Red para un Constitucionalismo Democrático
1-. El Tratado Bryan-Chamorro firmado el 5 de agosto de 1914 dice así en el art. I: “El gobierno de Nicaragua concede a perpetuidad al gobierno de los Estados Unidos, por siempre libres de todo impuesto u otra carga pública, los derechos o exclusiva propiedad, necesarios y convenientes, para la construcción, funcionamiento y conservación de un canal interoceánico(…)”. Art. II: “le concede el derecho de establecer una base naval en el punto del territorio de Nicaragua sobre el Golfo de Fonseca, que el gobierno de Estados Unidos quiera elegir, estando sujetos exclusivamente a las leyes y soberana autoridad de los Estados Unidos”.
Desde que se realizaban las negociaciones, el gobierno de El Salvador protestó, alegando el condominio sobre el Golfo de Fonseca y que la construcción de una base naval, ponía en peligro la independencia y seguridad de nuestro país. En los archivos de la Corte de Justicia Centroamericana que funcionó de 1908 a 1917, se encuentra la correspondencia entre la cancillería salvadoreña y el Departamento de Estado de EU, entre las que aparece una del 3 de marzo de 1916 que El Salvador declara formalmente “que no reconoce la validez del Tratado que establece una base naval en el Golfo de Fonseca y que el gobierno de El Salvador en todo tiempo hará uso de todos los medios y procedimientos que el Derecho Internacional y la justicia le franquee, para invalidarlo en sus efectos. (Ver Carlos José Gutiérrez, La Corte de Justicia Centroamericana, 1957).
No quedando nada más que hacer en el campo diplomático, El Salvador presentó una demanda el 25 de agosto de 1916 ante la Corte de Justicia Centroamericana, exponiendo: “A nadie puede ocultarse, que el establecimiento de una base naval por un Estado poderoso en la vecindad inmediata de la República de El Salvador, constituye una seria amenaza, no imaginaria sino real y evidente, dirigida contra la existencia de su vida libre y autónoma. Y esta amenaza positiva no aparece y subsiste por razón de la natural influencia que Estados Unidos tendría, sino muy especialmente porque los territorios limítrofes del Golfo de Fonseca, se convertirán en campos de beligerancia con seguro sacrificio de la soberanía de los Estados Centroamericanos”. La sentencia fue favorable a nuestro país, si bien referida a Nicaragua por estar sujeta a la competencia de la Corte, indirectamente lo era contra Estados Unidos.
2-. En Nicaragua se dieron en 1912 una serie de revueltas que llevó a la presidencia a Adolfo Díaz, quien para detener a los insurgentes optó por recurrir al gobierno de EU para el envío de la Infantería de Marina, ocupando esta poblaciones nicaragüenses. El ministro de Relaciones Exteriores salvadoreño, el Dr. Manuel Castro Ramírez, consideró esa situación “como un hecho insólito, colocando a Nicaragua en una situación jurídica anormal, ¿la presencia de fuerzas extrañas (las de EUA) no es contraria a la estabilidad y prestigio que debe rodear a todo gobierno constitucional(…) quede constancia que El Salvador durante la Administración Pública del señor Presidente Doctor Araujo (Manuel Enrique), señaló serenamente el estado anormal creado en Nicaragua”.
3-. En la Sexta Conferencia Panamericana que tuvo lugar en 1928 en La Habana, se trataría el tema del principio de la no intervención. El ministro de Relaciones Exteriores de nuestro país, Dr. José Gustavo Guerrero, defendió vehementemente el principio, contra una ponencia atenuada que la permitía, la cual tenía el beneplácito de los Estados Unidos. Nuestro canciller tuvo que enfrentarse en la discusión con Charles Evans Hughes, el secretario de Estado de los EU. Señala López Jiménez: “el delegado salvadoreño Eduardo Álvarez abandonó el lenguaje diplomático, para atacar frontalmente a los EU por la intervención en América Latina”. “Mr. Hughes sostuvo un diálogo con el doctor Guerrero. Estamos en condiciones para poder afirmar que Guerrero fue irreductible. Se negó rotundamente a aceptar otra fórmula que no fuera la condena de las intervenciones”. Cabe recordar que en esa época estaban ocupados por fuerzas de EUA, Nicaragua, Haití y República Dominicana. También cabe recordar que posteriormente José Gustavo Guerrero llegó a ser Presidente de la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya, Holanda, y se enfrentó a las fuerzas nazis de ocupación.
4-. En marzo de 1932 las fuerzas invasoras de Japón en China crean el Imperio del Manchukúo. La desaparecida Sociedad de las Naciones condenó la agresión japonesa, pidiendo a los países el no reconocimiento de ese “Estado títere”. Obviamente, el primer país que reconoció a Manchukúo fue Japón. El siguiente fue El Salvador. Algunos consideran que fue por un error que se tomó el reconocimiento, al darse contestación de acuse de recibo de una nota procedente del nuevo Estado. En la Revista Realidad No 93 de mayo-junio 2003, que edita UCA, Midori Iijima, explica que el ministro de RREE de El Salvador, Miguel Ángel Araujo, rechazó que fuera un acto inconsciente. También la historia recoge las justificaciones dadas por el ministro dicho. Cañas Dinarte relata que el mencionado ministro Dr. Araujo de viva voz e imagen comunicó el reconocimiento diplomático al pueblo salvadoreño mediante el noticiero de Alfredo Massi que se proyectaba en los cines del país. Agrega que el “representante diplomático (de Manchukúo) fue el agricultor y empresario cervecero Rafael Meza Ayau, como consta en documentos en el Archivo General de la Nación”. El Salvador solo contra el mundo fue amenazado con ser expulsado de la Sociedad de las Naciones. ¿Buena o mala la decisión? Eso es otro tema, pero fue una política independiente.
Breves comentarios: la historia salvadoreña recoge con orgullo los nombres de Manuel Enrique Araujo, “Manuelón” Castro Ramírez, Salvador Rodríguez González (autor de la llamada Doctrina Meléndez, que defendía el condominio del Golfo de Fonseca), José Gustavo Guerrero, y otros, que con la razón del derecho, invocada a nuestro favor, no cedieron a las presiones. Los libros de historia y de Derecho Internacional no mencionan que se diera oposición a esa actitud valiente de los nuestros, y si acaso existieron algunos con ideas como las expuestas ahora por Norman Quijano, Margarita de Escobar, Guillermo Gallegos o Luis Cardenal, entre otros, se perdieron por su posición carente de razón, al formular criterios, por ejemplo que nosotros estábamos a favor del militarismo alemán u otras parecidas, aduciendo que no debía haber antagonismo con “el gran país del norte”, al no valorar que era nuestro principal comprador del café. ¿Habrían atacado a Rafael Meza Ayau, abuelo de Roberto Murray Meza? El consenso estuvo a favor de nuestra política independiente.