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Políticos y funcionarios turbios: Inductores de la criminalidad

Carlos Girón S.

Los políticos en el poder y los funcionarios de gobierno que se exceden en sus atribuciones, viagra cialis que  abusan de su autoridad, check que se otorgan privilegios fuera de la ley o dentro de ella, drugstore son una de las causas que fomentan la criminalidad que castiga a nuestra sociedad, como también en otras latitudes.

Los políticos, que no esconden su ambición enfermiza, maniobrando, maquinando, conspirando para atrapar, como sea, maquiavélicamente, cargos públicos para luego cometer toda suerte de fechorías, sin que les importen la desaprobación, el rechazo, las críticas y condenas de los ciudadanos honrados. Todo eso les resbala. Como a los quelonios. Y hay cínicos que hasta se burlan de la gente honesta diciéndole: “nos tienen que aguantar” hasta el fin de sus períodos. Agregan aún la frescura y desfachatez –con todo y lo mal que caen y las pésimas ejecutorias efectuadas– de anunciar sus intenciones de ir por la reelección. No perciben lo mal que les caen al pueblo decente y trabajador. Esto lo sufrimos el pueblo. Para no ir lejos, se tienen los casos de la Sala de lo Constitucional, en la CSJ y el de la Asamblea Legislativa. Aquí, muchos de los diputados, la mayoría, se han reenganchado cantidad de períodos, cuatro, cinco y hasta seis. Hay quienes incluso han formado dinastías allí en el salón azul, aparte de que también quieren llevarlas hasta el museo aquel de momias, el parlacen –mamotreto que ni huele ni hiede.

Lo triste es que esa peste se da en todos los partidos políticos cuando uno podría esperar particularidades, excepciones. Pero no. Miren el FMLN. Colocando funcionarios que ya vienen de dar la lata y son premiados con otros cargos de salarios jugosos. Uno de ellos, don Sigfrido Reyes. El nuevo alcalde capitalino también. No más se sienta en el taburete edilicio y empieza a colocar a  la parentela en cargos de su administración.

Pero los que se llevan otra vez las palmas son los inefables cuatro jinetes del Apocalipsis de la CSJ, quienes han jurado hundir al país en un caos de ilegalidades, torpedeando una y otra iniciativa del Gobierno de Sánchez Cerén para que luego lo señalen como inepto, que no está haciendo nada, que va sin rumbo, que está “derrochando” los fondos del Estado en los programas sociales de asistencia a los segmentos de la población más necesitados, antes siempre marginados, abandonados y olvidados y hoy puestos como la prioridad en la gestión gubernamental. El pueblo ya no se deja babosear. Ya sabe quiénes son sus mecenas, para quienes trabaja la bendita Sala.

Los jinetes apocalípticos han querido asestarle al Gobierno un nocaut técnico al torpedearle los 900 millones de dólares en bonos, para atender los programas sociales, en particular la salud, la educación y acabar con la inseguridad provocada por el crimen en todas sus formas, por lo que rebuznan y rebuznan los sectores antigobierno, pretendiendo hacer creer que Sánchez Cerén y sus colaboradores son los responsables de que a diario la gente se mate.     

Al bloquear los bonos los jinetes harían bien en inventar un mecanismo, como saben hacerlo, para ordenar y obligar a los grandes deudores del Fisco a que paguen los millones que deben, que representan más de un tercio del monto de los bonos. Con el boicot están obligando al Gobierno a imponer un impuesto para combatir la criminalidad, impuesto contra el cual también ya rebuznaron los de siempre.

Ahora, la explicación de por qué todo político ambicioso, todo funcionario arbitrario y abusivo y toda esa gente antigobierno y sus actuaciones, se vuelven una causa activa que desencadena y dispara la espiral de la criminalidad. (Es recomendable ver en el diccionario la definición de crimen).

Sabemos que la naturaleza o condición natural del ser humano es ser sensible, impresionable, contaminable en el buen sentido; razón por la cual fácilmente le impactan y afectan las impresiones que le llegan de afuera, del entorno, como también las propias impresiones que le surgen de su interior, pero de estas últimas se puede hablar en otro momento. Ahora señalemos que las primeras, las externas, producen emociones y sentimientos en quienes las reciben, las personas, nosotros los ciudadanos. Las emociones son capaces de modificar nuestra capacidad inmunológica. Y aquí viene la cuestión. La angustia, por ejemplo, ante lo incierto; la frustración; la desesperanza, la cólera y la ira, cada una tiene su reacción bioquímica, que es venenosa, con repercusión en el sistema inmunológico. Esto quiere decir que bajan y se debilita las defensas del organismo, exponiéndolo a las enfermedades.  Agréguese a ello que éstas no son sólo del cuerpo físico, sino también del cuerpo psíquico, que son quizá peores que las otras del cuerpo material. Los desequilibrios psíquicos –que son diferentes de los psicológicos—generan, además de enfermedades, las conductas agresivas y delictivas, criminales. Los desequilibrados psíquicamente son más peligrosos que los simples desequilibrados mentales. Los primeros son dominados por impulsos violentos, destructores, homicidas, mientras que los otros casi siempre son pacíficos. ¿Y qué tiene que ver todo esto con los políticos y funcionarios mafiosos?, preguntarán algunas personas, diciendo que los malhechores ni cuenta se dan de las marufiadas de aquéllos. Se puede responder que es cierto; pero que el resto del pueblo, que sí está atento al curso de los asuntos que guían el destino de la Patria, reaccionan y sienten enojo, malestar, disgustos y cólera contra esa gente que desempeña con los pies los cargos con los cuales los ha beneficiado y honrado el pueblo, a cuyas costas se engordan. Y si bien los ciudadanos decentes y honrados no son capaces por ellos mismos de delinquir atentando contra el prójimo, con la energía que irradian sus cuerpos y mentes contribuyen inconsciente e inocentemente a crear una atmósfera contaminada,  proclive a la delincuencia de los otros. Y la culpabilidad de todo esto es de aquellos personajes harto conocidos.

Y todavía hay más.

Otro grave crimen de toda la susodicha gente contra la población trabajadora es que le roban la paz; el sentir la alegría de vivir, la sensación de seguridad, el optimismo, la esperanza de un mañana mejor. Por las maniobras politiqueras, el pueblo tiene la sensación de estar viviendo en un reino del caos. Los enemigos del progreso y del Gobierno se esmeran en pintarlo todo de negro. Todas las mañanas el pueblo se despierta o con las primeras planas sirviendo la noticia roja de la angustia y el terror, o la negra de la desesperanza y la desesperación. Y no hay nada más maligno en el mundo que volverle al hombre un infierno lo que debe ser en él: morar en el reino de los cielos.

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