontrar el día!
Y si alguna vez puedo salir de esta manigua de la existencia,
haz que no olvide esta cruz-calle sin nombre,
esta zona de alta peligrosidad
donde mareros, ladrones y drogadictos
llevamos el mismo estigma,
somos los mismos espectros en la ciudad sin ley.
Ah, y que no me olvide de este tragante de las aguas negras
por donde se fueron mis lágrima mugrosas,
ni que tú fuiste uno de los que nos levantaron
para establecer los nuevos rumbos…
De aquí ha de nacer un pelotón de hombres restaurados
entre los nuevos contingentes de tu estrategia.
¡Y sudarán sus manos por asirse al futuro!
¡Sumaremos más los que no encontramos
en qué emplear bien nuestras vidas…!
(Del libro: Testamento inconcluso, San Salvador 2003, e incluido en el libro Los más bajos fondos, San Salvador 2012. Ambos libros publicados por Ediciones Salvador Juárez)