Iosu Perales
Para la izquierda la política tiene un lugar privilegiado: la comunidad. Preservar la comunidad es una de las tareas prioritarias. Donde no hay comunidad, no hay política sino anomia, es decir, aislamiento del individuo y lucha de todos contra todos. Por su parte la derecha trata de sustituir los conflictos entre grupos y entre clases por conflictos entre individuos que tienden a destruir el espacio comunitario. Para la derecha y su discurso economicista la competitividad reemplaza la ilusión política por la ilusión económica que nos hace feroces y rivales.
Precisamente la ilusión económica pretende sacar al individuo de todo marco colectivo de referencia, porque en la individualidad es mucho más vulnerable y domesticable. Reducir al individuo a sujeto económico es arrebatarle la condición de ciudadano, que le da participación en el espacio público. Mientras, en la superestructura se reduce la política a la lucha por el poder entre las elites.
El esfuerzo ideológico y cultural del neoliberalismo va exactamente en esta dirección de despolitización del individuo, haciéndole creer que sus sueños requieren de esfuerzos puramente personales dislocados de la comunidad. La idea-fuerza de que cada cual es principio y fin se difunde desde nuevos espacios hedonistas, que se presentan como de meditación o de autoestima y que tienen una carga individualista alarmante (hay espacios de meditación que sí tienen una carga comunitaria y promueven la colectividad). En todo caso la repetida idea de que los problemas que aquejan al mundo los podemos resolver poniendo cada una/uno de nuestra parte, esconde realmente el objetivo de la desmovilización social y política. Se nos dice que la suma de la felicidad de cada uno/una será la felicidad de todos. El mundo es un escenario salvaje pero se nos pinta un cuento de hadas.
En realidad sin un movimiento general de la sociedad, sin esfuerzos coordinados, sin fuertes relaciones sociales investidas de deseos de cambio, no hay nada que hacer. Por otra parte la justicia a todos los niveles exige compromiso social, organización y estrategias. Frente a este esfuerzo de la comunidad, la sociedad postpolítica consagra la idea de que lo mejor está fuera de la izquierda y de la derecha. El centrismo que es todo y es nada, es la expresión del objetivo de cargarse la ideología. Al individuo desconectado de la comunidad se le propone ser doblemente consumidor: de bienes materiales y de ideas postpolíticas. Una de ellas es el famoso centrismo que se presenta como la gran postverdad.
Se define al centro como un territorio sin ideología, por lo tanto como el lugar ideal para la disolución de la política. Es un espacio vacío en el que las ideologías se neutralizan y se diluyen. Pero lo cierto es que el centro no existe. Nadie es de centro por más que funcione como eslogan. Pero lo verdadero es lo siguiente: el centro es la expresión aséptica de una hegemonía ideológica a la que siempre le ha estorbado la política. ¿Saben de quién hablo? Del liberalismo económico.
El centrismo es el hábitat idóneo para disolver la comunidad y consagrar al individuo económico. Se nos presenta como el plural pensamiento único, gran hallazgo del lenguaje vacío. Nada menos. La idea es que cada cosa, cada persona, tiene un valor en el mercado. Somos cosificados.
La izquierda tiene mucho que decir en la recuperación de la comunidad y de los valores que son santo y seña de la igualdad, la justicia, la libertad y la fraternidad. Hacerlo bien significa echar una mirada hacia atrás y descubrir como con alguna frecuencia hemos confundido comunidad con colectivismo. El colectivismo como práctica forzada subordina a la persona y la hace abstracta, en tanto que la comunidad necesita de personas libres, con capacidad crítica y asunción plenamente voluntaria de cualquier compromiso colectivo. Estas personas libres solo pueden realizarse en la comunidad. Siendo espacios idóneos el municipio, los cantones, las universidades y centros de trabajo.
¿Por qué abundar en la idea de recuperación de la política?, ¿por qué tanta insistencia?, ¿por qué tratan de convencernos que su tiempo ha pasado y solo nos ha traído males a la humanidad? La política es el único espacio autónomo que reconoce la palabra a todos los sectores sociales y el único poder que puede hacer de contrapeso al poder económico. De ahí que el liberalismo desprecia la democracia. Es verdad que el descenso de la pasión política no puede ser el fin de la política, pues la función de la política ha de ser garantizar las condiciones dignas de los seres humanos.