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Poesía de Romina R. Silva

Cómplices

El eco de las risas se imanta con el viento,

las miradas cómplices cuentan lo innegable,

filósofas del vértice, de la sed de vida.

Nombramos sin asco las grietas del amor,

sentimos la espera en compañía.

De sed estamos hechas,

líquidos son nuestros días

diluyéndose en el tiempo.

 

Barrilete

Un barrilete sin fin

y los escrúpulos verdes de la agonía

desplegándose hacia el cielo

por donde nadie los ve.

Monstruo color ocre

que mira desde el cielo

la esencia global.

 

Lluvia torrencial

Es un gato o es un hombre

que usa la noche como antesala de la muerte.

Patrocinador del silencio

aparece entre gritos chispeantes de la lluvia torrencial.

La batucada de los techos de chapa

es un horrible canto para el sin sueño.

Las poesías de Oliverio

entretienen a ese solitario,

titilante hasta los pies.

No se despega de las sábanas que lo ultrajan.

¿Se atreverá a hacerle frente

al demonio forastero

que navega los charcos del patio?

 

No abraces la sombra

No abraces la sombra.

No convides banquetes a extraños.

No peques de mañana.

La raza de convictos esperanzados

golpea las puertas.

Sonrisas blancas queribles,

ojos tapando la sombra

y el pacto de silencio

dejándolos tiesos.

No acuses al distinto.

No bebas de ese cáliz.

No busques la piedad.

Inmolas al rojo

de blanco te cubres

camuflando el negro.

Desconocidos tus rostros,

sin verdad.

No abraces la sombra

que la sombra te abrace

hasta matarte.

 

La mulata en el petróleo

Se zambulle la mulata en el petróleo

y unos ojos coronan el acto con misterio.

Es la presencia esplendorosa

de su cuerpo en escena

lo que deja mudo a los cielos,

es el acto inimaginable

el que desorbita los ojos,

ella hundiendo sus piernas

en el oro negro

el acto en el acto de sumergirse,

el cielo un testigo enmudecido

cubriendo el margen

entre lo perverso del que mira

y lo humilde del que es digno de perdón.

 

Playa

La playa se desliza tibia

se expande y contrae,

es arena que vuela

y piedras azuladas,

sol que baja, quema, roza,

mar en movimiento

mojando la tarde, que se va

en un lazo de mar y orilla,

en calma, entregada,

recibe las caricias,

el salto enloquecido de la olas,

por sentir la arena cerca

junto a ella, en ella, con ella,

tomarla y abrazarla,

hacerla playa.

 

Los miedos

Un túnel oscuro absorbe los miedos

hace eco en los tímpanos del mundo

donde la luz se apaga.

Los miedos se revelan sordos,

los miedos vuelan sin alas,

sin luz caminan, cantan.

Son los miedos redentores

de los preámbulos, del acto,

de la defensa, del cambio.

 

Diluida en la pérdida

Diluida en la pérdida

perdida en las calles ocres

cenizas de labios fuego

quemazón de las entrañas

apagadas a la vida

y las marcas deseos

cómplices del desgarro

marchitan los ojos color nube

lloviendo piedras sucias

presentimientos de alba boreal

enquistados en las venas

ella

diluida en la pérdida

perdida en el verano de las muertes

apagada la vida

encendida la sombra

en cada esquina austera

llora delirio

márgenes de desolación

llora coronas de espinas

venenos fugaces

siente templo

siente los males posmodernos

encapsulados en la metáfora de vida

busca los cielos pacíficos,

sufre

en el territorio perdido.

Romina R Silva en el libro ¨Redención¨, editorial ¨En el aura del sauce¨ (2010)

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