Edgard Wilfredo Arriola Flores, capsule nació en San Salvador, healing El Salvador en diciembre 29 de 1988. Fue miembro del taller de letras de la Universidad Evangélica de El Salvador (TLUEES). Su obra ha sido publicada en Suplemento 3000. Participó en el festival internacional de poesía San Salvador, El Salvador 2010 y 2011 en la celebración del Bicentenario. Ha publicado el poemario “Sueño Inverso” por la editorial La Fragua, además de ser incluido en la antología salvadoreña de poetas jóvenes “Invisibles” por editorial Pirata Cartonera. Ha sido publicado en México, República Dominicana y Argentina.
Fundación de lo Inevitable
I
Lo que hay de eternidad en la certeza es la fundación de lo inevitable.
Dijiste cuando me mirabas,
la tarde en que fuiste por última vez dueña de tus daños.
Nadie, implora después de la derrota.
Nadie, siempre es una multitud en la soledad.
Nadie, hace milagros con el óxido del cerrojo del desespero.
Nadie tiene la eternidad porque nadie conoce lo desconocido.
También eso decía tu mirada.
II
La pupila guarda en sí, el error del recuerdo.
-pero el descaro siempre firma en la ironía-
Si puedes entiéndelo así.
¿Has encontrado el peso del vacío?
¿A quién mira uno cuando tiene la mirada perdida?
¿De quién es el poema que uno firma en segunda persona?
La respuesta es la suma de nuestras soledades.
III
El fuego que nubla también predica la oscuridad.
Vos fuiste eso: El abismo que existe en mi sombra.
Vos fuiste eso: La ciudad que nadie habita cuando uno llora.
Vos quisiste eso: Ser el puzle que rige el insomnio.
La trampa de un lobo que no sabe para quién aúlla.
Vos quisiste eso: Ser vos incluso cuando le apostabas a ser la impostora.
IV
Nadie sale de sí mismo.
El abandono se paga con moral.
-Ese fue el recuerdo primero-
La meditada cobardía del silencio.
-la sabiduría es innegociable aunque su escenario sea el sosiego-
De ti hay dos partes que duermen mis dudas de tanta espera.
Diré dos para atribuirme los dones de lo destilado.
V
En lo inconexo tiemblan dos mitades.
Lo que hay entre ellas tiene el símbolo de la verdad.
Eso somos: materia que busca su verdadera esencia.
El encuentro y el desencuentro
ambos son inicio pero este último inicia lo definitivo.
VI
La eternidad si es que existe
esta después de tu silencio.
Lo demás tiene que ver con el olvido.
Ya nada me salva
Cargo una tragedia que no se cura con esperanza.
Estar del lado de ti es promover el vacío en ambos sitios;
como si todo lo inhumano se vertiera ahí
y vos y yo combatiéramos con el fantasma del ego
que nos aprisiona en noches malintencionadas
esas, de más recuerdos que realidad.
Pero la nostalgia dirás tú: ese frío que es más cierto que nuestras manos
Ese frío que nos recuerda el calor de lo perdido
Una angustia que hace guardia en la entrada de la conciencia
Un pantano que se conforma con las flores de un pasado.
Ni vos ni yo
ya nadie existe de aquellos.
La historia es una imagen difusa
que tiene más que ver con lo propio que con la realidad.
Habría que entender el óxido de la espada
que cortó la piel de lo conformable.
Tengo una pregunta que urge de ser respondida
con la asistencia en el lado que le pertenece;
lo neutro es un fantasma que no se decide por el miedo o por la lastima.
Los adjetivos se fían de mí ahora que veo lo azaroso
de ser un forastero en tus tierras.
Tengo que entender que la patria es un orgullo
que solo sirve en el triunfo y que cualquier forma de pérdida
se pagará con un silencio más cerca de la indiferencia que de la meditación.
Lo que no salva
Lo que no apuntala
Lo improbable de la compañía
Lo mustio
Es que estés desbordada de sentimiento y sepas elegir
lo que no tiene nada que ver con nosotros.
Porque las cosas que no curan son una extensión más del dolor.
Lo poco que dejas por mi lado
convendría mejor perderlo que darlo como limosna.
Atiéndelo así, lo que se deja ver en la esperanza
tiene que ver más con el vacío que con lo certero.
Prescribo.
Foto dudosa de un amanecer
No conozco de cotejos, cuando lo demás del silencio no te nombra.
Quizás esto sea grave, inmunemente grave.
Lo inclemente se ha poblado ya.
Cada calle crispa un abandono
y los bares cuentan historias que no aprenden a terminar.
Escucho poemas de García Montero y deshago mis intenciones.
Adonde me esperan han cambiado los planes ya.
Aquí hubo un cuerpo que tiñó un pasado
me respondo y no encuentro algo que golpear.
La vida martilló lo que no sé presentir
esa larva inquieta
lo adherido al fondo,
la dignidad del que se va sin despedirse.
No encuentro alguna razón.
En tu silla he puesto un florero y aquella última foto
tiene una extraña parsimonia como si hubiese sabido del final.
Es muy difícil aprenderse a largar caminando hacía el contrario
quebrarse en los armarios con la ropa que sugiere más recuerdos
que el protocolo de saberse andar.
Recorro tu último latido, me ensancho y el desplome de la derrota
son las grietas de lo nuestro que fue.
