Iosu Perales
La llamada clase política de cualquier lugar del mundo, da igual Europa que América es perezosa para estudiar, apenas dedica tiempo a la lectura más allá de la prensa diaria que le marca la agenda y de los documentos que la propia actividad política produce. Leer ensayos sobre economía, democracia, medio ambiente, mundialización, género, desarrollo humano y sostenible, conflictos, historia, cohesión social y otras muchas materias, no entra en sus planes no tiene tiempo. La clase política de esta época da la espalda a la formación, a la reflexión estratégica, al conocimiento de complejos problemas, le basta con tener una lengua afilada para arremeter contra los adversarios con los 280 caracteres de twitter. Leer ensayos de más de doscientas páginas le aburre. Una conclusión parecida se puede sacar de una encuesta hecha en España a personas que se dedican a la política. Reconocen que apenas leen más allá de lo que su actividad les obliga.
Hubo un tiempo en que leer para formarse era lo propio de quienes se dedicaban a la política, dentro o fuera de las instituciones. Claro que todo discurría más lento. Hoy la acción política se desarrolla a gran velocidad, y va sustituyendo unos temas por otros sin apenas tiempo para pensarlos. De ello se deriva una pérdida de calidad intelectual en los debates políticos. Un empobrecimiento del pensamiento individual y colectivo de quienes se dedican a la política. El peor ejemplo de este proceso lo proporciona la mala utilización del twitter y de los medios de comunicación como vehículo de intercambio de mensajes. Como sabemos hay candidatos presidenciales que se limitan a disparar por internet, huyendo de la dialéctica democrática por excelencia que es el debate.
Hubo un tiempo en que al menos en la izquierda había un ansia de saber. Leíamos y leíamos para que las luces largas nos permitieran ver el largo camino. Ahora solo interesan las luces cortas, lo inmediato, la zancadilla, el postureo, la victoria pírrica. La pobreza intelectual y moral de la política en pleno siglo XXI, va de la mano de una democracia raquítica y manipulada y de una actividad política devaluada. Incluyo en la palabra política a partidos, líderes políticos, medios de comunicación e instituciones.
Las y los políticos se leen a sí mismos, lo que no da para mucho. Los libros son vistos como una molestia pues pueden cuestionar verdades aprendidas, y son una amenaza a nuestra seguridad intelectual que permanece anclada en unas cuantas “verdades”. Los libros son peligrosos pues nos hacen preguntas, nos proponen dudas, nos invitan a la interrogación permanente. De ahí que globalmente la calidad de la política y de los políticos ha descendido notablemente. Los mejores no están, están en cambio muchos otros que quieren vivir de una actividad que una vez fue de servicio desinteresado a la gente. Desde luego que cobrar un salario por dedicarse a tiempo completo a la política es justo, hoy no puede ser de otra manera. Pero es justo asimismo que quien recibe una remuneración por sus responsabilidades políticas se dedique a ello a conciencia y estudie, se informe y se forme, lea, reflexione. Para esto también le pagan.
Sí, creo sinceramente que la pereza está instalada en las y los políticos. En España por ejemplo hay una nueva generación de políticos que se dirigen a la opinión pública con discursos aprendidos y frases hechas. Simplifican al máximo sus argumentos y se pasan el día visitando platós de televisión. Su escuálida formación está diseñada por expertos en marketing. De manera que su formación política anda muy mal, pero no dudan en falsear sus curriculum para aparentar lo que no son. Me temo que en otros muchos países pasa lo mismo.
En todas partes del mundo se observa que los políticos son cada día más políticos profesionales. En su juventud decidieron ser políticos como otros decidieron ser ingenieros, cantantes o mecánicos. En parte por afición al oficio, y en parte por considerar que era el mejor medio a su alcance para ganarse la vida y de ser posible prosperar. Así de claro.
La regeneración de la política creo que pasa por la recuperación de mujeres y hombres dedicados a la política con una base de buena formación, sea reglada o autodidacta. No puede ser de otra manera. Una buena manera es que los partidos políticos creen sus propias escuelas de formación, y en especial cuiden a sus canteras de jóvenes. Escuelas de formación, pero no de aprendizaje de manuales sino de mujeres y hombres críticos con capacidad de razonar y exponer sus puntos de vista de una manera autónoma. En algunos partidos se enfoca la formación sin apertura a las teorías políticas, solo como un modo de generar fidelidades a las ideas propias. No, no es así como debiera enfocarse el estudio de los jóvenes de los partidos. La adhesión a la ideología del partido es tanto más consistente cuanto más se sabe de la historia de las ideas y de otras ideologías.
La formación de las y los políticos debe verse como una gran oportunidad. Es la pasión por aprender, la curiosidad por saber más lo que debe ser el motor de recreación de partidos y de políticos mejores.
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