Perdóname sur tibio.
Pieza rara de mi colección.
Es que hay algo que está mal en todo lo mío
y hay algo que todavía sigue intacto en ti.
Saberlo y comprenderlo es lo que todavía no sabe amanecer en mí.
Poema a la nada
Quien no canta celebra la muerte.
La esgrime, le pone el listón cadavérico,
la ilusoria sensación de la victoria tras el telón fallido de la sonrisa.
Todo descansa en el pulso agotado de las mañanas
donde se mastican los verbos afilados
con la hoja del falso verano, que ha pasado ha ser mentira ya.
A la nada, a tu implosión, a mi letra de agua.
Al deseo fumigado después del último café.
La añoranza ha dejado de apostar por mí.
Mi materia no es el mástil donde se posaban
las miradas de unos ojos fugitivos.
Me faltas, como el viento a la bandera.
Soy su sombra sin alas, su desastre con alevosía.
-lo súbito nunca miente.-
Quien no canta, atiza a la muerte.
Porque siempre es leproso el beso de las despedidas
La justicia tiene el aplomo de no confundir
razones con caprichos.
No es victoria sino mi última protesta
aunque nombrar el final es insinuarse, gastarse en la lastima.
Olvida la nada que te dejo
pon en el espacio, lo concurrido de nuestras asimias.
La nada
que no nos acepta ni en el recuerdo.
Aunque sabré decir que quien viene a mí en soledad
sabrá encontrarme.
Mas todo esto ya no necesitemos saberlo.
Ya no.
Es de caballeros
Siempre creí que es de caballeros,
estar herido y no repartir la sangre al mejor impostor.
Es de caballeros, ejercicio nupcial del decoro
romper el silencio con otro silencio.
Pero no largar.
Estrecharse, inventar un nuevo verbo
retorcerse en las esquinas, ese bello circulo de la desgracia.
Es de caballeros llamar por su nombre aquello que no sabe responder.
Pero llamar.
Insisto que lo es. Aunque acá no haya nadie, sino dolor.
Nada es salubre ante esta desnudes
los huesos se delatan y la carne apuntala sin dormir.
Triste laurel con zapatos de lustrar.
Es de caballeros, estrictamente de caballeros
firmar en la solapa con la nota nupcial del desamparo.
Pero lo es.
Es de caballeros saber que los minutos que uno brinda
a la nada valen más que los que le damos al desamor.
Pero como dañan.
Es de caballeros defraudar a quienes creen que nos saben;
mas los poetas no conocen de confesiones.
Si de lealtad.
Bello equilibro de estar sin darse.
Sólo los caballeros, los que cada vez se cuentan con menos dedos
los que a la cita no saben llegar.
Esto no es la vida
Tiene depresión y la edad de su pasado se mide en años.
No concibe la cartografía que inventa el vacío.
El recuerdo sólo era un punto, un hueco que deja el olvido.
Que alguien te entienda por mí.
Yo que soy un incendio.
Tú que eres mar sin tumbos.
Comprendo como escribías en tu última carta
que a la tristeza no se le puede esquivar
sólo se le puede poner la cara trémula del desamparo.
Para tener razón es necesario tener más historias que años.
Un barco lleno de maderos gastados; pareciera que somos
por la tenaz agua que carcome
la retaguardia de las causas inmarcesibles.
Ahora he derramado el último geranio de mi mano
y no se ha atado en su trayecto otra mano que le detuviera el golpe.
Sabe que esto no es la vida.
Porque la bocanada que devuelvo de mi respiro sale roto
como la promesa en un bar a las tres de la mañana.
De mí, nada se salva
y de ti, todo lo inhumano parece intacto.
Lo movedizo de tus juramentos hunde la desvencijada nomenclatura de mí.
Ya no soy.
Ni cuando me pronuncian tus labios -en ese limbo claudico-
como las espadas del guerrero se untan de lo azaroso.
En los engranes de tus dedos estuve postigo e impuntual.
El perdón compañera
es botar toda autonomía, esa propia ley que deriva de los años.
Y sigues tan en ti.
Lo único que ha quedado intacto de tu derrumbe es el orgullo.
Esto no es la vida.
Esta porosidad que deja tu puñal sangra adentro de mi materia.
Es decir:
Me lloran tus días falsos en mis días verdaderos.
Los paisajes no han dejado de ser por ti.
Se van labrando destinos;
vos y yo nos meremos algo más.
Pero no dentro de la misma historia.
Sin camuflaje, ni llamadas posteadoras.
Bienaventuradas las personas que de los incendios hacen luz
para ponerlas en su rostro necesitado.
Nada más íntimo que el dolor.
Nadie habla de mí cuando dices pasado
si preguntan por ti en el día final
se llenara de silencio la respuesta
mi boca de cenizas
Esto es la vida.
Saber que no estás, estando regada en mí.
Expuesta a mi reacción en los tuétanos prófugos
que envisten mi cuerpo como una huella
que en horas se volverá parte de un camino.
Así, desigual, inoportuna, carente de mi lamento.
No hay aplomo en la plaza juvenil en donde circundo.
En mi banca, tu espacio lo llena quien espera alguien,
alguien que no ha de venir.
A estas horas el recuerdo y yo, no somos compañía.